POR BERNARDINO MONTEJANO
Hace poco comentamos el discurso de Emmanuel Macron en la masonería para abogar por el laicismo. Y por Infovaticana del 24 de mayo nos enteramos del recordatorio que hace del tema un obispo norteamericano “misericordiado”.
Es interesante destacar la presencia importante de algunos obispos eméritos o cesados: Rey en Francia, Aguer en la Argentina, Strickland en los Estados Unidos.
En el cuerpo de la noticia se afirma que “en un tiempo en que ciertos sectores eclesiales insisten en ‘diálogos’ con todo y con todos, incluso con quienes han combatido abiertamente a la Iglesia”, el obispo Joseph Strickland -cesado recientemente por Roma, pero no por ello silenciado- ha recordado con firmeza una verdad incómoda para muchos: “la pertenencia a la masonería es incompatible con la fe católica y constituye pecado grave”.
La Iglesia, eco de la enseñanza de san Pablo, quien se pregunta “¿Qué comunión puede haber entre la luz y las tinieblas?” (2 Corintios, 6, 14), siempre ha condenado a la masonería por su visión del mundo, incompatible con el cristianismo.
El papa Clemente XII en 1738 fue el primero en advertir el peligro de la masonería, seguido por Benedicto XIV, Pío VII, León XII, Pío VIII, Gregorio XVI y reiteradamente, Pío IX.
HITOS
Un hito importante es la encíclica de León XIII Humanum genus del 20 de abril de 1884. En otra nota hemos destacado otro texto del mismo pontífice, quien dedicó su segunda encíclica titulada Quod Apostolici Muneris, publicada en 28 de diciembre de 1878, a la refutación y condenación de los principios fundamentales del socialismo, y que constituye una prolongación de la enseñanza de Pío IX y el Syllabus, sobre sus errores y sus funestos efectos sociales y políticos.
En ambos documentos existe un paralelismo: no hacer distinciones y en este caso no hay una masonería y otra mala. Aquí señala sus frutos “venenosos y llenos de amargura: la destrucción radical de todo el orden religioso y civil establecido por el cristianismo y la creación de otro orden nuevo con fundamento y leyes tomados de la entraña misma del naturalismo” (parágrafo 8).
El principio fundamental que profesan es el naturalismo o sea “que la naturaleza humana y la razón natural deben ser en todo maestras y soberanas absolutas. Niegan toda revelación divina. No aceptan dogma religioso alguno. No aceptan verdad alguna que no pueda ser alcanzada por la razón humana… Defienden la separación de la Iglesia y del Estado… Persiguen a la Iglesia con actuaciones hostiles…
Combaten impunemente de palabra, por escrito y con la enseñanza los fundamentos de la religión católica. Se niegan los derechos de la Iglesia” (10).
La encíclica se ocupa de los errores metafísicos de la masonería y señala que Dios castiga el pecado de soberbia y hace “que estos hombres pierdan toda certeza incluso en las verdades conocidas por la luz natural de la razón… la creación libre de todas las cosas por Dios, la providencia divina sobre el mundo, la inmortalidad de las almas, la vida eterna que ha de suceder a la presente vida temporal” (11).
De gran actualidad, por lo menos para la Argentina, es la denuncia de que los masones “quieren un Estado apoyado no sobre la solidez de las virtudes, sino sobre la impunidad de los vicios”(20). Al final de la encíclica convoca a desenmascararlos: “quede bien claro que lo primero que debéis procurar es arrancar a los masones su máscara para que sea conocido por todos su verdadero rostro y que los pueblos aprendan las arteras maniobras de estas sociedades en el halago y en la seducción, la maldad de sus teorías y la inmoralidad de su acción” (22).
El Código de Derecho Canónico (1917), en su canon 2335 disponía: “los que dan su nombre a la secta masónica o a otras asociaciones del mismo género que maquinan contra la Iglesia o contra las potestades civiles legítimas, incurren ipso facto en excomunión reservada a la Sede Apostólica”.
Es interesante señalar que Pío XII un papa muy culto y medido en sus palabras, señaló el 24 de junio de 1958, como “raíces de la apostasía moderna el ateísmo científico, el materialismo dialéctico, el racionalismo, el laicismo y la masonería, madre común de todos ellos”.
El obispo Strickland cita la declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 1983, aprobada por Juan Pablo II y recuerda la figura de san Maximiliano Kolbe quien presenció en 1917 una manifestación masónica frente al Vaticano con pancartas insultando al Papa.
Su respuesta fue fundar la Milicia de la Inmaculada, consagrada a la conversión de los pecadores y de manera explícita a la conversión de los masones, no por odio sino por caridad. “La Inmaculada sola ha recibido de Dios la promesa de victoria sobre Satanás”, escribió el mártir Kolbe.
PROHIBICION
Cabe también recordar que el 13 de noviembre de 2023 ante la consulta del obispo de Dumanguete, Filipinas, Julio Cortés, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe reiteró que “la pertenencia de un fiel a la masonería está prohibida, debido a la irreconciabilidad entre la doctrina católica y la masonería”.
La caridad debe estar unida a la verdad y por eso el obispo norteamericano dice sin rodeos: “esto no es dureza, sino amor. Amor que previene. Amor que advierte del veneno. La Iglesia no odia a los masones; les desea la salvación. Pero no puede bendecir una estructura fundada sobre el rechazo de Cristo. Quien ame la luz no puede pactar con las tinieblas. Quien pertenezca a Cristo, no puede tener comunión con quienes niegan su divinidad. No se puede servir a dos señores”.