Es de suponer que en el proyecto del presupuesto que se prepara para el ejercicio próximo se han tenido en cuenta los compromisos de reajuste y ordenamiento solemnemente contraídos en los últimos tiempos, así como la experiencia desastrosa a que nos ha llevado el manejo incontrolado de los recursos públicos, buena parte de los cuales fue siendo utilizada para fines demagógicos cuando no para el financiamiento de prebendas directas o indirectas y de compromisos de la más oscura procedencia política.
Ya se ha logrado la anunciada y prometida corrección del desequilibrio financiero que tanto nos afectaba; existió la real decisión de frenarlo. Es así como estamos llegando a fin de año con una reducción enorme del impresionante déficit que dejaron los anteriores gobiernos.
Si se regresa al gasto desproporcionado, viviremos otra vez el proceso inflacionario que coarta las posibilidades de crear un mercado de capitales atractivo para la inversión. Si se obliga al Gobierno a torcer el rumbo fijado a la economía, rumbo que ha importado un equilibrio en importantes sectores de la producción, se necesitará dinero creado artificialmente por el Estado para escurrir el déficit.
Ello provocaría una distorsión de la economía y agudizaría el proceso inflacionario al que nos referimos. Volver al pasado significaría, además, vivir sin seguridad jurídica, sería inútil llamar a los inversores. Estos desean mantener en primer término la intangibilidad de su capital y la liquidez de su inversión, además de una renta razonable de acuerdo al capital invertido.
Resumiendo, sería imposible pretender la consolidación de la producción y, por ende, hablar de expansión económica.
ESTABILIDAD
Estabilizar la moneda mediante un presupuesto equilibrado es fundamental para el Gobierno, es la forma más efectiva de restablecer la confianza pública y de lograr la acumulación de ahorro nacional y del aporte del capital extranjero.
Y, si no se logran las reformas estructurales será difícil que el Gobierno pueda lograr superar las dificultades que lo envuelven y rescatar al país de los desequilibrios presupuestarios que lo han perturbado, así como de la insidiosa crisis a la que nos ha llevado el kirchnerismo. Con respecto al Gobierno, ante la actitud obstruccionista de la oposición, debería salir a explicar a la sociedad los por qué de seguir el camino del sacrificio y del esfuerzo. Si sólo se piensa en las medidas mecánicas y se sigue ignorando el factor psicológico, determinante de la confianza y de la afluencia de capitales, todo lo que se haga en materia de saneamiento monetario y financiero sólo servirá para provocar recesión.
Las actitudes del gobierno, apurado por conseguir la reforma laboral y el presupuesto no fueron las apropiadas. Los pactos realizados entre gallos y medianoche con el kirchnerismo no eran convenientes, fue una acción arbitraria.
Se olvidó el deber jurídico y mostró que las normas legales solo existen para el gobierno y la oposición cuando se avienen a sus propios intereses. Así actuó siempre el kirchnerismo, no se lo debería imitar ya que no son lo mismo, aunque sea por conseguir algo favorable a los deseos de cambio. Se ve otra cosa, siempre, con el ejemplo.
Hay que terminar definitivamente con estas políticas de transacción, transgresión y acomodo. La parte de la sociedad sana, la que votó por un cambio, es lo que quiere. Se debe conciliar lo que se dice con lo que se hace, no se puede predicar agua y tomar vino.
Cada victoria que la oposición kirchnerista obtiene en el Congreso es una victoria más hacia el empobrecimiento del país, hacia un inmoral crepúsculo de atraso en el cual se les hará posible, a ciertos diputados y senadores, dedicarse solapadamente a sus turbios negocios, sin importar que mucha gente, a la que dicen representar, se muera de hambre.
LIBERALISMO
A favor del Gobierno se puede decir sin temor de equivocarnos que actúa siguiendo una doctrina liberal, que es lo que le da una dirección. No se ha alejado mucho del rumbo, lo cual le permite coherencia para tratar los problemas, de cualquier tipo.
Además, tiene los nervios bien templados como para no dudar de ella, aunque a veces las circunstancias lo obliguen a usar medios no tan ortodoxos. La economía es dinámica, no es estática, por lo cual lo importante es saber hacia dónde se va, cuáles las posibilidades futuras, y también saber de dónde se viene y el porqué de haber llegado a la situación actual. Eso, el Gobierno parece tenerlo claro, es lo que anima a muchos a seguir apoyando.
En el Congreso se suelen debatir leyes irrisorias dejando de lado las importantes para el destino del país, la calidad de muchos diputados y senadores dejan mucho de desear, no estudian los problemas en profundidad y se dedican, las más de las veces, a insultar a los opositores y al Gobierno. También a pedir por la liberación de la expresidente, quien con una enorme caterva de pruebas en su contra está presa en su domicilio, con la usual pulsera en el tobillo.
Todo pasa en el Parlamento, el cual ha perdido categoría. Basta con adentrarse en algún debate realizado en el siglo XIX y principios del XX para comparar estos con aquellos, donde el estudio y la crítica racional prevalecían.
En la actualidad los debates son un cambalache, salvo algunas excepciones muestran un desborde demagógico para nada desacostumbrado. La falta de nivel intelectual para desempeñar los cargos explica los desatinos en el ejercicio de los mismos y la falta de responsabilidad que contrae el que se decide a asumirlos en tan precarias condiciones.
En la provincia de Buenos Aires, las autoridades se entregan, con penosa irresponsabilidad, a los programas inversos al del gobierno nacional, los mismos que llenaron al país de emisiones fraudulentas y se embarcaron en los más indebidos dispendios y manejos.
Frente a las críticas relacionadas a esa política inflacionaria, Kicillof las rechaza. Los impuestos distorsivos son una de las consecuencias previsibles, como por ejemplo los que debe sufrir el campo. De esta forma la provincia vive a tropezones y no sale de una rutina descorazonadora y asfixiante.
Kicillof, como todos los kirchneristas, está sufriendo los efectos debilitantes de sus propios errores políticos y técnicos. El manejo autoritario de los problemas lo hace proclive a resolverlos por si mismo, lleno de apetencias presuntuosas trata siempre de agrandar sus poderes, sin advertir que es así como los pierde. En cuanto a las desventajas que producen sus políticas, las pagamos todos.
El clima, como vemos, no es el mejor para los objetivos del gobierno nacional. Dadas las circunstancias no habría que desestimar la posibilidad de que la Libertad Avanza se decida por abrir una vía, esta vez de entendimiento duradero, con fuerzas que están dentro del espectro del centro y que coinciden con el cambio estructural que se pretende, dejando de lado las idas y vueltas, dependiendo de cuando se las necesita.
Es fundamental también no olvidar a la juventud que ha dado tanto apoyo y que todavía trabaja para que se tenga éxito. Una buena cantidad de ellos cree que han sido postergados en las últimas elecciones con el acercamiento a las listas de gente ajena a sus ideales.
El Gobierno tendría que hacer una profunda introspección, mirar la realidad tal cual es: las últimas elecciones mostraron la polarización del electorado y la dura competencia por los votos. Se tiene que trabajar para el 2027, unir voluntades es tratar a las fuerzas con ideas afines, ya sean nacionales, provinciales o municipales, con respeto, permitiéndoles que ayuden y participen en la proposición de programas que den respuestas a los graves problemas del país.
Ganar una elección no significa que el Gobierno pueda solo, por ello constituir una sólida coalición centrista y liberal que contribuya al éxito del plan de reformas estructurales del Gobierno es, desde mi punto de vista, una condición necesaria.