Opinión
El Papa en la política doméstica
Si la designación de un papa argentino fue un hecho extraordinario, tanto o más lo fue que no hubiese vuelto desde entonces a pisar su tierra. La decisión de no volver a la patria se hizo más notoria, porque desarrolló gran parte de su labor pastoral con 47 viajes internacionales que lo llevaron a más de 60 países.
En América latina visitó a casi todos los países limítrofes salteándose a la Argentina. Nunca explicó por qué. Aclarar las razones de esa omisión es clave porque permitiría avanzar en la comprensión de lo que se ha dado en llamar la “grieta”.
La verdad no pacificará las almas, pero puede convertirse en el primer paso para afrontar esa ímproba tarea.
La hipótesis más verosímil parece la del temor a una partidización de la visita. Tuvo una relación fluctuante con todos los presidentes, pero era pública su simpatía por el peronismo. Desatar con su presencia una controversia entre peronistas y antiperonistas hubiera profundizado las divisiones y enconado a las partes. Como consecuencia, su figura hubiese quedado en medio de una violenta disputa.
Con el kirchnerismo, Bergoglio tuvo encontronazos desde que era arzobispo de Buenos Aires. Lo consideraron en algún momento un franco opositor y hasta dejaron de celebrar el tradicional Tedeum en la Catedral porteña para llevarla al interior del país. Hubo además una campaña apenas larvada desde medios K sobre su supuesta colaboración con la represión ilegal de los 70 que nunca fue demostrada, pero que manchó su imagen con la sospecha.
Finalmente, Cristina Kirchner propuso un armisticio, las partes se acercaron y La Cámpora fue recibida con gran despliegue mediático en el Vaticano. Pero la armonía duró poco. Desinteligencias sobre candidaturas hicieron que las relaciones se enfriaran, hasta que el peronismo perdió el poder.
Con Mauricio Macri la relación fue mala desde el vamos no sólo por cuestiones ideológicas. Bergoglio no digirió nunca que, cuando era jefe de gobierno de la Ciudad, Macri hubiese desoído su pedido de oponerse al matrimonio entre homosexuales.
Con Alberto Fernández la relación quedó signada por la pésima gestión presidencial y con Javier Milei amenazaba con convertirse en explosiva, pero ambas partes decidieron razonablemente dejar de confrontar.
En síntesis, la cuestión de la visita a la Argentina estuvo directamente afectada por la estrategia doméstica de Francisco. Cuando el peronismo fue gobierno no se convirtió en fuente de consulta ni tuvo influencia sobre el poder. Cuando el peronismo pasó a la oposición tomó algunas decisiones polémicas como la de respaldar a los piqueteros, a los curas villeros, a Milagro Sala o a Juan Grabois. Eso, más la polarización creciente de la política nativa, lo llevó a desistir de la idea de convertirse en la proverbial “prenda de unión”, un rol que podía haberle quedado justo. Quedó frustrada de esa manera una buena oportunidad para generar en el país un clima de convivencia y normalidad institucional.