``La repetición de una mentira no la convierte en verdad''
(`Decline and Fall of Roman Empire', E.Gibbon)
El reemplazo de la verdad por la ficción es un viejo recurso de los gobiernos autoritarios para esconder sus propias fallas con el ropaje de la racionalidad y de la virtud. El origen divino atribuido a los emperadores romanos culminó conla legitimación de los peores abusos institucionales y políticos por parte de los césares y devino en causa eficiente de la decadencia y ruina de su otrora grandioso Imperio.
Han pasado largas décadas del ``miente, miente que algo queda'', de Goebbels, del Paraíso Socialista de la Unión Soviética, de Mao Tsé Tung, o de la Isla de Cuba. El III Reich fue aplastado sin atenuantes, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas implosionó en 1991, la Revolución Cultura del Mao quedó envuelta en un cono de sombras, y el experimento castrista en la isla de Cuba, inamovible durante más de seis décadas sin libertad y sin ninguna renovación política, ha logrado niveles de miseria económica e institucional realmente notables. El socialismo del Siglo XXI, por su parte, nacido del Foro de San Pablo primero, y refugiado actualmente en la denominada Conferencia de Puebla, se abroqueló en distintas formas de ficción política, conocidas actualmente como relatos.
Estos relatos tienen como función principal encubrir la verdad histórica de los hechos y reemplazarlos por una ficción cuya utilidad está estrechamente vinculada con su repetición en el tiempo. Su cantinela permanente, en forma de palinodia, transforma las ficciones en artículos de fe. Ya no se las discute, ni se las cuestiona, ni son puestas en duda. Treinta mil desaparecidos, aunque no se puedan probar más que 8.700. Se fija la cifra por decreto, como hizo la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires, y San Seacabó. La Federación Rusa no invadió Ucrania, ni llevó la guerra contra su país vecino y colindante. Simplemente, comenzó una ``operación especial'' y al que mencione las palabras ``invasión'' o ``guerra'', directamente va preso y amenazado con varios años de cárcel por delante.
Dicen los sabios que el corazón humano es tan extraño que termina sintiendo lo que primero finge. Este es el mayor peligro de los relatos oficiales, que se conviertan en instrumentos de persecución política o, incluso, de turbulencia regional, por la creciente injerencia en asuntos internos de otros países.
EL CASO BOLIVIANO
El 20 de octubre de 2019, el gobierno boliviano presidido por Evo Morales cometió un fraude electoral monumental, a ojos vistas y completamente probado por un comité de expertos convocados por la Organización de Estados Americanos a pedido del mismo Evo Morales, cuando vio que se le venía la noche.
En realidad, el mandatario boliviano fue víctima de su propia adicción al sillón presidencial, como de alguna manera se lo dijo Lula, cuando lo responsabilizó por su propia caída.
Cuando asumió su primer mandato, en 2005, la Constitución de Bolivia no contemplaba ninguna reelección directa, sino bajo la obligación de saltear un mandato presidencial, como lo fijaban la mayoría de las Constituciones sudamericanas del siglo XIX y muchas durante el siglo XX. Para lograr su primera reelección, Morales, promovió y logró hacer aprobar una nueva Constitución, en Oruro, en 2009, la cual fue refrendada por amplia mayoría. Allí se refundó Bolivia con el nombre de Estado Plurinacional de Bolivia, y con la autorización por una sola reelección. Terminado el segundo mandato presidencial de Morales en 2015, le correspondía abandonar la Presidencia de Bolivia, pero, en ese momento, Evo argumentó que ``el primero de sus mandatos había sido hecho bajo la Constitución de 1967, promulgada por el presidente Barrientos, por lo tanto, no podía ser considerada válida porque, a partir de 2009 existía una nueva Constitución, correspondiente al Estado Plurinacional de Bolivia''.
Un argumento bastante discutible, porque la Carta Magna de 1967 no contemplaba ninguna reelección sucesiva. Pero bueno, ganó las elecciones de 2015, aunque con un margen muy ajustado de votos. Su ambición de permanecer en el poder lo llevó a organizar un referéndum, en 2016, con una simple pregunta: ¿Está Ud. de acuerdo con otra reelección? SI o NO. Ante su completa sorpresa, ganó el NO por mayoría de votos.
