La reunión concretada ayer en la Casa Rosada entre el presidente Javier Milei y un amplio número de gobernadores de provincias (solo quedaron excluidos de la invitación Axel Kicillof, titular de la provincia de Buenos Aires, Ricardo Quintela, gobernador de La Rioja, Gustavo Melella, de Tierra del Fuego y Gildo Insfrán, de Formosa), ilustró el inicio de una nueva etapa del gobierno libertario, consolidado cuatro días antes con su rotunda victoria en las elecciones legislativas.
El Presidente superó el domingo 26 inclusive las expectativas de su propia fuerza, que una semana antes apenas se atrevía a prever un esforzado empate en el escrutinio nacional y un recorte de la diferencia de 14 puntos que Unión por la Patria, la lista de Axel Kicilof y Cristina Kirchner, le había infligido en el comicio local bonaerense del 7 de septiembre. En cambio, La Libertad Avanza se impuso en la gran mayoría de las provincias y también en Buenos Aires, donde Diego Santilli tuvo que reemplazar en la cabecera de la lista violeta (aunque no en las boletas electorales) al renunciado José Luis Espert.
Milei se puso personalmente a cargo de la campaña y animó con entusiasmo actos y marchas masivas en ciudades –Rosario, Córdoba- que a priori parecían muy peleadas para los libertarios ante corrientes locales apoyadas por gobernadores muy arraigados en sus provincias, como Maximilano Pullaro y Martín Llaryora.
Así, la elección, que se perfilaba como un serio desafío para el Gobierno, terminó plebiscitando favorablemente su gestión, su imagen y ofreciéndole al Presidente la oportunidad de un segundo comienzo.
Llegó a la presidencia en la segunda vuelta de 2023, en la primera había conseguido una magra cosecha de legisladores y ningún gobernador, lo que lo obligó en una primera etapa a buscar la cooperación de otras fuerzas y, sobre todo, la de gobernadores ajenos, una ayuda que su propia gestión, su intransigencia y sus modales empujaron a la disidencia y a la crítica. Ahora está en condiciones de remediar tanto aquel déficit original como los errores propios.
A partir de ahora, comienza a configurarse un verdadero oficialismo nacional, más allá de la mera centralidad del liderazgo presidencial. Ya está políticamente más fuerte y a partir de la incorporación de los legisladores elegidos contará con bloques en condiciones de influir en el Congreso, pero todavía necesitará ayuda para poner en marcha las reformas que el país requiere, que gran parte del electorado que lo votó espera y que muchos de sus aliados reclaman.
La reunión de ayer con los gobernadores y el tono ponderado del discurso que leyó la noche del domingo indican que Milei ha comprendido lo que el momento le pide.
 
LA CARNALIDAD
Un mes atrás, así como buena parte del oficialismo dudaba de sus propias fuerzas políticas, la economía trastabillaba y quemaba velozmente sus escasas reservas en una pelea por sostener la paridad del dólar. Cuando se rozaba ya una situación verdaderamente crítica, el Gobierno consiguió el respaldo muy activo de la administración de Estados Unidos. Donald Trump y su secretario del Tesoro, Scott Bessent, rescataron al Gobierno a fuerza de prédica favorable, ayuda financiera e intervención política. Estaban guiados por un motivo estratégico: sostener al aliado más importante que Washington tiene en una región en la que observan la pujante expansión de la influencia china. Mérito de Milei: él apostó oportunamente de modo de ser notado y así con siguió para la Argentina un ancla externa.
La intervención de Bessent ayudó a sostener a la Tesorería argentina, sus “compras de pesos” (por valor de unos 2.000 millones de dólares) permitieron que el peso se fuera devaluando gradualmente hasta alcanzar una cotización de 1.500 pesos que es la que ahora el ministro Luis Caputo admite que le cae muy bien.
Pero Bessent también predica exitosamente hacia el gobierno: su insistencia en que en esta etapa el Presidente debe ampliar las bases de sustentación convocando a otros actores políticos y a los gobernadores, que en otras ocasiones, sugerida por otros, fue desdeñada por el oficialismo, ahora ha sido rápidamente atendida.
No se trata solo de que los gobernadores, hablando con los diputados y senadores de sus provincias, ayuden a que avancen en el Congreso las reformas más reclamadas (tributaria, laboral, previsional); interesa también -quizás principalmente- la cooperación de los gobernadores para activar inversiones en sectores en los que Estados Unidos quiere aventajar a sus grandes competidores, en primer lugar China. Por ejemplo: litio, uranio, cobre, tierras raras. Sucede que desde la reforma constitucional de 1994 (artículo 124) corresponde a las provincias el dominio originario de los recursos naturales existentes en su territorio, incluyendo los del subsuelo, razón por la cual cualquier acuerdo sobre esas cuestiones no es atribución del gobierno central sino de las autoridades de cada provincia.
