A lo largo de este mes he venido probando con documentos contundentes que, a lo largo de los siglos, Papas, Padres de la Iglesia, doctores, santos, teólogos eminentes, en fin, escritores católicos serios, hablaron favorablemente de la “Corredención y Mediación de María Santísima”, y eso basados en el Magisterio de la Iglesia.
No perdamos de vista que el ultrajante documento Mater Populi Fidelis fue redactado con una finalidad no católica llamada fraternidad interreligiosa orante y celebrativa, más conocida como ecumenismo, engaño este del que se quejaba G.K. Chesteron: “Llaman Parlamento de Religiones a la reunión de toda la gente, que no es más que la reunión de todos los pedantes. Con todo, dicho panteón ya había sido construido dos mil años antes a orillas del Mediterráneo y se invitó a los cristianos a colocar la imagen de Jesús justo al lado e la imagen de Júpiter, Mitras, Osiris, Atis, o Amón. El rechazo de los cristianos fue el elemento que dio un vuelco a la historia. Si los cristianos hubieran aceptado, ellos y el mundo entero, habrían caído ciertamente en la caldera. Todos hubieran sido hervidos hasta formar un líquido en ese gran caldero de corrupción cosmopolita en el que ya derretían el resto de mitos y de misterios. No es capaz de entender la naturaleza de la Iglesia o la nota sonora del credo descendiendo de la antigüedad, quien no se dé cuenta de que el mundo entero estuvo prácticamente muerto en una ocasión a consecuencia de la abierta mentalidad y de la fraternidad de todas las religiones” (El Hombre eterno, ed. Cristiandad, España, 2011, págs.. 232 y 233).0
Cabe hacerse una pregunta: ¿por qué altos jerarcas en miras al falsísimo y demoníaco ecumenismo nacido bajo el ala de Concilio Vaticano II, descargan duros golpes contra la “Corredención y Mediación” de la Bienaventurada Virgen María?
El gigante escritor inglés nos lo explica así: “Las innovaciones son las notas características de la nueva teología de la Iglesia modernista” (Chesterton, G. K., Ortodoxia, ed. San Pablo, Buenos Aires, 2008, p. 149). El mismo autor dirá también que el modernismo es quien “ha enseñado a todo el mundo que los errores religiosos no importan” (Monstruos y Lógica, ed. Espuela de Plata, España, 2018, p. 121).
¿Y qué hay de Chesterton y la “Corredención de Nuestra Señora”? Hay un libro poco conocido de él, titulado precisamente La Reina de las siete espadas (The Queen of Seven Swords). Va entonces la obra poética dirigida a Nuestra Señora de los dolores.
Poseo una vieja edición del texto aludido, la cual es una traducción hecha por Clara Petty de Saravia, y lleva prólogo del R.P. Leonardo Castellani.
Particularmente en el poema “The Black Virgin” (“La Moreneta”), entiendo que en forma poética Chesterton alude a la “Corredención y a la Mediación de la Madre de Dios”. A la Corredención cuando se dice:
“Vertida en sol o pisando la luna
Con corona de estrella o Tú la Estrella
Luz solar o lunar son sombras tuyas
Crepúsculo y estrellas tus reflejos
Luz medialuz y toda luz te cerca,
Deslumbrados ni verte ni dudarte
Podemos. Algo queda. Nadie puede
Ni vivir ni aguantar sin ese algo.
(Chesteron G.K., La Reina de las siete espadas, ed. Plantin, Buenos Aires, 1951, p. 63).
María Santísima es vida nuestra por estar asociada a la Redención de su Hijo, es decir, por ser Corredentora. A la Mediación cuando expresa esto:
“A Ti en tus mil estatuas saludamos
Y reclamamos en tus tronos mil
De mi multicolor rocas talladas
Tinta en mi tonos, cofres del crepúsculo,
Y a este tono entre mi que el alma acuña
De las negras iglesias de Castilla
Subido al negro altar de Cataluña
Mi oración, Madre exótica y sencilla,
Ante tu faz de noche se arrodilla”.
(La Reina de las siete espadas, ob.cit, p. 65).
Dice el preclaro Reginald Garrigou-Lagranje O.P. que “María Corredentora nos engendró al pie de la cruz por el mayor acto de fe, de esperanza y de amor que podía hacer en tal momento” (La Madre del Salvador, ed. Patmos, España, 1979, p. 259). Y el célebre dominico, R. P. Hugón, afirma: “María recibe a título secundario todo lo que Cristo posee a título pleno y principal: méritos, satisfacciones, intercesiones (…). Parece bastante natural que los actos de María de los que Dios quiere servirse a cada instante en el orden de la intercesión, sean elevados, transformados por la fecundidad infinita y encargados de comunicar instrumentalmente a las almas la vida celestial” (La causalité physique instrumentale, 1907, págs.. 195 ss). Y de nuevo Garrigou-Lagranje: “La Santísima Virgen María es la DISPENSADORA DE TODAS LAS GRACIAS” (ob. cit. p. 285).
Varios me hicieron saber que ya me deje “de joder con meros calificativos”. Mi respuesta ante eso es muy concreta: los tales no tiene fe, e, incluso, llevan estropeado el sentido común.
Si una mujer le dice a un hombre y un hombre le dice a una mujer “te amo”, y si dicha expresión se la tenía por bien sincera, de uso mutuo y habitual, el pronunciamiento más luego de un “te estimo”, daría que pensar, indicaría una variación afectiva que causa alarma por algo.
Otro ejemplo. En una demanda judicial, a una señora juez se le trata de Vuestra Señoría, y resultaría descortés e improcedente dirigirse a ella con el calificativo de “che ricura”. Mas ahí no queda el tema. A un médico le ofendería bastante el que se publique por todo el pueblo en donde vive, un documento que desaconseje que se le trate como galeno: a cualquiera que tenga bien ganado un título le molestará en grado ofensivo que alguien saliese desaconsejando se le dé crédito a su título.
El agravio enteramente satánico que buscó y sigue buscando desaconsejar los títulos de “Corredentora y de Mediadora de todas las gracias”, es infinitamente peor que los ejemplos referidos: tiene que ver con nuestra salvación, y con quienes nos la alcanzaron, a saber, el Redentor y la Corredentora.
Tristemente, hace tiempo, nos topamos con una ingente cantidad de altos jerarcas que se comportan como obreros de la destrucción de la Barca, y no como sus amantes y defensores. En palabras del G.K. Chesterton: “El hombre debe ser como un príncipe que mira desde lo alto de la torre que construyeron sus antepasados; y no el barbaján que tira a patadas las escaleras por donde subieron” (Monstruos y Lógica, ed. Espuela de Plata, España, 2018, p. 81).