En medio de las celebraciones de fin de año, momentos donde el consumo se dispara y los excesos suelen terminar en la basura, la organización busca encender una alarma sobre la gestión responsable de los alimentos. Y no es para menos debido a que en Argentina se desperdician 72 kilos de alimentos por persona al año, lo que equivale a la alarmante cifra de 1.000 millones de raciones de comida que nunca llegan a un plato.
ANATOMIA DEL DESPERDICIO
Para entender la magnitud del problema, Uranga enfatizó la necesidad de distinguir entre pérdidas y desperdicios. El directivo explicó que las pérdidas ocurren en las etapas previas a la llegada al consumidor (en el campo, el transporte o el local de venta), mientras que el desperdicio es lo que sucede una vez que el producto está en manos de las familias.
Curiosamente, el ámbito doméstico se ha convertido en un foco crítico. En los hogares argentinos, el desperdicio asciende a 198 kilos anuales. Según Uranga, esto responde en parte a modelos de consumo heredados de años de crisis ya que “quedamos un poquito en el modelo anterior de alta inflación y descuentos y alacenas llenas”. Esta costumbre de "stockearse" para ganarle a la inflación suele llevar a que los productos venzan en la alacena o se deterioren por falta de planificación.
De acuerdo con datos del Plan Nacional de Reducción de Pérdidas y Desperdicio de Alimentos, el deterioro durante el almacenamiento y la preparación en exceso son las causas principales. Las frutas y verduras encabezan la lista de lo que más se tira, presentes en el 77,2% de los hogares que descartan comida, seguidas por los panificados y los productos secos como harinas y legumbres.
IMPACTO INVISIBLE
El costo de tirar comida no es solo una cuestión social, sino que también impacta en el medio ambiente. Uranga fue enfático al señalar que el desperdicio de alimentos es uno de los principales contaminantes del planeta. “Cuando un alimento que es apto para el consumo se descarta, no solo se pierde la comida, sino que también se desperdician los recursos invertidos en producirla como son el agua, suelo, energía, envases y transporte”, señaló el directivo.
La ineficiencia de la cadena alimentaria genera emisiones de gases de efecto invernadero, como el metano y el dióxido de carbono, durante la descomposición de los desechos. Por ello, el rescate de alimentos se presenta como una solución de triple impacto sea económico, social y ambiental. El director del Banco de Alimentos resaltó la importancia de consumir productos locales y de estación para reducir la huella logística y el almacenamiento prolongado.
LOGISTICA
A pesar del complejo panorama, el 2025 arroja noticias esperanzadoras. El Banco de Alimentos ya ha recuperado más de 6.100 toneladas en lo que va del año y proyecta superar las 7.000 toneladas antes del cierre de diciembre. Este "récord" ha sido posible gracias a una mayor concientización y, sobre todo, a la eficiencia logística.
Sin embargo, la logística en zonas vulnerables presenta desafíos únicos. Llevar alimentos a barrios humildes es mucho más costoso y complejo debido a la falta de infraestructura para camiones de gran porte. Para mitigar esto, el Banco planea establecer próximamente nodos o puntos de entrega en el conurbano bonaerense para estar más cerca de las 1.311 organizaciones sociales que asiste actualmente.
En este engranaje, los voluntarios son el motor fundamental. Más de 7.000 personas pasan anualmente por el depósito de Benavides, centro neurológico de la entidad, para clasificar productos. El proceso es riguroso y se controla que el empaque primario esté intacto y que la fecha de vencimiento sea vigente. “Si está dañado el paquete primario, el producto se descarta”, aseguró Uranga, subrayando que la seguridad alimentaria es innegociable.
TRAZABILIDAD
Uno de los pilares que sostiene la red de donantes, que incluye a la industria alimenticia, supermercados y empresas de logística, es la trazabilidad. Cada producto que ingresa al Banco recibe un código de barras que permite informar al donante exactamente qué organización recibió su aporte.
“La trazabilidad es un deber ser, no hay forma de que las empresas confíen en nosotros si no le damos la transparencia absoluta de que el producto va a ir a manos de quien lo necesite”, señaló el directivo. Esta confianza es vital, especialmente en un contexto donde, según Uranga, en Argentina “donar un alimento, en muchas situaciones, es más caro que tirarlo para una empresa”, debido a la imposibilidad de recuperar el Impuesto al Valor Agregado (IVA) en las donaciones.
CONCIENCIA
Para que este cambio sea sistémico, debe comenzar en la cocina de cada casa. Desde la entidad resaltan que una correcta planificación puede reducir entre un 25% y un 40% el desperdicio mensual de una familia.
Entre las recomendaciones prácticas para estas fiestas y el resto del año se destacan la rotación de stock, en que "lo primero que vence, es lo primero que se usa".
Otro punto es la planificación semanal que permite evitar cocinar "de más", el gran error de las cenas festivas. También se insta a aprender técnicas para aprovechar sobras (encurtidos, conservas o fermentos) y priorizar lo necesario en productos perecederos como frutas, verduras y panificados.
Desde el Banco de alimentos se enfatiza que “El cambio cultural empieza en la cocina de casa”,una verdad que siempre influye para generar un verdadero cambio. En estas fiestas, el mejor regalo podría ser, precisamente, que nada sobre y que todo aquel alimento que se produzca, cumpla su destino final, el de alimentar a alguien.