Opinión
Mirador político

El nuevo rol del Congreso

En 20 días finaliza la inédita situación institucional de un presidente de la Nación con una ínfima representación parlamentaria. No hay registro de una orfandad de respaldo legislativo tan grave como la que sufrió Javier Milei en sus primeros dos años de gestión. Una orfandad que le permitió a la oposición vapulearlo durante la campaña y sancionar leyes que agravaron la incertidumbre económica.
Sin embargo, la ofensiva opositora terminó generando un efecto contraproducente en las urnas y La Libertad Avanza dispondrá a partir de la renovación de Diputados y del Senado de una numerosa representación, aunque lejos de las mayorías absolutas. Por ambas razones -y por manejar la “caja de cajas”, el Tesoro Nacional- desde la Casa Rosada aceleraron con un plan de control parlamentario que tiene dos objetivos.
El primero consiste en neutralizar las iniciativas opositoras, algo que es posible gracias no sólo al éxito electoral de los hermanos Milei, sino también a la mala performance del peronismo y la muy mala de los peronistas no K, radicales, socialista, cívicos y otras tribus de la llamada “avenida del medio”.
Esas tribus, que se diferencian del kirchnerismo sólo en que no tienen un líder que las conduzca, saben que de ahora en más es mal negocio enfrentar al Gobierno o en todo caso hacerlo aliado a Cristina Kirchner. El Congreso que apostaba a voltear a Milei quedó desarticulado.
A lo que hay que sumar que el kirchnerismo está en una etapa de expulsión de dirigentes, no de crecimiento que aliados circunstanciales puedan aprovechar. Tiene cada vez menos bancas que ofrecer, algo de lo que ya ha tomado nota Sergio Massa.
El problema es que los dirigentes del PJ que lo entendieron, por ejemplo, Axel Kicillof, los intendentes bonaerenses, los gobernadores con poder propio, no están en condiciones de armar una “renovación” y ese es el punto en el que encajan Karina Milei, Diego Santilli y Manuel Adorni. No necesitan “romper” el peronismo, porque ya está roto: sólo elegir y ensamblar los pedazos.
Para esa tarea, los operadores gubernamentales disponen de un argumento persuasivo: bajo el paraguas de los Estados Unidos, es improbable que la economía se desbarranque en los próximos dos años, lo que ubicará a Javier Milei en la primera línea de la carrera presidencial. Conclusión: la oposición a ultranza como la de los últimos meses está condenada al fracaso.
El segundo objetivo es usar la dispersión opositora en favor del cambio de régimen. A eso apuntan los proyectos que el Gobierno promete para las sesiones extraordinarias. Bloquear a la oposición es más fácil que construir mayorías positivas, pero otra vez favorece los planes oficialistas la lógica atomización que sigue a una derrota electoral.
En ese escenario la sanción de las reformas prometidas resultaría una poderosa señal de gobernabilidad, exactamente lo que necesita Milei para aumentar la confianza en su plan económico y fortalecer a Luis Caputo.