Opinión
UNA MIRADA DIFERENTE

El estrepitoso fracaso de la democracia

El sistema político por el que tantos dejaron su vida en las playas, en las colinas o asesinados en atentados, hoy en manos de ganapanes mundiales que lo han vendido al peor enemigo.

No hacía falta la carteriana huida de Estados Unidos de Afganistán, desorquestada por el presidente Biden, a impulso de la CIA o acaso no, siguiendo el consejo de sus asesores o acaso no, para haber llegado a igual conclusión que el título a esta nota. El gran sistema político que fue bandera de Occidente desde 1776, que garantizó la libertad y el progreso de miles de millones, que sacó de la pobreza, la ignorancia y el sufrimiento a tantos esclavos con y sin cadenas, agoniza. Y agonizan con él, en una injusta y eterna repetición prometeica, los que sufrieron y murieron en todos los rincones del mundo por defender esa idea, los que lucharon y dejaron sus vidas por guiar a sus pueblos por el camino de la grandeza, los patriotas, los estadistas, palabra hoy casi motivo de burla y escarnio por parte de seres menores y repugnantes. 

Quienes pretenden encontrar en el plebiscito permanente y por cualquier cosa, o en el tumulto y los motines callejeros una democracia directa,  con la que el pueblo conseguirá prerrogativas o concesiones que algún malvado le niega, y aún la elección de monigotes delirantes “antipolítica”o “antiestablishment”, que eliminará las desigualdades, (la pobreza se eliminaba bastante bien con la economía capitalista seria) sólo están organizando y universalizando el velatorio de la luminosa creación griega, que Estados Unidos llevara como estandarte y guía a todas las naciones. 

Casi desde el nacimiento de la Constitución estadounidense, Tocqueville había advertido de lo peligros de la demagogia, el doble circuito entre los votantes pidiendo favores y prebendas al gobierno, y el gobierno concediéndolas y además prometiendo nuevas. Por eso los políticos ya no son efectivos y ninguna prédica de seriedad y prudencia de su parte es aceptable para la sociedad. Tienen que aparecer dando y permitiendo cada vez más, no importa qué. 

Ahora la cuestión es mucho más desfachatada: los políticos se limitan a coimear a los ciudadanos para que los elijan, los reelijan o les perdonen y toleren sus robos. Lo que Fukuyama entiende por populismo. En ese empeño, prometen lo que saben que no pueden cumplir, dejan de lado toda prédica de prudencia y aún el concepto del esfuerzo previo. Y entran en su propia trampa. Si cumplen las barbaridades que prometen, crearán caos económico y social en sus países y corren el riesgo de ser expulsados o de terminar siendo dictadores para permanecer en el poder. Si no las cumplen, la masa estallará en las calles, impondrá de prepotencia lo que cree sus conquistas, y los políticos profesionales tendrán que ponerse al frente de esos movimientos para obtener o conservar el poder, u optar por ser dictadores. Todo en nombre del pueblo y de la patria. Ni siquiera se puede soñar con pensar en la idea de reimplantar el orden frente a una manifestación violenta destructiva, uno de los peores sabotajes a la democracia. 

Antesala de la tiranía

Ese concepto de pueblo y de patria tan en boga en la discusión diaria es el paso previo dialéctico de los tiranos. Como queda tan claro en la literatura de ficción de todos los tiempos y en la realidad histórica y actual. Por eso algunos países inteligentes, Uruguay por caso, desprecian esos dos términos cuando se usan en el discurso político, porque se los identifica con el léxico barato que usan los autócratas o los demagogos. 

Por eso la columna usa con precisión y profusión el término populismo. Sólo un desprevenido podría llegar a confundirse y creer que el término puede tener algo que ver con mejorar la vida de los pueblos. En cambio, es mucho más fácil y natural relacionarlo con un timo a la sociedad. Como bien lo confirma la partícula “ismo”, es un vicio colectivo, un virus de pequeñez inculcado, una pandemia de tiranía para lo que no se ha hallado vacuna aún. 

Por supuesto que, tras muchos años de pedir y conseguir, como un chico que escupe la cucharada de sopa porque otras veces le dio aparentemente resultado - y porque el león y el domador se han acostumbrado mutuamente a ese juego - a todo ese toma y daca se lo equipara a hacer política, bajo el pomposo rótulo de política social, la tumba de la seriedad y del pensamiento. Los efectos de esa complacencia, que siempre son deletéreos y casi siempre irreversibles, son cual disparos fatales al corazón de la verdadera política y de la democracia. 

