En la actual guerra global por lograr un control cada vez mayor de las poblaciones, los alimentos juegan un rol preponderante. Esto no es nuevo. Se remonta al siglo pasado, cuando ya en la década del 70 se hablaba de “los alimentos como armas”. Precisamente, de aquella época data la frase atribuida al ex secretario de Estado de los Estados Unidos, Henry Kissinger, desmentida recientemente por los “verificadores de datos”. La frase en cuestión -"Controla el petróleo y controlarás las naciones. Controla los alimentos y controlarás a la gente"- volvió a cobrar actualidad en tiempos en los que distintas organizaciones internacionales presionan con fuerza para incorporar nuevas formas de alimentación en los seres humanos, tales como toda clase de insectos y falsa carne cultivada en laboratorios.
Los argumentos de marketing que se esgrimen son por demás conocidos, repetidos y falaces: combatir el supuesto “cambio climático”, optimizar los recursos para poder “alimentar al mundo”, reducir el sufrimiento animal... Hay que aclarar también que muchos de los integrantes o financiadores de las organizaciones que promueven esta clase de alimentación cada vez más degradada son los mismos que están invirtiendo millones en su investigación y desarrollo. A esta clase de productos basura pretenden instaurarlos como protagonistas de la “revolución alimentaria” o “la alimentación del futuro”.
Tomemos el caso de la falsa carne sobre la cual en la actualidad trabajan incesantemente distintas start-ups, la mayoría pertenecientes a la industria de los medicamentos o Big Pharma. En Argentina, laboratorios Craveri o Granja Tres Arroyos son dos de las compañías apostando a este tipo de desarrollos que buscan emular la carne bovina y de ave.
Mientras entre sus hipotéticos beneficios se menciona que es más “limpia y segura” que la carne real, ya hay expertos mundiales que la catalogan como “uno de los alimentos ultraprocesados más perjudiciales para la salud jamás creados”.
Se la conoce con muchos nombres: carne cultivada, basada en células, cultivada en laboratorio, sintética, carne artificial... Como su nombre lo indica, se trata de una alternativa a la carne tradicional, fabricada en laboratorio a partir de células animales y un medio de cultivo, como el suero fetal bovino o una mezcla patentada de azúcares y sales.
Sus defensores la promocionan como una alternativa a la producción actual de carne, respetuosa con el medio ambiente, sin crueldad, ni antibióticos. Aunque el objetivo de producir "carne" sostenible sin matar animales es meritorio, la "carne" cultivada en laboratorio está en pañales y la ciencia que subyace a los métodos de producción requiere más escrutinio. En especial en lo que respecta a sus posibles consecuencias sobre la salud humana.
Entre las principales preocupaciones se encuentra la ingeniería genética de las células que se utilizan para fabricar la carne artificial y sus posibles propiedades cancerígenas. Además, la carne cultivada en laboratorio no siempre está exenta de crueldad contra el animal.
Para producir carne en el laboratorio muchos productores extraen células animales de animales vivos. Esto suele hacerse mediante una biopsia, un procedimiento doloroso e incómodo en el que se utilizan grandes agujas. Si una empresa pudiera ampliar su producción con este método, necesitaría un suministro constante de animales de los que obtener células e innumerables extracciones dolorosas. “Para que el producto celular sea más consistente, el productor puede biopsiar muchas veces al mismo animal para obtener las células que requiere el cultivo de “carne"”, remarcan Jaydee Hanson, director de políticas del Center for Food Safety, y Julia Ranney, a cargo de Investigación y Política de la misma agrupación, en un artículo titulado “¿Es la carne cultivada en laboratorio saludable y segura para el consumo?”.
Allí detallan que el cultivo de células animales (normalmente células musculares) también requiere un medio de crecimiento. Cuando comenzó la producción de "carne" cultivada en laboratorio, las empresas dependían del suero fetal bovino (SFB) como medio de crecimiento. Para producir SFB hay que extraer sangre del feto de una vaca preñada cuando ésta es sacrificada.
