Opinión
Doctrina Social de la Iglesia
El núcleo de la política poblacional es la familiar
La Argentina necesita una política poblacional. Es algo evidente en sí mismo aunque no resulte ser tal cosa para algunos. Motivos que explican este ofuscamiento de la inteligencia nacional hay varios. Ahora no es el momento de profundizar en este punto. Lo que importa es recordar algo también básico pero, del mismo modo, tampoco visto por todos.
El núcleo de la política poblacional de un país es la política familiar. Pero aquí cabe hacer una aclaración. Es cierto, por una parte, que el principal agente de las “políticas de Estado” es el gobierno de una nación en alianza con los parlamentos. Su misión de gestor del bien común político es insustituible. Lo que el gobierno debe hacer no puede hacerlo nadie más. Por esto el Estado no sólo es algo necesario sino bueno. No existen comunidades políticas sin las instancias gubernamentales correspondientes. Sucede que, en estas mismas comunidades políticas, los únicos responsables no son los gobernantes.
La población en general y la ciudadanía en particular también debe responder por el bien común. ¿De qué manera debe articularse, entonces, la acción entre los gobernantes y la población en orden a la procuración del bien común político? La clave está en la aplicación del principio de subsidiariedad.
CONSTITUCION NACIONAL
Como fue dicho en otra oportunidad, la Argentina cuenta con una política poblacional en la Constitución Nacional. Más precisamente, en ella se encuentran dos espíritus que animan a las respectivas manifestaciones de esa política poblacional: una de esas inspiraciones es la liberal; la otra, es la propia de la justicia social (cf. CNA, art. 75, inc. 19).
Dicho brevemente, la segunda resulta ser un correctivo de la primera. O debiera. Así es cómo se podría recorrer el articulado de la Carta Magna para apreciar el lugar que tiene la familia en la comunidad política argentina. Vayan dos ejemplos: “…En especial, la ley establecerá:…la protección integral de la familia; la defensa del bien de familia; la compensación económica familiar y el acceso a una vivienda digna” (artículo 14 bis); “Corresponde al Congreso:… Dictar un régimen de seguridad social especial e integral en protección del niño en situación de desamparo, desde el embarazo hasta la finalización del período de enseñanza elemental, y de la madre durante el embarazo y el tiempo de lactancia” (art. 75, inc. 23).
BUENOS GOBIERNOS
La Argentina no necesita tanto una nueva Constitución como gobiernos que gestionen la procuración del bien común conforme a ella. Dicho de modo más sencillo: la Argentina necesita buenos gobiernos.
Hasta aquí los gobiernos y, en alianza con ellos, los parlamentos. ¿Y las familias? En algún sentido, las principales protagonistas de las “políticas” de todo tipo son ellas dado que, en su seno, las educadoras de los hombres y mujeres de la Patria. Por esto, como ya lo afirmó Ignacio Garda Ortíz, de lo que se trata es de “gobernar para las familias”. Un caso concreto de cómo las familias pueden influir en la calidad política institucional de nuestro país: los padres que forman la conciencia moral de sus hijos en materia política. Los chicos y chicas argentinos bien formados ¿votarían a cualquiera porque “a alguien hay que votar”?
LA IGLESIA
En la Argentina en particular, dado que es un país que alguna vez fue católico, cabe mencionar un tercer actor a fin de forjar una doctrina y prácticas virtuosas de política poblacional con sentido nacional. Se trata de la Iglesia. Pero aquí, como arriba, también corresponde una aclaración. Debe evitarse el funesto error de creer que la Iglesia es, solamente, “los pastores”.
No obstante, a ellos les corresponde una gran cuota de responsabilidad, antaño de la cristianización de la Argentina y, en la actualidad, de su sombra.
Esto dicho, como para empezar, una “pastoral familiar” que quiera colaborar con la política poblacional argentina podría incluir, al menos, cuatro enseñanzas básicas: 1) la unidad matrimonial (uno con una; una con uno); 2) la indisolubilidad matrimonial; 3) la fidelidad matrimonial y 4) la ordenación a la procreación y educación de la prole. Esto es dar la auténtica batalla cultural. “Predicar” otra cosa sería vender espejitos de colores.
Mediante una gestión gubernamental coherente con una enseñanza auténtica sobre la familia como principal protagonista de la política poblacional, la acción mancomunada entre el Estado argentino y la Iglesia Católica podría marcar una diferencia en la vida social. A esta altura de nuestra historia, de lo que se trata es de seguir existiendo y, entonces, todavía pensar en un país desarrollado a mediano o a largo plazo o, por el contrario, resignarse a que la Argentina deje de existir con la consiguiente responsabilidad de acuerdo al lugar que nos toca protagonizar en este drama. Todavía estamos a tiempo.