Hay pues motivos “carnales” –en el sentido ditelliano que aludía a intereses concretos– que vuelven imprescindible una participación ampliada para que se abran las vías a la inversión y, por ende, la producción y el empleo. La presencia en el país del gran jefe del banco JP Morgan, Jamie Dimon, y la designación casi simultánea del nuevo canciller argentino, Pablo Quirno, miembro del equipo de Luis Caputo y ex ejecutivo del banco de Dimon constituyen casualidades llenas de sentido.
A partir de su triunfo del último domingo el gobierno de Milei puede encarar la nueva etapa desde una posición de fuerza relativa. Tiene apoyo electoral y cuenta con la asociación con Trump en un momento en que Estados Unidos tiene motivos propios para impulsar la inversión en la Argentina, como parte de la reorganización mundial de recursos que Donald Trump está impulsando a fuerza de aranceles, negociaciones y decisiones a veces más bruscas. Paradójicamente, Milei, cuya fuerza se asienta sobre todo en el electorado antiperonista, parece haber comprendido cabalmente una enseñanza de Perón: la política contemporánea, la que verdaderamente importa, es la política internacional que se juega tanto dentro como fuera de las fronteras.
Merced al voto ciudadano el Gobierno puede ahora sentirse amnistiado por los errores autoinfligidos (affaire Libra, audios de Spagnuolo, escándalo Espert): el electorado pareció relativizar o perdonar esos episodios. El mérito atribuido al gobierno en materia antiinflacionaria pesó más, al igual que el respaldo explícito de la administración Trump, cuya advertencia sobre las consecuencias de una eventual derrota de Milei evidentemente tuvo impacto.
LO NACIONAL Y LO LOCAL
El éxito de Milei dinamiza el proceso de revisión que ya se venía tramitando en el seno del electorado peronista. La figura de Cristina Kirchner está erosionada principalmente porque está conectada a sucesivas derrotas y a un empecinamiento en mantener posiciones de poder que obstruyen las posibilidades de renovación de un movimiento que ha sobrevivido por su capacidad de adaptarse a diferentes climas y necesidades de época.
Pero Milei también triunfó sobre la alianza de gobernadores nucleados en el partido Provincias Argentinas, La Libertad Avanza venció a los gobernadores de Córdoba y Santa Fe y debilitó a otros que representaban la base potencial de expansión de ese espacio como el gobernador de Chubut, Ignacio Torres, uno de los pilares de Provincias Unidas. Solo Corrientes mantuvo en alto la bandera del nuevo partido, aunque con un desempeño muy inferior al de su elección provincial de septiembre.
Quizás pueda aventurarse una conclusión: los electorados diferencian el alcance de los liderazgos. Los gobernadores consiguen magníficos resultados cuando las elecciones son sobre asuntos provinciales (Pullaro ganó la constituyente de Santa Fe hace pocos meses, el correntino Valdés consiguió un triunfo demoledor que hizo gobernador de Corrientes a su hermano, Llaryora vence con comodidad la puja provincial en Córdoba.
Pero sus electorados no vieron en ninguno de ellos (ni en la suma de ellos, Provincias Unidas) un liderazgo nacional alternativo al de Milei. Eso, sumado a la idea de que podía volver el kirchnerismo y a la advertencia de Trump de que no ayudaría al país si Milei perdía configuraron un cuadro amenazante de desorden que incentivó el triunfo de La Libertad Avanza.
El nuevo escenario facilita las tratativas para Milei. El respaldo electoral y el retroceso de Provincias Argentinas fortalecen su capacidad de negociación.
El desafío inmediato será administrar esos entendimientos, preparar la aprobación del presupuesto en sesiones extraordinarias y dialogar con otros actores involucrados en las reformas que se buscan, particularmente con el movimiento obrero que se apresta a renovar su dirigencia.
El Presidente debe, al mismo tiempo, poner orden en su propia fuerza, que llegó a la elección desgastada por disputas y fricciones entre facciones.
El resultado refuerza la posición de la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei. Ella condujo el desarrollo territorial del partido oficialista, que fue clave en el resultado obtenido. Su figura había sido cuestionada tanto por el círculo rojo como dentro de La Libertad Avanza.
En el “triángulo de hierro” que conforman los principales estrategas del gobierno, Santiago Caputo le reprochaba su dureza con los gobernadores aliados. Hoy, con los números en la mano, Karina puede alegar que su estrategia territorial allanó el terreno para las negociaciones que se abren. El fortalecimiento de Karina implica también un debilitamiento relativo de Caputo, que se creía ya consagrado tras la remontada electoral. Algunos signos indican que la ofensiva del Caputo joven está, por lo menos, demorada.
Los rumores de que ingresaría al gabinete para reemplazar a Guillermo Francos parecen desmentidos por el relieve que el Presidente le ha otorgado a Francos desde el momento del triunfo.
Aunque su fuerza haya echado raíces territoriales con el triunfo electoral, los cambios que Milei busca promover solo serán viables mediante acuerdos con gobernadores y sectores opositores afines, con o sin reparto de cargos ministeriales. Hay mucho para hablar de aquí a diciembre.