Dado su elevado coste, parece que el SFB sólo suele utilizarse en ensayos de laboratorio a pequeña escala. “Además, aumentar la capacidad de producción utilizando SFB conlleva sus propios problemas”, aclaran, para luego añadir: “Incluso sin tener en cuenta el elevado coste del SFB, las células musculares animales no modificadas genéticamente sólo proliferan o aumentan hasta cierto punto”. Para superar esta limitación, grandes empresas como Memphis Meats afirman haber encontrado una alternativa al SFB sin animales y una forma eficaz de aumentar la producción, explican desde el Center for Food Safety. Para Memphis Meats, este proceso implica la utilización de un biorreactor y la creación de líneas celulares inmortales.
Según se detalla en un artículo publicado por The Fern, "las líneas celulares inmortales son un elemento básico de la investigación médica, pero son, técnicamente hablando, precancerosas y pueden ser, en algunos casos, totalmente cancerosas".
En la misma publicación se menciona que "prominentes investigadores del cáncer", como el biólogo del MIT Robert Weinberg, afirman que es "esencialmente imposible" que los seres humanos contraigan cáncer al comer estas células porque no son células humanas y por lo tanto no pueden replicarse dentro de su cuerpo. “El problema, por supuesto, es que no existen investigaciones a largo plazo que respalden realmente tales afirmaciones. El hecho de que los tumores de vaca aparezcan a veces en la carne picada de vacuno comprada en la carnicería" y no causen ningún problema no significa que un trozo de carne compuesto únicamente de células cancerosas y precancerosas no tenga efectos impredecibles”, opina por su parte el médico osteópata Joseph Mercola, en un artículo publicado en su sitio web.
"La razón por la que se utilizan líneas celulares inmortales precancerosas y cancerosas es que las células normales no pueden dividirse eternamente. La mayoría de las células sólo se multiplican unas pocas docenas de veces antes de volverse senescentes (viejas) y morir. Esto no funciona cuando se pretende cultivar miles de kilos de tejido a partir de un pequeño número de células. De ahí que se utilicen células inmortales que siguen dividiéndose indefinidamente”, agrega el osteópata.
En la ciencia médica, el uso de líneas celulares inmortales permite a los investigadores realizar estudios in vitro sin necesidad de utilizar muestras de células frescas. En el cultivo de carne, es lo que les permite crear un gran volumen de tejido a partir de un pequeño número de células que nunca necesitan reponerse, prosigue Mercola, quien advierte: “Pero las líneas celulares inmortales también son, por definición, cancerosas (o, como mínimo, precancerosas), ya que no hay interruptor de apagado para su replicación”.
Para evitar este problema de ‘marketing’, algunas empresas utilizan células madre embrionarias en lugar de células inmortales, otras utilizan células de animales vivos. “Ambas estrategias, sin embargo, también destruyen el argumento de que la carne cultivada no contiene animales”, remarca Mercola. Los científicos de los alimentos también están ampliando los límites de lo desconocido mediante la creación de alimentos híbridos en los que se han combinado células animales y vegetales, añade.
Mercola hace referencia a una reciente entrevista a la periodista de investigación Elze van Hamelen acerca de su investigación sobre la industria de la comida falsa, a la que se refiere como "comida farmacéutica".
USO DE LAS PALABRAS
Como señala Hamelen, un método clave con el que se está programando a la población para que acepte estos alimentos totalmente antinaturales es mediante la manipulación de la jerga y la redefinición de las palabras. "Carne", por ejemplo, ya no es carne sino "proteína", lo que implica que las fuentes de proteínas son en gran medida intercambiables. El hecho de que la proteína sea natural o no se convierte entonces en una cuestión secundaria, sin importancia.
Hamelen señala que la carne cultivada se cultiva utilizando exactamente el mismo proceso empleado por la industria farmacéutica cuando cultiva virus para vacunas. De ahí que los grandes laboratorios se ubiquen entre los principales involucrados en el desarrollo y promoción de este tipo de alimento artificial. Las técnicas de "fermentación de precisión" utilizadas en la industria de la carne falsa también reproducen las de la fabricación de medicamentos.
