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La Casa Museo que recrea la vida de la joven que escribió el destacado diario hoy traducido a más de 70 idiomas cumplió ya diez años

El legado de Ana Frank late en Buenos Aires

El lugar, ubicado en el barrio de Belgrano muestra en una línea de tiempo su infancia y adolescencia en Alemania y Holanda mientras crecía el odio nazi. También se recrea el escondite donde vivió más de dos años junto a su familia.

Al ingresar a la antigua casona de Superí 2647, en Belgrano, en una vitrina aparecen ejemplares de un mismo libro en diversos idiomas, entre los que se puede nombrar el ruso, chino, lituano, francés, y muchos otros.

El libro en cuestión es el Diario de Ana Frank, traducido a más de 70 idiomas. El diario cuenta las vivencias de esta adolescente judía que estuvo escondida con su familia en una casa de Amsterdam, hasta que fue descubierta y trasladada a un campo de concentración, donde falleció, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial.

La casona de Belgrano alberga hoy al Museo de Ana Frank -que este 2019 cumple 10 años de su inauguración-. El recorrido al museo luego de ver los libros invita a ingresar a otro cuarto donde se puede ver en una línea de tiempo fotos de la familia tomadas por Otto Frank, papá de Ana, que era un aficionado a la fotografía.

La línea se divide en dos partes. En la superior aparecen los hechos que van marcando el crecimiento del nazismo en Alemania, y en la de abajo como esto va modificando la vida de Ana, que se recrean en las fotos familiares.

También se pueden ver algunos objetos donados al museo, como elementos del casamiento de los papás de Ana, brazaletes nazis usados por soldados alemanes, una estrella de David usada en su saco por un prisionero polaco y folletos de propaganda a favor de Hitler.

"En la parte de arriba mostramos el contexto de esa época, principalmente lo que afecta a la vida de Ana. Y lo que hacemos mucho es explicar a chicos de colegios que nos visitan como es que pasó todo lo que pasó. Los chicos capaz vieron miles de películas sobre el nazismo, creen que Hitler fue un monstruo que llegó al poder así nomás, pero fue todo un proceso", cuenta a La Prensa Carolina Gotfryd, una de las guías del lugar.

La joven guía agrega que Otto Frank y su familia deciden dejar Alemania una vez que Hitler llega a ser nombrado canciller. "Se instalan en Amsterdam, donde recuperan la tranquilidad, mientras la vida en Alemania empeora para los judíos".

En un cuarto contiguo continúa la línea de tiempo que da cuenta de la vida de la familia de los Frank. Aparece Ana en la escuela en Holanda llevando una vida muy feliz, en la playa, otra foto con amigas en su cumpleaños.

Y en la otra línea se observa el crecimiento del odio hacia los judíos en Alemania, que toma una enorme dimensión con la Noche de los Cristales Rotos, donde se destruyen locales, queman sinagogas, y además hacen un arresto masivo.

"En 1940 llegan a Holanda los nazis, se aplican las leyes antijudías también, Ana tiene que dejar la escuela. Su papá abre una fábrica en ese tiempo, pero como se prohibía que un judío fuera propietario, tiene que ponerla a nombre de uno de sus secretarios", cuenta Carolina.

Ya en 1942 la situación se hace insostenible para los judíos. Otto Frank comienza a preparar un escondite viendo el riesgo inminente. "Lo preparan en el medio de la fábrica que estaba ubicada en el centro de Amsterdam. Sigue de alguna manera esa premisa de que no te van a buscar en el lugar más obvio".

Los Frank finalmente pasan a la clandestinidad a partir de una carta que llega a su hija Margot -una similar puede verse en la línea de tiempo- donde le informan que será trasladada a un campo de trabajo en Alemania.

"Al día siguiente de recibir esa carta se esconden Edith y Otto, los papás y Ana y su hermana Margot. Después se sumarán la familia Van Pels, conformado por un matrimonio y su hijo y luego un odontólogo. En total convivirán ocho personas".

En el primer piso de la Casa de Belgrano se recrea el escondite. Una biblioteca y un cuadro con un mapa disimulan el ingreso a la casa. Al abrirse se pasa al lugar en el que vivió Ana y su familia durante poco más de dos años.

El lugar muy bien recreado permite imaginar los difíciles momentos que pasaron las ocho personas que vivieron en la clandestinidad. Se ve una pequeña sala de estar, una cocina, y la recreación de un altillo al que se accede por una escalera.

"En la casa real de Amsterdam había también una ventana que era la única que estaba destapada, las otras eran tapadas por seguridad. Allí muchas veces Ana se sentaba a escribir", acota la guía.

Ana tenía en esa casa escondida su cuarto junto a su hermana y sus papás transformaban el living por las noches en dormitorio. Tenían horarios para usar sus cuartos, ir al baño. Habían incorporado una rutina que no rompían por nada para no correr riesgos. Cuando podían los empleados de la fábrica les llevaban comida y revistas.

Al cruzar otra puerta se recrea el cuarto donde dormía y pasó gran parte de su encierro Ana. Se hicieron fotocopias de las fotos que la joven fue poniendo en su pared de la casa secreta de Amsterdam.

"Como le pasa a toda adolescente, joven que va creciendo fueron cambiando los gustos", señala Carolina. Aparecen paisajes, esculturas, estrellas de cine que saca de las revistas, le gustaba mucho ese mundo y también de la realeza de Holanda.

En la pared del cuarto también se ven pinturas, fotos de pensadores variados, un cartel amarillo de la fábrica del papá. También el escritorio donde escribió gran parte del diario. Y libros que tenía en el escondite.

