Opinión
El rincón del historiador
El drama de Navarro y la grandeza de Dorrego
Por Julio C. Borda *
Uno de los momentos más trágicos de nuestra historia patria fue el fusilamiento de Manuel Dorrego, que se produjo en diciembre de 1828. El responsable de la funesta orden fue el General Juan Lavalle, quien influido por los consejos de hombres que respondían al Partido Unitario, procedió a cumplir con la ejecución.
Se dice que Dorrego fue un hombre de una gran valentía, pero que no era afecto a obedecer las órdenes impartidas por sus superiores; debido a ello, muchas veces se vio en graves dificultades.
Tal vez uno de los momentos más tensos fue cuando en una clase que daba el General San Martín, Dorrego tuvo el atrevimiento de burlarse de don Manuel Belgrano, por el que no guardaba ninguna simpatía. El Libertador entonces lo llamó al orden aplicándole una severa sanción. El nombre completo del fusilado de Navarro, era Manuel Críspulo Bernabé Dorrego, quien nació en Buenos Aires en 1787 y era hijo de un comerciante portugués, José Antonio do Rego. Su madre -porteña- se llamaba María de la Ascensión Salas. Posteriormente el apellido fue castellanizado y de ahí entonces, comenzó a pronunciarse Dorrego; es que su apellido era de origen portugués.
GRAN ERROR DE LAVALLE
Pero volviendo a las horas finales de Dorrego, como bien se sabe, su fusilamiento fue el gran error de Lavalle; la posterior tragedia que padeció la Nación debido a aquel crimen inexplicable, fue irreparable.
El 1º de diciembre de 1828 se produjo la revolución que derrocó a Manuel Dorrego, quien se destacaba por ser un estadista eminente y que podría haber cambiado el destino del país.
Pero el odio de los unitarios hacia su persona, pudo más; a pesar de haber hecho una destacada labor mientras ocupó el cargo de gobernador, a Dorrego se lo culpó falsamente de ser el responsable del acuerdo con el Brasil donde la Patria fue perjudicada.
Sus enemigos aprovecharon las circunstancias para convencer al débil Juan Lavalle, que en ese momento gozaba de enorme prestigio, a que encabezara la revolución decembrista. Y así fue; Lavalle, una vez tomado prisionero Dorrego, ordena que se lo traslade a los campos de Navarro, en donde se encontraba su campamento. Allí se le comunica al ex Gobernador que en una hora sería fusilado. La ilegalidad del proceso fue alarmante.
TESTIGO PRIVILEGIADO
Don Gregorio Aráoz de Lamadrid, testigo privilegiado de ese terrible momento y que sentía una gran estima por Dorrego, lo vivió traspasado por la angustia, ya que la sorpresa que se llevó fue tremenda al tomar conocimiento de la absurda y arbitraria decisión de Juan Lavalle.
En sus Memorias, dice Lamadrid: “Antes de llegar preso a Navarro, el Gobernador Dorrego habíame dirigido una esquela con lápiz.. suplicándome que así llegara al campamento, le hiciese la gracia para hablarle a Lavalle antes que nadie. Se la presenté al general Lavalle para solicitar su permiso para hablar con el señor Dorrego…Corrí a ver al general, hícele presente el empeño justo de Dorrego para que se lo concediera, pero se negó abiertamente.
¡No quiero verle ni oírle ni un momento! Fue su respuesta. Sali desagradado y volví sin demora con esta funesta noticia a mi sobresaltado compadre… pero lleno de entereza me dijo: no sabe Lavalle a lo que se expone con no oírme”.
Lamadrid intentó ante Lavalle de pedir otra solución, como por ejemplo la expulsión del país del ex gobernador, pero el jefe de la revolución éste ya estaba decidido. No había nada que hacer. El fusilamiento era inminente. El arrepentimiento de su acción, persiguió a Lavalle durante toda su vida.
GRANDEZA E HIDALGUIA
Toca ahora hacer hincapié en la grandeza e hidalguía con que don Manuel Dorrego enfrentó el pelotón de fusilamiento. A través de las cartas enviadas a su mujer y a algunos de sus amigos, el ex Gobernador demuestra una entereza poco común frente a la cercanía de la muerte. Sólo le preocupa que ella no sea motivo de venganzas, y no sólo clama por ello, sino que también perdona a sus enemigos.
A continuación, hemos de transcribir tres de las cartas más impactantes escritas por el fusilado de Navarro.
Para su esposa: “Mi querida Angelita: en este momento me intiman que dentro de una hora debo morir;ignoro porqué, más la providencia divina en la cual confío en este momento crítico, así lo ha querido. Perdono a mis enemigos y suplico a mis amigos que no den paso alguno en desagravio de lo recibido por mí. Mi vida, educa a esa amables criaturas, sé feliz, ya que no los has podido ser en compañía del desgraciado Manuel Dorrego”.
A don Miguel de Azcuénaga: “Mi amigo, y por usted a todos: dentro de una hora me intiman debo morir, ignoro porqué; la Providencia así lo ha querido. diós mis buenos amigos, acuérdense ustedes de su Manuel Dorrego. En este momento la religión católica es mi único consuelo”.
A Estanislao López: “Mi apreciable amigo, en este momento me intiman morir dentro de una hora. Ignoro la causa de mi muerte; pero de todos modos perdono a mis perseguidores. Cése usted por mi parte de todo preparativo, y que mi muerte no se causa de derramamiento de sangre”.
HOMBRE SUPERIOR
Como se puede apreciar en esas cartas no hay una palabra de odio ni de resentimiento, sólo de paz y concordia. En ellas se refleja que era un hombre firmemente creyente que depositaba en la fe toda su esperanza.
Sin duda alguna, Manuel Dorrego era un hombre superior, inmolado injustamente por el capricho de los hombres.
* Abogado e historiador. Autor, entre otras obras históricas de: “El señor de la Patagonia. Vida de Francisco P. Moreno”; “Aquel gran hombre. Vida de Manuel Belgrano”; “Poeta de Las Pampas. Vida de José Hernández”; “Guardián del Norte. Vida de Martín Miguel de Güemes”; “Caudillo Inmortal. Vida de Juan Facundo Quiroga y “Estadista Universal. Vida de Isabel la Católica”.