Por ejemplo, la insulina se fabrica utilizando bacterias modificadas genéticamente que tienen un gen de insulina humana, lo que hace que produzcan insulina durante el proceso de fermentación. Del mismo modo, la industria de la carne falsa utiliza microorganismos modificados genéticamente para producir aromas y otros ingredientes que se incorporan al producto final, detalla Mercola.
Al utilizar el término ‘producto fermentado’, la industria también intenta convencer al público de que no es diferente de otros alimentos fermentados a los que todo el mundo está acostumbrado, como la cerveza o el yogur. “Pero, en realidad, estos alimentos fermentados de forma natural no tienen prácticamente ningún parecido con los fermentos producidos utilizando microorganismos modificados genéticamente que son alimentados con azúcares baratos derivados del maíz y la soja transgénicos. El uso de maíz y soja transgénicos por sí solo hace tambalear los ‘beneficios medioambientales’ de los productos de fermentación de precisión. Además de una base de azúcares, pueden añadirse cientos de ingredientes al fermento para producir el producto final deseado, como una determinada proteína, color, sabor u olor”, precisa Hamelen.
Además del metabolito deseado, estos organismos modificados genéticamente también pueden despedir cualquier cantidad de metabolitos no deseados, que tienen consecuencias medioambientales y efectos sobre la salud completamente desconocidos.
La investigadora apunta que el microorganismo más utilizado en la fermentación de precisión de falsos alimentos es E. coli, que se manipula genéticamente para producir el compuesto deseado a través de su proceso digestivo. Pero también pueden estar despidiendo cualquier cantidad de metabolitos no deseados que tienen consecuencias medioambientales completamente desconocidas y efectos potencialmente tóxicos para la salud.
“Incluso las células cultivadas excretan catabolitos de desecho que son tóxicos. Esto contrasta fuertemente con los procesos de fermentación tradicionales, que producen residuos comestibles por los animales, compostables y que no suponen ningún riesgo biológico”, abunda. En cambio, los residuos biológicos de los fermentos de biología sintética modificados genéticamente deben desactivarse primero y eliminarse después de forma segura. No pueden ir a parar a un vertedero.
RESISTENCIA A LOS ANTIBIOTICOS
Otro peligro potencial es el hecho de que los microbios utilizados deben ser resistentes a los antibióticos, ya que necesitan sobrevivir a los antibióticos utilizados para eliminar otros organismos indeseables en la cuba del biorreactor (los biorreactores, esencialmente, son recipientes muy grandes para contener reacciones y procesos biológicos, para implantar un sistema basado en andamios y cultivar así "carne", que utiliza una estructura específica para que las células crezcan sobre ella y a su alrededor).
"Es casi seguro que los organismos resistentes a los antibióticos se integrarán en el producto final. Una de las posibles consecuencias es la aparición de nuevas enfermedades transmitidas por los alimentos”, vaticina Hamelen, quien insiste en que la industria de los falsos alimentos utiliza básicamente términos con los que todo el mundo está familiarizado para engañarnos, ya que la realidad es completamente opuesta a lo que el público entiende por el término.
"La escala necesaria para hacer que la ‘carne’ cultivada en laboratorio sea viable para el consumo masivo será la mayor forma de ingeniería de tejidos que exista y podría introducir nuevos tipos de células modificadas genéticamente en nuestra dieta”, alertan desde el Center for Food Safety. “También será necesario seguir investigando para confirmar o disipar las incertidumbres sobre diversos posibles problemas, incluida la seguridad de ingerir líneas celulares modificadas genéticamente de crecimiento rápido, ya que estas líneas presentan las características de una célula cancerosa que incluyen el crecimiento excesivo de células no atribuidas a las características originales de una población de células primarias cultivadas”, agregan.
La agrupación que aboga por la seguridad alimentaria también menciona que las compañías productoras no informan demasiado al público sobre sus métodos de procesamiento, aunque sus patentes públicas revelan la creación de “células oncogénicas o causantes de cancer”.