Evo Morales no se hizo demasiados problemas por el masivo rechazo a su cuarta reelección y consiguió los votos aprobatorios de tres jueces electorales nombrados por él, argumentando que ``su reelección era uno de los derechos humanos'' protegidos por la legislación internacional, y decidió presentarse nuevamente en octubre de 2019.
A todo esto, la Constitución de 2009, redactada y aprobada por Morales, autorizaba una sola reelección sucesiva y Evo estaba apuntando a una cuarta.
RECHAZO MASIVO
El rechazo a su postulación ya era masivo en casi todo el territorio boliviano, incluido el departamento de Cochabamba, donde nació políticamente Evo Morales.
Producido y descubierto el fraude general, la convulsión social en Bolivia fue mayúscula. Gran parte de la población se convocó durante tres semanas en cantidad de espacios públicos de todo el país. Pidieron la renuncia de Morales la Central Obrera Boliviana (dominada por el marxismo leninismo) la Iglesia Católica, junto con otras instituciones de primera magnitud. En cuanto a las Fuerzas Armadas, le ``sugirieron'' al presidente Morales su renuncia al cargo. El encomillado es importante, porque muestra que en ningún momento se atribuyeron fueros que no les correspondían.
Como fuerzas armadas subordinadas al Estado de Derecho, simplemente ``sugirieron'' un paso al costado porque, quienes están sometidos a una cadena de mando, lo máximo que pueden hacer es sugerir un curso de acción, pero de ninguna manera imponerlo. Es más, las Fuerzas Armadas y la Policía jamás ocuparon instalaciones del Gobierno boliviano, ni se repartieron el poder, ni las instituciones del Estado, como es usual en cualquier golpe de estado latinoamericano, donde hasta las provincias son intervenidas por el poder militar y donde el Poder Legislativo es el primero en ser cesado en sus funciones. Nada de eso ocurrió en el Estado Plurinacional de Bolivia.
Finalmente, el domingo 10 de noviembre de 2019, Evo Morales renunció a la presidencia del país andino, junto con el vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Alvaro García Lineras; la presidente del Senado, Adriana Salvatierra; el presidente de la Cámara de Diputados, Víctor Borda; el primer vicepresidente del Senado, Rubén Medinaceli; y la primera vicepresidente de la Cámara de Diputados, Susana Rivera.
Es decir, renunciaron a sus funciones Evo Morales y los cinco funcionarios que constitucionalmente configuraban la sucesión presidencial. Hubo una acefalía de poder durante 55 horas, mientras las fuerzas políticas bolivianas trataban de preservar el Estado de Derecho. El 11 de noviembre, Evo Morales, Alvaro García Linera y otros miembros de su Gabinete, huveron del país en un avión de la Fuerza Aérea Mexicana enviado al aeropuerto de El Chapare por el presidente de México, López Obrador.
Luego de 55 horas de acefalía muy angustiosas, la vicepresidente segunda del Senado, en representación del Departamento del Beni, Jeanine Añez, sexta en la Sucesión Presidencial constitucional, asumió como presidente provisoria del Estado Plurinacional de Bolivia. Terminado su mandato provisorio, el 8 de noviembre de 2020 entregó la banda presidencial a Luis Arce, del partido Movimiento al Socialismo, el mismo de Evo Morales.
Para quienes hemos vivido toda la vida en Sudamérica y, más específicamente, en la Argentina: ¿Qué tiene que ver el gigantesco fraude electoral de Evo Morales con un golpe de Estado?
Si hubo un golpe, o una situación extrema, fue de Morales, no de la oposición y mucho menos en combinación con las Fuerzas Armadas Bolivianas. No tomaron ni un Ministerio, ni un Departamento, ni disolvieron las Cámaras Legislativas, ni intervinieron al Poder Judicial. No dejaron armado un aparato electoral para ganar las próximas elecciones, ni encarcelaron opositores.
En qué país latinoamericano, las Fuerzas Armadas van a sugerir la renuncia. Toman el poder y listo. Siempre actuaron así, por razones bastante lógicas para quien controla las Fuerzas Armadas. Además, quién le va a dar el control de un golpe de Estado a una senadora del Beni que figura sexta en la sucesión presidencial, con viento a favor. Ningún representante del MAS quería hacerse cargo de esa papa caliente, después del hartazgo de la población por las reelecciones ad infinitum de Evo Morales.