Igualmente es cierto, y parte del mismo problema que, también universalmente, ha ido cobrando importancia y poder un tipo de político despreciable, que vive de su currículum, que vende sus ideas, alquila o presta sus principios y convicciones, tipología que a su vez tiene una subraza que además, tarde o temprano, participa de todo tipo de negociados, y no sólo los negociados políticos, sino los arreglos y estafas al estado mas viles y sucias. Y no, no son exclusivos de Argentina. Usted los ve en Estados Unidos, en Francia, en España, y también los ve en la bronca de la gente. Esos tipos, diría Serrat, los de la Nueva Clase, los de la moderna oligarquía, no tienen autoridad moral, ni razón, ni ganas, de jugarse su carrera o su vida predicando a las sociedades las conductas y los caminos prudentes y mucho menos los caminos honestos y de trabajo. Nunca perderían su negocio o sus negocios por semejante tarea romántica. Tampoco nunca se arriesgarían a discutir con sus socios de la Nueva Clase ni a enfrentarse con ellos. Ni a poner en riesgo ninguna prebenda para impedir un accionar negativo para la sociedad. 

Esa tolerancia de una gran mayoría de la clase política mundial, conlleva que los sistemas políticos y electorales, formales e informales, terminen adaptándose a ese criterio, y eternicen en el poder a esos grupos de ganapanes, delincuentes, negociantes, prebendarios y con alta proporción de incapaces. Desde ahí, se pasa a inventar los mecanismos que escamotean a los votantes la capacidad de elegir sus representantes más directamente que en la oscuridad de los partidos, que también suelen ser un oligopolio virtual, que se van replegando sobre sí mismos hasta volverse también tiránicos y tramposos. ¿Por qué la gente confiaría en semejante mezcla? 

Check list

Para volver a creer y delegar en ellos, cada político debería pasar por un check list de mínima: 


Y seguramente se podrían agregar otros ítems a la lista, todos tendientes a alejar la imagen de políticos que hacen negocios en ciertas áreas, con ciertos sectores, o comprando ciertos materiales. O vendiendo lobby. El punto es que ninguno de los personajes descriptos está en condiciones de simbolizar, defender ni representar a la sociedad y de ser baluarte de democracia. De lo contrario, es casi inevitable que la gente prefiera que se le consulte por todo, no deliberar a través de semejantes representantes, lo que luego lleva a que pida imposibles sin límite, y a que no crea en nada ni nadie.

Deseducación trotskista

Por supuesto que a este panorama hay que sumarle la deseducación sistémica que llevan a cabo los sindicatos trotskistas de docentes mundiales, que deforman desde hace varias décadas el pensamiento recto de los alumnos, y de paso, los privan de conocimientos que les permitirían comprender que están esperando imposibles que acarrearán el efecto contrario al que esperan. También la falta de salida laboral de actores, literatos y periodismo, en especial la de los millones de medios de comunicación que han aparecido con Internet y que no tienen posibilidad alguna de sobrevivir que no sea de modo corrupto, cuyas prédicas han convencido a grandes masas de la conveniencia de la gratuidad, el salario universal por existir, las bondades infinitas y antes no advertidas de sacarle a “los que más tienen” para darle a los supuestos postergados. 

Ese rezo continuo ha convencido a muchos de lo que es muy fácil ser convencido, es decir, no necesitar trabajar, preocuparse por el futuro, fumar libremente macoña provista por el estado, obtener crédito sin ajuste por inflación, que supuestamente impediría “el gran negocio de los bancos”, que ignora -la ignorancia es una herramienta vital en la causa de la antidemocracia – que los bancos prestan la plata de terceros. Gozar de alquileres bajísimos y controlados por el estado, igual que de precios que no pueden superar los topes determinados por algún o alguna examante en funciones de estado. El cupo es sagrado, en todo el mundo. 

La concatenación de estos procesos lleva a que se terminen aprobando constituciones como es más que evidente será la de Chile, -Una carta a los Reyes Magos, en toda su extensión, o a elegir presidentes como el de Perú, que no tiene ningún recorrido posible más que el fracaso. 

Por supuesto que la consecuencia lógica es que la democracia no tiene ya ningún respeto, ni significado, ni otorga ninguna legitimidad a los representantes elegidos. Nótese el efecto que ha tenido la campaña pre y pos electoral de Trump alegando trampa, que nunca se llegó no ya a demostrar sino a sostener con alguna evidencia aceptable. ¿Cree la lectora en los resultados de la democracia americana? Probablemente no más que en la de Rusia. ¿Y en la de Argentina? ¿Cree que habrá fraude en las próximas PASO? Nuestra democracia perdió la guerra. 