Una patente de Memphis Meats sobre la creación de líneas celulares pluripotentes modificadas involucra la activación o inactivación de varias proteínas responsables de la supresión de tumores. Otra patente de JUST Inc. describe la utilización de factores de crecimiento como parte de su medio de crecimiento. “Este proceso podría promover el desarrollo de células similares al cáncer en productos ‘cárnicos’ cultivados en laboratorio. Además, es posible que determinados factores de crecimiento puedan absorberse en el torrente sanguíneo tras la digestión”, remarcan desde el Center for Food Safety.
Asimismo, indican que si estas empresas de ‘carne celular’ utilizan células madre, deben prestar atención al riesgo de que aparezcan células cancerosas en sus cultivos. Un equipo de investigación del Instituto de Células Madre de Harvard (HSCI), la Facultad de Medicina de Harvard (HMS) y el Centro Stanley de Investigación Psiquiátrica del Instituto Broad del MIT y Harvard ha descubierto que, a medida que las líneas de células madre crecen en un entorno de laboratorio, a menudo adquieren mutaciones en el gen TP53 (p53), un importante supresor tumoral responsable del control del crecimiento y la división celular. “Esta investigación sugiere que las empresas cárnicas deberían utilizar tecnologías económicas de secuenciación genética para detectar células mutadas en los cultivos de células madre y poder excluirlas”, advierten e insisten en que todos estos nuevos métodos de fabricar células que sigan creciendo o diferenciándose requieren de una evaluación de seguridad para determinar si el producto final contiene o no células cancerígenas antes de que puedan ser comercializados.
Otro problema importante asociado a los métodos de procesamiento que utilizan líneas celulares y/o medios de cultivo es la contaminación. A diferencia de los animales, las células no tienen un sistema inmunitario plenamente operativo, por lo que existe una alta probabilidad de que crezcan bacterias u hongos, micoplasmas y otros patógenos humanos en las cubas de células. Aunque las empresas de "carne" cultivada en laboratorio insisten en que este tipo de producción de "carne" sería más estéril que la ganadería tradicional, se desconoce si esto es cierto sin el uso de antibióticos o algún otro medio farmacéutico de control de patógenos, cuestionan los miembros del Center for Food Safety.
"Según los comentarios de varias empresas, el uso de antibióticos en la industria sigue siendo muy poco claro. Aunque los promotores de la industria han esbozado muchos usos de los antibióticos en la producción de "carne" cultivada en laboratorio para prevenir la contaminación, no han revelado la cantidad de antibióticos que se utilizan en los diversos procesos”, agregan.
Muchas otras empresas afirman que no tienen previsto utilizar antibióticos en la producción a gran escala, lo que lleva a preguntarse si, además de los supuestos biorreactores estériles, utilizan otros procesos no revelados para evitar la contaminación. Por ejemplo, Future Meat Technologies describe el uso de una "resina especial" para eliminar toxinas.
"Debido a la naturaleza novedosa de la ‘carne’ cultivada en laboratorio, la falta de transparencia de las empresas implicadas y los innumerables riesgos potenciales para la salud de los consumidores, es de vital importancia una regulación rigurosa de este producto”, finalizan.
Por su parte, Mercola reflexiona: "Los alimentos reales, ricos en nutrientes, están desapareciendo gradualmente, mientras que el modelo agrícola industrial dominante está causando un aumento de las enfermedades crónicas y exacerbando el cambio climático. La idea de que los alimentos de laboratorio de alta tecnología y 'sin granja' son una solución viable a la crisis alimentaria no es más que una continuación de la misma mentalidad mecanicista que nos ha llevado a donde estamos hoy: la idea de que estamos separados de la naturaleza y fuera de ella".
Y para finalizar adelanta: “Al reemplazar los verdaderos alimentos de origen animal por alternativas patentadas, fabricadas en laboratorio, los globalistas tendrán un poder sin precedentes para controlar a la población mundial. También les otorgará un mayor control sobre la salud de las personas. Ya se sabe que el consumo de alimentos ultraprocesados contribuye a la enfermedad, y el benefactor de la mala salud es la Big Pharma”.
"La industria de los alimentos procesados lleva décadas provocando enfermedades crónicas que luego se tratan con fármacos en lugar de con una dieta mejor. Es probable que los alimentos sintéticos sean un factor aún mayor de enfermedad crónica y muerte prematura”, concluye.