El lunes pasado se inauguró Arfecine en su undécima edición, bajo la dirección de Pablo de Vita, en la Alianza Francesa, donde Georgia fue el país invitado con la presencia de su embajador, Gvaram Khandamishvili, que pronunció las palabras de estilo recordando que la Argentina fue el primero en reconocer su independencia en 1919 y luego, desde 1992, cuando se disolvió la Unión Sviétioca; antes de pasar a la proyección del filme mudo ‘Mi abuela’, filmado en 1929 y que la Unión Soviética no permitió estrenar y mantuvo prohibido durante cuarenta años. La exhibición fue acompañada al piano por la concertista Anais Crestin.
El miércoles, continuando con el programa, se realizó en el auditorio de Ucema, la exhibición del documental ‘El santo argentino en Madagascar’, sobre la obra solidaria del R.P. Pedro Opeka, fundador de la comunidad Akamasoa, que ha transformado la vida de miles de familias pobres. El documental fue realizado por Eddie Fitte y fue premiado en el NY Festivals.
Abrió el acto ante un auditorio que había colmado la ca- pacidad del lugar Pablo de Vita, quien se refirió al “compromiso con los dolientes de la tierra desde la fe del padre Opeka”, destacando que proviene de una familia de origen esloveno de la localidad de San Martín, que bulliciosamente lo acompañaba en el lugar, lo que después tuvo su explicación.
La embajadora de Eslovenia, Tina Vodnic, que hace poco está entre nosotros, se refirió a la labor del reli- gioso, propuesto con otros países para el Premio Nobel de la Paz por su fructífera y humanitaria labor. Acto se- guido, el vicerrector, doctor Antonio Marín, hizo mención a que la Ucema no podía estar ausente en esta visita y, en el marco de Arfecine, junto con representantes de otros cultos, de la comunidad académica y de la vida cultural, y que además estaba el Padre en su casa, porque cuando en 2018 fue nombrado por unanimidad del Consejo Superior Doctor Honoris Causa, se destacó su dedi- cación a la educación y el testimonio de su vida para sacar a la gente de Madagascar de la marginalidad, con valores universales que trascienden las fronteras. Justa- mente, ese “mundo justo, próspero y libre, que debe ser el ADN universal, es el de esta Universidad”.
Acto seguido, entregó a Eddie Fitte un diploma por su documental, y este dijo unas pocas palabras, dejando hablar a las imágenes.
Terminada la proyección, el padre Opeka hizo uso de la palabra. Expresó su agradecimiento por la recepción y a la embajadora, recordando que tiene la Orden al Mérito que le entregara el episcopado esloveno. Sus palabras fueron cortadas por aplausos reiterados. Se presentó humildemente como “un servidor” que desde su ordenación hace medio siglo en la Basílica de Luján de manos de monseñor Tomé, cuando éste le pidió unas palabras dijo “que nunca me olvide de los pobres”. Su labor en Madagascar desde hace casi tres décadas se concentra en tres bases fundamentales: el trabajo, la educación y la disciplina. Considera que “nadie tiene el monopolio de la ayuda social” y que no hay que prometer lo que no se puede cumplir”. Recordó episodios de su vida, como la visita del papa Francisco, que cuando se retiraba lo invitó a subir al Papa móvil, y quedó maravillado por la felicidad de esa gente. Creó sobre basurales diecisiete barrios, ha sacado de la marginalidad a medio millón de personas, recordó que antes de los cinco años mueren un 60 por ciento de los niños. Una obra extraordinaria que se replica en la Argentina, en la comunidad de Akamasoa, en Lima, provincia de Buenos Aires, de donde estaban presente Gastón y un equipo de colaboradores.
Recordó la cercanía de los políticos, que lo llaman pero no siempre cumplen; su visita al presidente Macri en ocasión de su visita en julio de 2018, lo mismo que de los presidentes de Madagascar. “Ellos se van, nosotros se- guimos”.
Cuando comentó que los argentinos le piden ir a ayudar a Madagascar, mencionó que él les ha dicho: “allá no, háganlo en el país”. Pero finalmente dejó impactado al auditorio cuando dijo: “Podemos dar de comer a toda África. En 1968 el índice de pobreza en la Argentina era del 3 por ciento; hoy ustedes saben de cuanto es”.
El aplauso final, sostenido, dejó ver también lágrimas en muchos rostros, en signo de gratitud a los organizadores de Arfecine, a las autoridades de la Ucema y a la embajada de Eslovenia. Fueron el mejor broche para esta jornada.