Ludwig von Mises explicó muy bien la diferencia existente entre la riqueza de un aristócrata tipo feudal y la de un capitalista. La de este último deriva de la producción de bienes y servicios voluntariamente adquiridos por los consumidores; la de aquel, en cambio, era el producto del botín de guerra, los sectores bajos no importaban.
Aquellos ricos no estaban como lo están los empresarios capitalistas al servicio del consumidor, quien es el juez que acepta o rechaza los productos que ofrece en el mercado y quiebran apenas otro productor mejora el producto o lo vende más barato si no saben adaptarse a la nueva situación.
En Argentina una gran porción de la población y de los políticos odia al capitalismo sin darse cuenta que hasta que no cambien sus ideas al país le será difícil industrializarse, elevar los salarios, mejorar el nivel de vida.
Si vota el Congreso en contra de leyes que aseguren una economía capitalista impidiendo la formación de capitales nacionales y la llegada de capitales extranjeros quitará el ánimo de invertir en Argentina, por lo cual, la pobreza irá en aumento.
Milei no ha descubierto la pólvora, es de los que se han dado cuenta que sólo con la inversión extranjera se podrá mejorar la situación política y económica actual. Como bien lo expresó Mises: “Lo que se precisa es pura y simplemente, capital a torrentes y además la posibilidad de invertirlo libremente de acuerdo con los dictados del mercado, sin coacción estatal alguna. Las naciones pobres si quieren prosperar tiene que permitir la acumulación de capital local y reforzar la acción del mismo cogiendo todo aquel que voluntariamente acuda desde afuera”.
Parece mentira que en un país con tantos recursos se los desperdicie por ideas que no procuran capital alguno a la nación. Y no solo los políticos las sostienen, los sindicalistas, quienes deberían velar por el bienestar de los trabajadores, son quienes les enseñan a odiar a quien les da de comer.
Huelgas, manifestaciones anticapitalistas elevan la desconfianza de quienes desean invertir, es así que todos somos más pobres en vez de más ricos por ideas que hacen creer que lo que está mal está bien.
Es por eso que no aceptan el rumbo que quiere imponer el presidente, la actitud anticapitalista impide crear las condiciones para que nos capitalicemos. Votan a quienes ponen trabas a la inversión, a quienes roban mediante impuestos distorsivos, además progresivos que devoran la renta y patrimonio de quienes se animan a invertir. Animan al Estado a aumentar los gastos sin preocuparse por saber de dónde salen los recursos.
No saben, o no les importa, que si el Estado gasta más, los contribuyentes gastan o invierten menos, lo que es igual a empeorar la situación económica de aquellos a los que dicen ayudar.
MAS GASTO
El presidente está haciendo todo lo posible por bajar la inflación, ese mal que impide una salida decorosa a las recurrentes crisis que ha vivido el país. Hoy vemos en el Congreso pedir más gastos, casi todos están en contra de la austeridad que el gobierno quiere imponer continuando con su política fiscal.
Algunos pocos legisladores preguntan cómo se pueden financiar esos gastos. Pocos, también, responden con lógica, acostumbrados a la maquinita milagrosa a la cual la consideran normal. Habría que preguntarles si quieren que suban los impuestos, en vez de agredirse en la Cámara ridículamente como estamos viendo, a menudo, por temas sostenibles solo en peluquerías.
Es así como por ideología o ignorancia permiten que los gobiernos mantengan empresas nacionalizadas despilfarrando el dinero de los contribuyentes, basta ver lo mal que funcionan. En cambio, en la actividad privada el empresario progresa solo en la medida que se preocupa por los deseos de los consumidores.
Volviendo a Mises: “La pobreza de los países atrasados se debe a que sus métodos exfoliatorios, su discriminatorio régimen fiscal y su control cambiario, impiden la inversión de capital extranjero, mientras que la política económica interna dificulta la formación del propio”.