Paradojalmente, cuando un partido de extrema izquierda, el peronismo en Argentina, o el  PIT-CNT con su empleado el Frente Amplio en Uruguay, o Maduro, gana las elecciones usando cualquiera de las variantes que ya son conocidas y perversas, para lo que sirve la democracia es para que el marxismo pase a hacer lo que quiera en nombre de esa mayoría. (Un concepto que los griegos fulminarían) Al tiempo que ignoran la democracia cuando pierden, como ha sostenido repetidamente esta columna, la sabotean, la huelguean, le impiden gobernar, sacan “la gente a la calle” e inventan paros por cualquier razón. 

El Gran Reseteo

En tal marco aparece el Gran Reseteo. Este proceso, que tiene mucho parecido con el Paraíso terrenal, no existe. Tampoco es viable por más de un instante. No se trata de que el capitalismo ha recapacitado y ha decidido salir de todos sus pecados. No se trata de que los grandes pensadores han determinado que lo que realmente conviene es imprimir billetes y repartirlos a todos, sin contrapartida. No se trata de una teoría económica ni siquiera descabellada. Es un invento publicitario, probablemente para presionar sobre los gobiernos débiles, corruptos, interesados o simplemente desprevenidos. Por supuesto, la pandemia, que ha acostumbrado a no trabajar, también tiene la salida fácil de hacer “lo que todo el mundo hace” imprimir billetes y regalárselos a los que “menos tienen”. El sueño de muchos, ya aleccionados, como se dijo. El sueño del populismo y de los populistas. (La columna puede denominarlos de otro modo, pero prefiere respetar las formas)

Eso que se llama reseteo no sólo es imposible, sino que tiene consecuencias inmediatas catastróficas. En lo único que tendría éxito el marxismo sería en igualar en la miseria total a toda la humanidad. Es posible que Estados Unidos siga un tiempo más en esa línea totalmente de propaganda. Corre el mismo riesgo que en Afganistán. Creer que su economía es tan fuerte que puede hacer lo que quiera. Wake up. No longer. Que en el idioma técnico se traduciría: se van a estampar en la primera curva. 

Pero la prédica es exitosa en su objetivo central: terminar de destruir la democracia y a sus políticos fácilmente destruibles. Solamente los gobiernos y políticos de coraje técnico, conocimiento y sentido patriótico se mantendrán en una línea económica de cordura, basada en la seriedad, en la acción humana y en el intento de aumentar el libre intercambio comercial. Resistiendo la crítica y la propaganda no sólo de la izquierda abierta, sino de las organizaciones tipo FMI, que siguen un camino absurdo por el que simultáneamente les prestan plata a países sin crédito ni merecimientos, y les recomiendan políticas que les hará imposible pagar esos créditos. Georgieva Papisa. Perdón, Papa, para sonar inclusivos. 

De ahí a la pedrea, a la asonada, al grito y a la democracia directa, dirigida por los mismos chanchitos en dos patas que solemos describir siempre. El efecto se nota con tanta claridad en las campañas locales por las PASO, que da asco. 

Otro efecto interesante

Hay otro efecto interesante que puede quedar como residuo de estos procesos, de pandemia, de políticos, de educación y de propaganda. Que el tercio del mundo gobernado por alguna clase de dictadura fuerte, no flojita, termine siendo más capitalista a su modo que los otros dos tercios que renuncien a ser lo uno y lo otro. Con una ventaja. No tienen sindicatos, ni piquetes, ni huelgas ni marchas ni reclamos. Ni tienen a Rusia o a China soplándoles la nuca, tirándoles bombas de opinión con la potencia de su IA. Ni a la ONU, a la OMS, al FMI, al Papa ni a la prensa comunista en contra. Ni sindicatos docentes que indoctrinen, ni obligación de reseteo alguno. Tampoco demasiados reclamos feministas, cancelatorios, babeles idiomáticos, de género, sexuales, cupos de cualquier índole, negacionismos ni abolicionismos. Y de paso, no tienen que lidiar con el obstáculo electoral, como dijera esa gran exégeta alberdiana, Cristina Kirchner. 

La pérdida de respeto y argumentos de Biden en esta desafortunada retirada, también le ha quitado poder de convicción y credibilidad. Difícilmente logre algo en su nueva política anti-China, no ya con el resto de Asia, sino con la misma Europa. En tales condiciones, es fácil suponer que China, Rusia, Corea del Norte, el mundo árabe, Saudi Arabia, los Emiratos, Egipto, Siria, se inclinarán mucho más a comerciar con China y aún con Rusia. Mire la lectora por dónde pasa la ruta de la seda. País por país. Y verá que el mundo más potente comercial y financieramente está cerquita de estar fuertemente influido por esas 30 y tantas naciones gobernadas por tiranos, y a girar en torno a ellas. Un tercio del mundo en población. Y sumando.  Lindo dilema para Qatar, hasta ahora amigo obediente de EEUU. Y ni hablar de Corea del Sur. 