Tomá pa' vos, a otro con ese hueso...
Un año después, cuando se calmaron las aguas, ya era otra la sucesión. Luis Arce no parece un manso cordero, sumiso seguidor de Evo. Y la prohibición de superar una primera reelección ya es cosa juzgada. Están por dar cartas de nuevo. Pero el relato del Golpe de Estado boliviano prosigue su obra de desinformación, urbi et orbi, en el seno de todos los políticos autoritarios latinoamericanos. Comenzando, claro está, por Andrés Manuel López Obrador - el famoso AMLO-, la nueva estrella del socialismo del Siglo XXI en Latinoamérica. Firme candidato para Rey de los presidentes Injerencistas de habla castellana.
LA FICCION PERUANA
Este es otro caso de ficción política del socialismo del Siglo XXI, en estado puro. El 7 de diciembre último, el señor José Pedro Castillo Terrones, a la sazón presidente constitucional del Perú, desde el 28 de Julio de 2021, intentó asumir la Suma del Poder Público de su país, a través de un golpe de Estado formulado desde el canal oficial de televisión del Perú, cuando pretendió, a través de una arenga política pública, transmitido por cadena nacional a todos los rincones de este bello país andino, donde llamó a las Fuerzas Armadas a cerrar ambas Cámaras del Poder Legislativo peruano, poner presos a los congresistas, cerrar a cal y canto las puertas de ese Palacio, intervenir al Poder Judicial, y arrestar a la Fiscal General de la Nación. Indicó, además que, a partir de ese momento, iba a gobernar legalmente su país utilizando únicamente el equivalente a los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) argentinos.
Un golpe de Estado perpetrado desde la Primera Magistratura del Perú, sin ningún aviso previo. En términos criollos, sin decir ni: ¡Atajáte!
Tan si aviso había sido, que los primeros asombrados fueron la vicepresidente del Perú, Dina Boluarte, y casi todos los ministros del gabinete de Castillo, con la excepción clara de Betsy Chávez, presidenta del Consejo de ministros quien, como responsable de Cultura, consiguió las cámaras de la televisión oficial por donde lanzó su proclama al país Pedro Castillo.
Para mejor comprensión de los hechos, el primer magistrado hizo su alocución ostentando la banda presidencial del Perú, como para que nadie se confundiera con respecto a su investidura y sus intenciones.
Su llamado cayó absolutamente en el vacío. Tanto que, muy pronto, pidió asilo político en México, tal como había hecho en 2019 Evo Morales. Pero la situación no era idéntica, el delito de Castillo era flagrante y fue detenido cuando iba a asilarse en la Embajada de México en Lima. Le cambiaron el rumbo del vehículo y ahora está detenido en la misma prisión de máxima seguridad donde está Fujimori.
Pero la izquierda violenta peruana no estaba dispuesta a dejar las cosas así y organizó unas protestas que ya no tenían los rasgos de Sendero Luminoso, pero donde intervenían viejos conocidos de esa agrupación.
A esto se agregaron las andanzas de Evo Morales arengando a las poblaciones de Puno, Arequipa, Tacna y Cuzco. Los posibles miembros de la posible República Aymara soñada por Alvaro García Linera, el Lenin andino, como algunos lo llaman, un poco en serio y otro poco socarronamente.
Estos grupos aprovecharon la vacancia de Pedro Castillo para: a) pedir la destitución de Dina Boluarte, quien asumió la presidencia provisional del Perú el mismo 7 de diciembre, fecha del golpe de Estado castillista; b) la restitución de Pedro Castillo; c) el cierre de ambas Cámaras Legislativas, d) el llamado a una Asamblea Constituyente; por si no cuajaba la restitución de Castillo, el adelantamiento de las próximas elecciones generales.
En una palabra, estas demandas coincidían bastante con el golpe de Estado del maestro de Cajamarca: romper el Estado de Derecho e inaugurar una nueva instancia constitucional. El epicentro de la violencia fueron los departamentos de Puno, Tacna, Arequipa, Ayacucho y Cuzco, pero con la primacía de Puno, el departamento más pobre y postergado del Perú, cuya contribución al Producto Bruto Interno peruano no supera el 2 % del total. Se planeó, en un momento, la toma de Lima, hacia allí partieron cantidad vehículos con supuestos manifestantes populares, pero cuya conducción explícita correspondió a la extrema izquierda, especialmente a la de tipo violentista.
