El profesor Horacio Mosquera, director del Museo Nacional del Cabildo y la Revolución de Mayo, hace pocos días en la inauguración de la muestra Tras los muros del artista Seba Báez, con la curaduría de Nico Sosa, de textiles y cerámicas, nos recordaba que alrededor de medio millón de personas visitan anualmente el histórico edificio y agregaba “entre mayo y agosto se viene el grueso”.
El mes de mayo sin duda es emblemático siempre, por las exposiciones, por el tradicional cambio de guardia el 22 de mayo por el Regimiento de Infantería 1 Patricios, que tiene la custodia del lugar, ceremonia que en algún caso contó con la presencia del Presidente de la Nación, que además en otros tiempos después del Tedeum en la Catedral solía visitar la Sala Capitular antes de una parada militar que se realizaba alrededor de la Plaza de Mayo. Nos permitimos respetuosamente sugerirle al Señor Presidente que así como visita el 9 de julio la histórica casa de la Independencia en Tucumán, también en un futuro reestablezca esta antigua costumbre.
La vida de las ciudades -en las colonias españolas- estaban regidas por un Cabildo, que se encargaba de gobernarla y también de solucionar los problemas cotidianos, como también de la administración de justicia y de las milicias. Era una de las primeras obligaciones al fundarse una ciudad, establecer su Cabildo, la ciudad de la Santísima Trinidad en el Puerto de Santa María del Buen Ayres tuvo el suyo desde Cabildo desde 1580, aunque las actas se conservan desde 1589 y fueron publicadas por el Archivo General de la Nación. Primero en casas particulares, en el fuerte sesionaron aquellos primeros ediles hasta que en 1608 un precario edificio les hizo creer que tenían casa propia.
Pero a través de esas actas al poco tiempo y por espacio de más de un siglo, los cabildantes se quejaron de esta construcción hasta que lograron finalmente un proyecto para levantar un nuevo edificio. La obra comenzó el 23 de Julio de 1725 según los planos de Juan Bautista Primoli y Andrés Bianchi, arquitectos jesuitas. Este año celebramos los 300 años de la construcción del edificio, según algunos autores.
Blanqui tomó como modelo el edificio del Colegio de los Jesuitas de Milán. Su proyecto constaba de dos plantas en forma de U. En la parte alta ubicó la Sala Capitular y en la baja la capilla, las oficinas para el escribano, los cabildantes y los calabozos. El frente lo concibió de gran espesor y simétrico. Once arcos de medio punto en cada uno de los pisos y un cuerpo central sobre el que se alzaba la torre cuadrada rematada por una pequeña cúpula poligonal con techo de latón; a lo largo de todo el frente, un balcón con barandillas y ménsulas de madera.
La construcción fue muy lenta, se demoraron por los compromisos de Blanqui. Recién volvieron a tomar impulso en 1747. En 1764 se construyó la torre modificada de acuerdo con los planos del arquitecto español José Antonio Ibáñez. Al año siguiente se colocó el primer reloj, que fuera traído de Cádiz gracias a la gestión que realizara el Procurador de la Ciudad ante Carlos III. Que hizo sonar sus primeras horas el 1 de enero de 1765 y al año siguiente se colocó la campana.
EDIFICIO TERMINADO
Digamos que el edificio estaba terminado y en 1783 con la construcción de la capilla y al año siguiente de dos nuevos calabozos, la obra estaba concluida y así la vieron los porteños de aquel mayo de 1810.
Cerrada la institución capitular en 1821 habría de servir para diferentes funciones, entre ellas asiento de la Casa de Justicia y se le hicieron reformas. En 1889 con la apertura de la avenida de Mayo, le fueron demolidas tres arcadas del ala norte y la Casa de Policía. Y en enero de ese año el intendente interino Guillermo A. Cranwell autorizó la demolición de la torre.
Preocupado por estas iniciativas el Club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, presentó un proyecto para restaurar el edifico y recuperar la Sala Capitular. Presidía la entidad Tomás Santa Coloma y Francisco Argerich era el secretario de la misma. Esta alerta hizo que se nombrara una comisión integrada por Bartolomé Mitre, Andrés Lamas, Francisco P. Moreno, Tomás Santa Coloma y el concejal Fermín Rodríguez. Mitre presentó su renuncia por razones de salud y Lamas falleció, lo que hizo que la comisión se disolviera sin lograr su cometido.
En 1905 se lo intentó derribar para construir el Palacio Municipal y en 1931 perdió otros tres arcos al comenzarse las obras de la avenida Diagonal Julio A. Roca, hacia el lado sur, intentándose nuevamente su demolición.
El abogado e historiador Carlos Alberto Pueyrredon, que era diputado nacional presentó un proyecto que el 30 de mayo de 1933, se convirtió en la ley 11.688 por el cual se lo declaró Monumento Histórico Nacional, preservándose de ese modo el edificio. Cuando se instaló la Comisión Nacional de Museos una de sus primeras medidas fue inaugurar la remodelación de la Sala Capitular, ceremonia llevada a cabo el 11 de noviembre de 1939, como lo recuerda la foto que se acompaña-
El 20 de diciembre de ese año el Poder Ejecutivo nombró una Comisión encargada de realizar los estudios técnicos para restauración y reconstrucción definitiva del Cabildo. La integraban los señores Antonio Vaquer -director de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas-; Martín S. Noel -miembro de las Academias Nacionales de Historia y Bellas Artes- y Mario J. Buschiazzo -arquitecto adscripto a la Comisión Nacional, cuya presidencia la ejercía el doctor Ricardo Levene. Teniendo como antecedente la pintura del Cabildo realizada por Carlos Enrique Pellegrini en 1829, se realizó la obra que fue inaugurada por el 12 de octubre de 1940.
El 16 de junio de 1972 el doctor Julio César Gancedo descubrió en el hall del edificio una placa recordando la obra del doctor Carlos Alberto Pueyrredon con dicha ley, que ya no se encuentra en el edificio.
* Vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación.