Por María Inés Rodríguez Aguilar y Nicolás Ruffo
El 9 de julio de 1816 el Congreso reunido en Tucumán declaró la independencia de las Provincias Unidas en la América del Sud, expresando los sentidos de la ideología continentalista del general José de San Martín que consistían en luchar por un estado sudamericano libre e independiente.
Los congresales se reunieron en la casa de doña María Francisca Bazán de Laguna porque en la ciudad de Tucumán, que apenas tenía alrededor de 5.000 habitantes, solo era conveniente este edificio de una sola planta con el esquema de vivienda señorial urbana, dos patios y una huerta al fondo. El comedor y antecomedor se unificaron convirtiéndose en el escenario de las sesiones. A partir de 1817, el Congreso se trasladó a Buenos Aires, y la casa recuperó su uso familiar e inició un triste itinerario de deterioro y decadencia.
COMPRA Y DEMOLICION
En 1869 el Estado Nacional compró la casa, y en 1874 se aprobó la demolición de la fachada y diversos sectores del edificio, respetando el salón de la Jura. Más tarde, la casa fue dotada de una nueva fachada de líneas arquitectónicas neoclasicismo italiano.
Habrá que esperar a fines de los años 30 del siglo XX, al afirmarse los nuevos contextos culturales, que se promueve la Ley número 12.665 que funda la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos, el primer organismo público dedicado al estudio y a la preservación del patrimonio argentino con función directa sobre los bienes históricos, comenzando a bosquejarse proyectos de recuperación de lo colonial y criollo.
En este sentido, el Estado Nacional por decreto del Poder Ejecutivo N° 9076 del 12 de agosto de 1941, declara Monumento Histórico Nacional a la Casa Histórica de la Independencia.
En 1942 se inician sus obras de reconstrucción, bajo la dirección del arquitecto Mario Buschiazzo, pionero de la restauración de edificios históricos y autor del plan de reconstrucción de la casa, cuestionado por el Dr. Ricardo Levene en su calidad de Presidente de la Comisión, y árbitro en las tendencias aplicadas.
Para la fachada, de la que nunca pudieron encontrarse los planos, los trabajos se basaron en la fotografía que Ángel Paganelli le realizara en diciembre de 1869. “Quienes aparecen sentados en la vereda en la célebre fotografía no son transeúntes ocasionales, sino el propio carrero y un ayudante o hijo (del fotógrafo). Al parecer, Paganelli los colocó para ´dar vida al cuadro´, como se decía”.
Asimismo, para la reconstrucción de la fachada fue importante lo representado en el óleo del pintor cordobés Genaro Pérez, retratista, uno de los mejor conceptuados de su generación, como el principal registro de la sociedad cordobesa de la segunda mitad del siglo XIX: “Su técnica privilegiada fue el óleo y su estilo fue de corte neoclásico y tratamiento academicista”.
En 1976 con la intención de ampliar las instalaciones del Museo se adquirieron terrenos vecinos, que años más tarde se destinaron a la Plaza de los Congresales.
En la década de 1990 se realizaron algunas obras de restauración importantes, en 1996 se cambió el color de las de puertas y ventanas de madera a azul de acuerdo con una investigación histórica, según la documentación de 1816, con la información de la adquisición del Estado provincial de una pintura de ese color para ese propósito, verificado por cateos en las puertas del salón de jura.
SIMBOLO DE NACIONALIDAD
La Casa Histórica de la Independencia, es un símbolo de la nacionalidad, llamada “Sancta Sanctorum” de la Patria, expresión de un sentido social e identitario de nuestra libertad, en los términos del XIX, generaciones posteriores la dibujaron y pintaron cada 9 de julio; a armarla con los recortes de las revistas infantiles y a verla como fondo de actos y desfiles oficiales en imágenes televisivas.
Nuestra Casa Histórica se constituyó en testimonio emblemático y símbolo de la independencia, de las celebraciones de liturgias cívicas del Estado, con sus instituciones educativas y las organizaciones de nuestra rica vida asociativa, registró los modos de construcción de una nación memorial, cuya compleja especificidad nos distingue y nos identifica.