Definido alguna vez por Mauricio Macri como el “Messi de las finanzas”, Luis Caputo es como mínimo un hábil gambeteador. Llevado a un rincón de la cancha por la falta de dólares en el Banco Central, la crisis del comercio mundial desatada por Donald Trump y el caos en los mercados internacionales, consiguió escapar de la encerrona con una monumental ayuda del FMI y una sorpresiva modificación del sistema cambiario.
Pasó de las minidevaluaciones diarias que ya no daban para más al sistema de flotación entre bandas que produjo un resultado que nadie esperaba: una baja de entre el 10 y el 13% de los dólares financieros. Si como aseguran los especialistas que fueron ignorados y hasta ridiculizados por los medios cuando anticipaban este resultado, el dólar desciende hasta los $1.000, margen inferior de la banda, la movida significaría una caída del 10% respecto de la cotización del dólar oficial al viernes 11 (ver “Una encuesta negativa”).
Este malabarismo provocó reacciones inesperadas. El secretario de Finanzas, Pablo Quirno, las resumió en un “tweet” que hizo rechinar los dientes a la oposición: “Los que se quejaban de que pisábamos el precio del dólar son los mismos que hoy piden que no lo dejemos caer”.
Esto es, el club de los devaluadores que machacó y presionó por los medios y a través de economistas del “establishment” denunciando un supuesto “atraso cambiario” ha pasado a reclamar ahora que el gobierno intervenga para que el dólar deje de caer. Voceros de esa exigencia son, entre otros, las cerealeras y los productores agrarios que retuvieron las liquidaciones y ahora se arriesgan a fuertes pérdidas. Patalean por las retenciones, pero su problema es otro. Apostaron mal: esperaban que se les concediera una devaluación y ocurrió lo contrario.
Como se ve el tironeo no es, ni fue, ni será por cuestiones ideológicas o de rivalidad de escuelas económicas, sino por intereses de gran porte. El gobierno avisó que aguantaría hasta que llegasen los dólares del FMI, pero apostaron a torcerle el brazo: una especulación fallida.
Tampoco hubo sólo eficacia y “timing” por parte de Caputo. Fue central la determinación de no ceder de Javier Milei, de no avenirse a los intereses corporativos. Un presidente que no debe su cargo al círculo rojo puede tomar decisiones insólitas: que la plata la pierdan las “multi” y no los ciudadanos de a pie con la licuación de los pesos que tienen en el bolsillo. A lo que hay que agregar que será economista de profesión, pero en la práctica es un político duro y usa sin reticencia el poder del Estado que teóricamente cuestiona.
En suma, el gobierno decidió no devaluar y prevé que, en paralelo con la buena respuesta de los mercados, sus candidatos comenzarán a fortalecerse rápido en las encuestas.
En ese plano existe un llamativo paralelo con el proceso por el que atravesaron los gobiernos de Raúl Alfonsín en 1985 y de Carlos Menem en 1991. Ambos hicieron un giro económico dramático (el plan Austral y la convertibilidad) para evitar una derrota segura en su primer test electoral y les salió bien.
La reacción de la oposición a la maniobra fue de desconcierto. La excepción fue Cristina Kirchner, a la que el panorama judicial se le ha empezado a oscurecer. La expresidenta acusó a Milei de haberse mandado “una devaluación de casi el 30%”. Lo hizo, por supuesto, sin esperar el pronunciamiento de los mercados, que 48 horas más tarde dijeron exactamente lo contrario. Pero la realidad nunca ha sido una preocupación para el discurso K.
El cambio de clima político se percibió el miércoles en la Cámara de Diputados a la que concurrió el jefe de Gabinete a dar su informe institucional y se encontró con el recinto semivacío. La excusa fue el fin de semana largo que había supuestamente provocado problemas para conseguir pasajes. Tanta puerilidad no pudo ocultar el hecho de que no querían recibir a un Guillermo Francos agrandado por el fin de la incertidumbre económica. No querían convertirse en la platea de un discurso triunfalista. Por eso hubo un intento de postergar la sesión que no prosperó, llamativamente impulsado por el PRO.
El panorama del gobierno es otro con el alivio en el frente cambiario y la recuperación de la iniciativa política. Controló una variable que es clave, el precio del dólar, porque ordena las restantes. Enfrente tiene la aguerrida oposición de Macri, el peronismo y las corporaciones, especialmente la mediática, pero confía en que la estabilidad decidirá su suerte. La política se ordena desde la economía. Esa ha sido la realidad en los últimos 40 años y parece improbable que cambie. Con ese activo Milei comienza mañana a hacer campaña en CABA y la provincia de Buenos Aires, las dos batallas que decidirán su futuro.