Otro factor a incorporar al análisis es otro país, sin bandera, sin religión y sin elecciones, que son las empresas multinacionales. Y aquí tiene sentido no hacer diferencia entre las empresas occidentales y las empresas chinas con proyección al resto del mundo, como las tecnológicas, el 5G, por ejemplo, donde China tiene una ventaja tanto en desarrollo como en calidad de sus técnicos, mejores que los norteamericanos a veces, y educados en las grandes universidades mundiales. Con un fanatismo por aprender que mete miedo.  ¿Qué moneda se usará en las transacciones entre estos países y estas potencias? 

Esas empresas, no estaban felices con Trump, y menos lo están con Biden. Y las chinas no están para nada de acuerdo con las estupideces de Xi Jinping, que ha decidido jugar al comunismo con sus acciones, como si fueran bolitas. Un joven chino con enseñanza universitaria, o un empresario chino de TikTok, comprende mucho más que Biden, Xi, Kicillof o Tolosa Paz las ventajas del intercambio comercial. Y ninguna empresa americana querrá vender su celular a un precio 5 o 6 veces mayor al que cobra hoy porque a alguien se le ocurra decir “make America big again”.  Tal vez sea esa la única democracia que resista. La de los intereses económicos. 

Ya que de negocios y números se trata, habrá que tener en cuenta que Afganistán, como otros países paupérrimos de las zonas que ahora son caóticas e incomprensibles, poseen reservas de metales estratégicos para los autitos eléctricos de Biden muy importantes. Con lo que esa región, conocida hasta ahora por ser el centro de negocios negros, lavado, traficantes y afines, podría a llegar a ser otro reducto de los intermediarios mundiales de esos metales, casi siempre en manos sucias de los dictadores y amigos. Con lo que el negocio y el acomodo no se limitará al petróleo. Todo esto, en un mundo no democrático de tiranos asesinos. ¿Cuál será la reserva de valor en dos o tres años vista en este nuevo capitalismo dictatorial, pongámosle? La estratégica Blitzflug de Afganistan puede tener precios que hoy no son visibles. Hace de esto casi 40 años un amigo financista decía que tenía su dinero en dólares porque EEUU los protegía con su fuerza aérea. Es de esperar que esté vivo, para saber su percepción de este momento. 

El dilema

Habiendo llegado hasta acá, surge un dilema para las sociedades de países democráticos, en manos de esos tipos de la Nueva Clase contra quienes la columna tiene algo personal. Una sociedad que representa dos tercios del mundo, con una parte importante de capital, ahorros, negocios, utilidades y patrimonios. Si estos países terminarán en manos de democracias directas locas e insensatas, que pasarán por alto o por cualquier otro lado los intereses de las minorías y se comportarán como un conquistador sobre esos patrimonios y bienes, y aplicarán ideas ruinosas que impedirán a quien lo desee ejercer su comercio o industria o disponer de su patrimonio, ¿no tendrán sus ciudadanos el derecho humano de promover una secesión con un cierto porcentaje de votos? ¿O se terminará convalidando que una mayoría circunstancial se imponga sobre una minoría y le condicione el resto de su vida? Porque si no, habría que empezar a hablar de dos comunismos y elegir cuál es el que más conviene.

Tratando de buscar ejemplos para mejor entender la naturaleza y causa de la grandeza de las naciones, de sus hombres, de sus políticos, con sus luchas, sus errores, pero con una honestidad y un patriotismo que los hacía merecedores del agradecimiento y el reconocimiento de sus rivales y sus compatriotas, surgió la figura monumental de Yitzhak Shamir, uno de los fundadores del estado de Israel, un luchador en la guerra y en la paz, primer ministro en dos períodos, ministro de guerra de Menachem Begin, a quien continuó un año a su muerte y luego sucedió. Un héroe y un patriota. En 2004, la familia lo interna, atacado por un Alzheimer que lo llevaría a la muerte en 2012. La familia, que no tenía recursos, pide al estado de Israel una ayuda para costear su estada en el internado. El gobierno israelí se la niega. Finalmente, sólo había cumplido con su deber. 
Sólo han pasado 17 años de esa historia. 

Si un político de hoy tuviera que enfrentar a Hitler, seguro se rinde sin luchar. Plata para un sanatorio no le habría faltado, eso sí.