Cultura
RAMON GENER PRESENTA SU NOVELA ‘HISTORIA DE UN PIANO’

“Cuando suena la música, todo debería detenerse”

El músico, escritor y divulgador español traza un mapa sonoro del siglo XX a partir de un instrumento entrañable. Un relato verídico pero ficcionado que aspira a ser un “archivo emocional”.

Ramon Gener es músico, escritor y “abridor de puertas”, como le gusta llamarse por sobre el mote de “divulgador cultural”. Nació en Barcelona en 1967 y se formó en piano en el Conservatorio del Liceu y en canto lírico como barítono, para desarrollar luego una carrera musical que derivó en una destacada labor como comunicador. Se hizo conocido internacionalmente por sus programas de televisión This is Opera y This is Art, emitidos en más de 70 países y premiados por su aporte a la divulgación artística.

Autor de ensayos como Si Beethoven pudiera escucharme y El amor te hará inmortal, llegó por primera vez a la Argentina para presentar la novela Historia de un piano, donde traza un delicado mapa emocional y sonoro a través de un centenario piano alemán Grotrian-Steinweg, creado en 1915 y testigo de un siglo de guerras, pérdidas y redenciones.

Con una prosa íntima, melódica y sutilmente pedagógica, Gener hace del instrumento un narrador silencioso que acompaña a distintos personajes en la Europa más álgida, hilando vida y música en un mismo relato.

En diálogo exclusivo con este diario, el autor reflexiona sobre la memoria, el arte y la capacidad de los objetos para contar historias. “Un piano no es solo un mueble, es un archivo emocional”, asegura.

Historia de un piano es mi primera novela. Y el piano del que se habla es el mío, el que tengo en casa. Hay un momento en la narración en el que se va hacia adelante y hacia atrás en el tiempo. Pero te diría que es más que mi piano, es mi ilusión de arte, porque es más que un instrumento. Está ahí, lo cuido y lo toco pero cuando me muera, el piano seguirá existiendo y otra persona pondrá su ilusión sobre él”.

-Podría decirse que es una novela basada en hecho reales.

-Es una historia verídica, pero ficcionada. Al reconstruir más de cien años de un instrumento que pasó por distintas épocas convulsas de Europa, uno no puede averiguarlo todo. Sí pude descubrir una cosa aquí, otra allá. Son como estaciones en una línea de tiempo y lo que hay entre ellas, los túneles, son ficción. Yo relleno esos túneles basado en lo que sé. ¿Cuánto hay en cada túnel de realidad? Ese es mi secreto.

-La Primera Guerra Mundial es una de esas estaciones.

-Exacto. Podría decirte que es la primera estación. Luego viene la Segunda Guerra Mundial que es como la segunda parte de la primera. En la realidad, la Primera Guerra Mundial termina mal, con un cierre en falso, sobre todo por el Tratado de Versalles, que impone condiciones muy duras a Alemania. Esto no está en el libro pero es el trasfondo. Allí, dos personajes, Johannes y Ryan, se encuentran en la tregua de 1915, en tierra de nadie. Se intercambian una partitura y un botón. Este vínculo evoluciona. En la Segunda Guerra Mundial, sus familias se relacionan, se enfrentan, pero también se convierten en familia. Ocurren cosas mágicas en situaciones extremas.

MUSICALIDAD

-Su novela tiene mucha musicalidad, basado claramente, en su formación académica.

-Sí. Todo tiene música. Incluso ahora, mientras charlamos. Hay música sonando y nadie le presta atención, lo cual es lamentable. Para mí, la música es fundamental. Cuando suena, todo debería detenerse. Esa es la diferencia entre oír y escuchar. La música está en mi escritura, incluso en mi falta de estilo. Intento encontrar una cadencia musical en cada oración.

-En su agenda diaria tiene muchas actividades, televisión, conciertos, viajes. ¿El proceso de escritura fue planificado o transcurrió en sus tiempos libres?