Las consignas, cuando comenzó todo este movimiento insurreccional, consistían en pedir la renuncia inmediata de Dina Boluarte, la Asamblea Constituyente y el adelantamiento de las elecciones. Pedro Castillo había sacado, en primera vuelta, menos del 17 por ciento del total. Llevado al balotaje contra Keiko Fujimori, había ganado por 50.000 votos dentro de un padrón de 19 millones de electores. Había ganado legítimamente, como no, pero sus seguidores marxistas leninistas no podían ostentar un caudal de fuerzas políticas como para volcar el Estado de Derecho de un plumazo, o con unos cuantos edificios incendiados, unas rutas cortadas y unos aeropuertos amenazados. Hubo varias decenas de muertos en las primeras manifestaciones violentas, pero luego todo se fue normalizando completamente, junto con el afianzamiento del estado de Derecho.
MAREA ROJA EN CHILE
El 18 de octubre de 2019, en Santiago de Chile, dos días antes del gigantesco fraude iniciado por Evo Morales, se produjeron unas protestas sociales anti Piñera que produjeron, hasta el 21 de junio de 2020, los siguientes daños:
* 26 Estaciones de subterráneo destruidas, más el incendio de siete formaciones completas, y el incendio de cientos de micro ómnibus ubicados en playas de estacionamiento.
* 5.000 carabineros heridos, algunos de ellos de gravedad.
* 1.300 civiles heridos, algunos de ellos graves.
* 100 Comisarías incendiadas, de las cuales algunas sufrieron unos 80 ataques a repetición.
* 120 iglesias y templos incendiados, entre ellos la Basílica de los Mártires, lugar de culto de los Carabineros.
* De los 2.500 hipermercados existentes en Chile, fueron atacados y desvalijados 1.200, de los cuales 50 fueron quemados hasta los cimientos.
De todas maneras, deben recalcarse algunas diferencias, la brisa bolivariana en Chile, de la cual se jactaba Maduro, estaba anclada sobre protestas masivas, casi siempre centradas en la Plaza Boquedano, o Plaza Italia, en la cual hubo una de un millón de manifestantes. Después de junio de 2020 amainaron y los manifestantes no pudieron echar a Piñera, básicamente porque se interpuso la pandemia. Pero consiguieron herir el Estado de Derecho vigente e instalar una Asamblea Constituyente.
En cambio, en Perú, las manifestaciones a cargo de los violentistas nunca superaron las 7.000 personas y, en su gran mayoría, no superaron los 5.000 manifestantes. Poco a poco se recuperó el paso por las rutas y se defendieron con éxito todos los aeropuertos. Queda muchísimo para hacer y siguen en pie las demandas legítimas de la sociedad hacia el poder político, pero dentro de un marco de orden y respeto por la ley.
La consigna ``El Perú se respeta'', es una realidad.
LOS INJERENCISTAS
Pero no puede desconocerse el papel profundamente antidemocrático de estas ficciones políticas tanto en Bolivia, como en Perú. La actitud injerencista de López Obrador es la más llamativa de todas. Le entregó hace muy poco días la máxima condecoración, el máximo honor institucional de México a Miguel Díaz Canel, continuador de una dictadura castrista militar de más de 6 años de duración, donde jamás hubo libertad política, ni de prensa, ni de contenidos culturales, ni económica. Una miseria creciente, corroborada por el exilio permanente de ciudadanos cubanos, obligados a ganarse la vid en cualquier lugar, menos en Cuba.
A ese señor, AMLO le concedió el máximo honor. De Nicaragua y su persecución a los opositores políticos, no dice una palabra. Pero todo el tiempo condena a las autoridades del Perú y a sus Fuerzas Armadas Policiales. Lo mismo puede decirse de Petro, otro que bien baila y de mil corifeos más incapaces de comprender los hechos de otros países no bien asoman sus anteojeras ideológicas. Pero, como dijo sabiamente Gibbon: ``las mentiras repetidas no se transforman en verdades''.