Ana recibe el diario donde escribe este gran documento un mes antes de esconderse. Y escribe algunas líneas finales tres días antes de ser detenida. "Hubo una denuncia anónima y llegó la policía. Se llevaron a los ocho a diferentes campos. Ana y su hermana se enferman de tifus y mueren pocas semanas antes de que terminara la guerra. El único sobreviviente fue el papá, quien publicó el libro y creó la fundación".

La visita al museo termina pudiendo observar un castaño, especie de un árbol que Ana miraba desde el altillo durante su encierro. Símbolo de que a pesar de todo, tenía esperanzas y apostaba por la vida.

"Una adolescente que lee su diario siente que habla de ella"

Héctor Shalom es el director del Museo Ana Frank en Buenos Aires. En diálogo con La Prensa cuenta como se logró armar este lugar que además de la casa original en Amsterdam, cuenta solo con otro espacio similar en la ciudad de Berlin.

- ¿Cómo está hoy la Casa Ana Frank en Buenos Aires cumpliendo ya diez años de su fundación?

- La verdad es que hemos crecido mucho, tanto por los visitantes aquí al museo, tenemos cerca de 500 visitantes diarios, siendo la mayoría alumnos de escuelas, y adolescentes y jóvenes. Por otro lado desarrollamos una gran cantidad de proyectos que crecen como el concurso literario nacional. Lo que se ve en el museo además tiene un formato itinerante. Nos instalamos en diferentes ciudades del país con las muestras. En cada lugar donde vamos se reproducen no solo los contenidos sino la modalidad de que son guías adolescentes quienes se ocupan de la muestra. Convocamos a jóvenes y los capacitamos. Trabajamos en capacitación docente, empresaria en gestión de la diversidad en las empresas y liderazgo inclusivo. Y desde hace dos meses tenemos una sala de teatro. Estamos construyendo un vínculo entre un museo y una sala de teatro como recurso también pedagógico.

- ¿Cómo llega la casa de Ana Frank a la Argentina?

- El museo Ana Frank en Holanda tiene siempre cientos de miles de visitantes por año. Esto hizo que la Fundación decidiese diseñar una suerte de museo itinerante, traducirlo en 30 idiomas y llevarlo a recorrer el mundo. Se pensó que si había tanta gente interesada en conocer la historia de Ana Frank en Amsterdam, muchísimas más tenía que haber por el mundo. Y en el año 92 vinieron a la Argentina, me convocaron e hicimos una primer muestra en el teatro San Martín

- Empieza en Argentina como una muestra itinerante

- Claro, empieza con el plan estratégico de la Casa Ana Frank en Holanda. Después seguí como voluntario tratando de llevar la muestra de un lugar a otro, y en el año 2006 viene aquí la reina de Holanda, en ese momento la princesa Máxima. Hicieron una visita a la muestra y le agregamos otra muestra sobre Argentina, de la dictadura a la democracia, y conversando con ella propusimos hacer un libro que se concretó, Testimonios para nunca más, de Ana Frank a nuestros días. Una persona que vio el libro le interesó la concepción ideológica pedagógica y nos propuso que si hacíamos un proyecto que le cerrara a él y a sus hijas nos dejaba la casa, ya que su esposa Hilda, que era muy solidaria había muerto hace poco. Y así se presentó el proyecto y recibimos la casa. Viajé a Holanda, se aprobó todo e inauguramos el museo en Buenos Aires. Actualmente está la casa original en Amsterdam, hay un centro en Berlin y este en Buenos Aires. Son los únicos que tienen esta estructura de museo fijo para recibir visitantes. Y siempre con la concepción de que el proyecto es coordinado y producido por adolescentes voluntarios.

- ¿Por qué cree que la historia de Ana Frank interesa tanto en todo el mundo?

- Ella genera una rápida identificación con los adolescentes. Una adolescente que lee su diario siente que están hablando de ella: sus miedos, sus deseos, sus proyectos, sus sueños, sus temores, sus peleas con sus padres. Por un lado hubo una enorme identificación. Está la particularidad de estar encerrada, pero mucho de lo que escribe se vincula con cualquier adolescente. Y cualquier adolescente en distintos lugares del mundo y mucho tiempo después. Además tiene una visión positiva del mundo y de la vida, a pesar de las circunstancias que le toca vivir. Esa mirada positiva genera cercanía e identificación de los adolescentes. Es una historia que produce esa sensación de estar dialogando con alguien como si estuviera viva hoy. Esto es parte esencial del legado de ella. Una visión pro positiva del hombre, del valor de la escritura, del valor de comunicar las emociones, de la escritura como recurso para procesar el dolor, la tristeza, el encierro. Y para nosotros es un legado que convoca con mucha facilidad, invita rápidamente a estar cerca. Nosotros entendemos que su diario es un acto de resistencia, no acepta pasivamente la situación a la que quedó expuesta. Y la circunstancia de haber sido un diario escrito en ese momento la pone en una situación muy particular. Luego se encontraron alguno que otro diario pero muchos sobrevivientes han escrito muchos años después. También la circunstancia de haber fallecido en un campo de concentración solo pocas semanas antes de que terminara la guerra. El diario se publica dos años después de su muerte, en 1947, y no había escritos sobre la guerra en ese momento.

 

VISITA DESTACADA

Invitada por el Centro Ana Frank desde el 6 al 14 de noviembre próximos visitará el país Jacqueline Gies, nieta del oficial y genocida nazi Robert Gies, a quien investigó y denunció como responsable de la masacre de Lidice, ex Checoslovaquia, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Gies dará una serie de conferencias -en una de ellas junto a una sobreviviente del Holocausto-, un seminario docente y dialogará con los jóvenes. Para conocer los detalles de sus actividades se puede ingresar a la página web www.centroanafrank.com.ar