-Se fue haciendo. Todo comenzó al restaurar el piano que tenía en mi casa. Cuando llegué a la fábrica en Alemania, y veo ese mundo, me doy cuenta de que tengo algo. Estábamos en plena pandemia. Hablo con el director de la fábrica y descubro la historia real del piano. Comienzo a investigar, viajo por Alemania, Polonia, Inglaterra, Francia y sin saberlo voy fijando esas estaciones, que son pocas pero suficientes. Y con toda esa información en mi cabeza, me senté tranquilo en casa a escribir sobre algo que no me era ajeno. Pero a ráfagas. Este libro fue escrito siempre de noche, nunca antes de las 10, a veces hasta las 4 de la mañana.

-¿Cuánto hay de Ramon Gener en esa ficción de los túneles?

-Mucho. No podría escribir sobre lo que no conozco. En todos los personajes del libro hay algo mío. Ese chico que empieza a una edad parecida a la mía o Herr Schmidt, el profesor que me hubiese gustado tener. También hay una historia de amor homosexual entre dos mujeres, que parte de una situación que viví en mi casa.

-¿Eso significa que la novela es casi autobiográfica?

-El escritor siempre crea un universo que no es más que traspasar sus propias vivencias. Desde el momento en que decidí escribir la novela, armé un “timeline”. Tenía una gran pizarra con fechas y nombres, como en las series del FBI, con líneas y flechas.

-Se lo ve muy artista, atravesado por la música, la literatura y la historia. En lo cotidiano, ¿con qué se abstrae?

-No me abstraigo, no lo necesito. Es como cuando me dicen: “¿Por qué no te vas de vacaciones?”. Y yo digo: “¿Vacaciones de qué?”. Tengo la sensación de no haber trabajado nunca en mi vida. Me pagan por hacer lo que haría aunque no me pagaran. Me pagan por hacer cosas por las que pagaría yo. Entonces, nunca he tenido la necesidad de cortar con la música o con la literatura. Sospecho que si tuviese dos semanas libres, me pondría a leer, a escribir y sobre todo a tocar el piano.

REFERENTES

-En su novela nombra mucho a los grandes referentes de la historia como Beethoven, Mozart, Bach. ¿Serían como sus dioses paganos?

-Exacto. Había un compositor francés, Hector Berlioz, el padre del romanticismo francés, que en sus memorias escribió que todo el mundo debería tener el derecho de escoger sus propios dioses. Él proponía cuatro dioses, como las cuatro patas de una mesa, algo estable. Comentaba los suyos, y eso me hizo pensar mucho. Un día empecé mi propia lista, y me costó mucho llegar a cuatro. Entre ellos, sin duda, están Ludwig van Beethoven, Gabriel García Márquez, William Shakespeare y Alejandro Magno. No solo son hombres, son personajes que nadie más pudo ni siquiera imitarlos. Y después muchos compositores como Mozart, Bach y Debussy, tienen una universalidad que son verdaderos faros.

-Si tuviera la posibilidad de viajar en el tiempo, ¿adónde se dirigiría?

-Al futuro no iría. No me interesa. Pero sí iría a visitar a uno de estos personajes que nombré. Solo observarlos. Había una serie de libros hace años, Caballo de Troya, sobre un viaje en el tiempo. Un observador seguía la vida de Jesucristo. A mí me encantaría observar el día a día de Beethoven. Ver sus paranoias, sus locuras, cómo rompía partituras. O acompañar a Alejandro Magno desde Macedonia hasta la India, intentando construir un mundo que nadie entendía. Encontrar a las personas que intentaron, y consiguieron, transformar las cosas para bien.

-De todas sus actividades, músicó, cantante, escritor y actor, ¿cuál prefiere?

-Cuando voy a la televisión, los productores me preguntan cómo completan mi nombre. Eso se llama “chyron”, es lo que aparece en el graph. Si va Arturo Pérez-Reverte, le ponen “escritor”. Si va Miguel Bosé, le ponen “cantante”. A mí últimamente me gusta pedir que pongan: “músico y escritor”. Pero mi deseo es que solo pongan “escritor”. Aunque sé que si soy escritor, es gracias a la música.