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EL RINCON DEL HISTORIADOR

El Club del Progreso y la estatua de San Martín en Washington

En marzo de 1852, en los días posteriores a la batalla de Caseros, don Diego de Alvear convocó a a cincuenta y seis destacados vecinos de la ciudad de Buenos Aires y les propuso fundar un club cuyos objetivos fueran “desenvolver el espíritu de asociación con la reunión diario de los caballeros más respetables tanto nacionales como extranjeros… uniformando en lo posible las posiciones políticas por medio de la discusión deliberada y mancomunar los esfuerzos de todos hacia el progreso moral y material del país”.

Todo ello se pudo concretar el 1º de mayo de 1852, cuando se fundó el Club del Progreso que el pasado jueves celebró el 273 aniversario de su fundación, y con el orgullo de ser el club más antiguo del país.

A lo largo de tan extensa trayectoria ha tratado de cumplir con ese objetivo fundacional que, como lo dijera en aquel momento José Benjamín Gorostiaga, era trabajar “por la fraternidad de los dos grandes partidos que han dividido a la República Argentina”, algo que lamentablemente ha sido difícil conciliar y ha estancado el desarrollo del país.

No faltaban las discusiones, pero la tertulia de la tarde en la sede de la avenida de Mayo 633, reunía a las figuras más caracterizadas de la vida pública y social; así en esos salones de los que son testigos los viejos caireles de algunas arañas de cristal entre tantas cosas a un grupo de socios se les ocurrió apoyar la idea del doctor Carlos Aldao, de que el Club realizara un movimiento entre las instituciones, para costear un monumento del general San Martin y ofrecerlo al pueblo de los Estados Unidos, en retribución de la estatua de Jorge Washington donada por los residentes norteamericanos a la ciudad de Buenos Aires.

Llegada a oídos del doctor Estanislao S. Zeballos, presidente del Club indicó que la idea debía elevarse por nota a la C.D. que desde ya la tomaba con beneplácito y así 85 socios firmaron dicha solicitud. Para el 28 de julio de 1921, fecha señera en la vida del Libertador porque se cumplía el centenario de la Independencia del Perú, sin querer o queriéndolo se convocó a una Asamblea para tratar el tema, que lo aprobó por unanimidad y votó encabezar la suscripción nacional con 10.000 pesos, a fin de dejar en claro que era el Club del Progreso la entidad promotora y facultó a la Comisión Directiva para arbitrar los medios necesarios para llevarlo adelante. Éstos designaron para esa tarea al doctor Carlos A. Aldao, al general Pablo Ricchieri, al señor Adolfo Pueyrredon y al coronel Franklin Rawson para realizar los trabajos necesarios para lograr el mayor éxito.

Si la figura de San Martín de por sí siempre tiene adhesiones, la relevancia de los miembros de la Comisión que el Club había designado fue fundamental; el nombre de Richieri movilizó al Círculo Militar y nombró una subcomisión lo mismo que en el Centro Naval.

La Dirección General de Tiro y Gimnasia, a cargo del general Eduardo Broquen, organizó en todos los stands del país concursos especiales de tiro, cuyos premios ostentaban como emblema un hermoso medallón con el busto del general San Martín. Pueyrredon y Aldao encontraron igual acogida en el Jockey Club de Buenos Aires y de los de Mendoza y Rosario, la Sociedad Rural Argentina, y los Bancos de la Nación Argentina e Hipotecario Nacional.

El periodismo no estuvo ausente y los bajorrelieves que complementan el monumento fueron costeados por LA PRENSA y La Nación; Eduardo G. Moreno donó el ónix de San Luis de Cuyo, empleado en la piedra fundamental; el revestimiento del pedestal es en granito de Cosquín, facilitado por ley de la Legislatura de la provincia de Córdoba. Los materiales exclusivamente procedían del rio Paraná, la arena; el cemento, de Sierras Bayas; los ladrillos, de San Isidro, y el cobre, de Famatina. La realización de la obra fue vigilada por los miembros de la Comisión, quienes encontraron la buena voluntad de los técnicos del Arsenal Esteban de Luca, para asesorarlos en su tarea.

Terminadas las partes del monumento, fueron exhibidos en 1923 en el hall del Club del Progreso los bajorrelieves y la piedra fundamental. El doctor Estanislao S. Zeballos, reconocida figura en los ambientes estadounidenses, ocupaba la cátedra del Instituto de Ciencias Políticas de Williamstown, y tomó a su cargo la tarea de hacer gestiones personales ante los poderes públicos de ese país, para solucionar en forma definitiva la ubicación del monumento, entrevistándose a esos efectos, con el Presidente y Secretario de Estado norteamericano.

Zeballos murió en Londres en octubre de 1923 después de haber dictado unas conferencias en los Estados Unidos, en Harvard donde hizo una síntesis histórica de la Independencia Sud Americana y de la acción libertadora de la República Argentina. En ella expresó: “El general San Martín consolidó la Independencia de América, fue el Libertador de los territorios en que se organizaron siete repúblicas, a saber: la Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile, Bolivia, Perú y el Ecuador; el general San Martín fue quien colocó la piedra fundamental de estas siete democracias, en la mayoría de las cuáles, su estatua ecuestre en bronce preside simbólicamente los destinos de la Nación, y en breve se levantará una estatua suya en Washington”.

Coincidió felizmente que el general norteamericano Robert Lee Bullard (1867-1947) hombre de prestigio acompañara al secretario de estado de su país Charles Evans Hughes en su visita a Brasil en agosto de 1922 y pasara luego a Buenos Aires, donde espontáneamente depositó una corona de flores en la tumba de San Martín, pronunciando las siguientes palabras: “General San Martín: yo, que soy un soldado, me inclino ante vos; el libre pueblo de Jorge Washington, hombres y mujeres, os reverencian como uno de los grandes Libertadores del mundo. Una vez más me inclino ante Vos, que estáis con Dios”; del que se hicieron eco los medios de ambos países.

Otorgado el lugar para el emplazamiento el 1º de julio de 1924, la estatua fue embarcada a bordo del American Legion, que la empresa Munson Line, dispuso hacerlo sin cargo. Fu despedido en solemne ceremonia en presencia de los embajadores de Estados Unidos y Chile, del presidente del Club, don Antonio Crouzel; su vicepresidente Enrique Lavalle, el doctor Carlos A. Aldao y Adolfo Pueyrredon, del Círculo Militar, la Compañía Naviera Munson Line, la Associated Press, el Club Universitario Estadounidense y la prensa nacional y extranjera. El doctor Aldao, pronunció unas breves palabras fueron contestadas por el embajador de los Estados Unidos, Mr. Juan Wallace Riddle, quien trazo en su párrafo final un paralelo entre Washington y San Martin, diciendo que éste fue un benefactor de varias naciones, además de la suya.

Seguramente más adelante habremos de continuar con este tema, ya que estamos dispuestos a darle la trascendencia que merece en el centenario de su inauguración.