Cada hombre debería estar seguro bajo la protección de las leyes, todos iguales ante la ley. El gobierno de las leyes es la condición primera de la libertad, también que los ciudadanos contribuyan a la sanción de las leyes es bueno y racional.
En Argentina no se coincide en un modo de gobierno del país. Ello explica los cambios que se han sucedido históricamente. No se tiene el espíritu de solidaridad necesario para la salud del cuerpo político. Para que una sociedad sea libre es necesario que los hombres sean libres, que gocen de la libertad sin ser coaccionados por el Gobierno. La condición del respeto a las leyes y de la seguridad de los ciudadanos es que no haya ningún poder ilimitado.
El Gobierno mas allá de sus vicisitudes, muchas veces provocadas por él mismo, tiene claro que la política a seguir es la de proteger al ciudadano de todo fraude o agresión tanto externa como interna, esa es su función y por eso tiene el monopolio de la fuerza.
No debe intervenir en el funcionamiento del mercado ni en el comercio imponiendo trabas a precios salarios intereses y beneficios. Cuando interviene siempre finalmente actúa en contra de los consumidores. Destruyendo el mercado, se destruye la riqueza.
ETICA
Un gobierno liberal se guía por lo que llamó Weber la ética de la responsabilidad, es la que los políticos deberían adoptar, ella impone ante una situación dada considerar las consecuencias de las decisiones posibles y tratar de introducir en la trama de los acontecimientos un acto que culmine en ciertos resultados.
La ética de la responsabilidad interpreta la acción en medios-fines, se preocupa por la eficacia, es así como muchas veces un gobernante que lucha por el bien común no puede aceptar lo que desea la mayoría, la cual no siempre tiene razón. Permitir el aumento desmedido del gasto público como desea parte de la sociedad nos llevaría, una vez más, al punto de partida: una crisis fenomenal.
Hay que hacer un trabajo ímprobo en Argentina: generaciones enteras se han educado creyendo en la superioridad del Estado por sobre el individuo. Las ideas socialistas fracasadas en todo el mundo continúan infectando los cerebros. Es por ello que se sigue creyendo aún, con la cantidad que existe hoy de pruebas en contrario, que el Estado es el que mejora la vida de las personas y el empresario las explota.
El Gobierno debe luchar contra estas ideas. A Javier Milei se lo critica, insulta y boicotea en el Congreso por querer nadar contra la corriente, es de los pocos con convicciones fuertes.
Es destacable la actitud de Mauricio Macri, un líder que ha aprendido de sus errores: pretende se siga el camino que a medias él intentó y Milei hará con más decisión, si lo dejan. Ha mostrado ser más honorable que los radicales, por ejemplo, y otros que solo buscan entorpecer el camino, por despecho o ignorancia.
No quiero olvidar a la mayoría de los artistas que por moda son socialistas sin pensar que viven del mercado, de si gusta o no el producto artístico que proponen. Son muchos los que prefieren vivir del favor del Estado que de las bondades de su trabajo y otros que alcanzaron la fama por la aceptación de la gente erróneamente opinan, ciegos ante la realidad, que es el sistema que les mejora la vida. En los gobiernos socialistas fueron y son tan sólo herramientas del régimen.
Milei necesita del apoyo de la gente, sin consenso no podrá hacer las reformas necesarias para mejorar la vida de los argentinos. Por ejemplo, respecto de la inflación, deben desear erradicarla: es un fenómeno expresamente político por lo cual si se lo apoya el Gobierno terminará con ella suprimiendo como hizo el déficit presupuestario.
No hay razón alguna para que tengamos que someternos a la manipulación monetaria de los gobiernos. Le va a ser costoso a Milei mantenerlo con políticos de la talla de Kicillof prometiendo ventajas personales a todos, vociferando que será a costa de los ricos, tal como Cristina y Néstor Kirchner, para tratar de captar a la masa y convertirla en instrumento político. Saben como buenos demagogos que a todos les gustan las promesas de dádivas a montones.
Milei lo que puede decir es que hay que achicar el gasto desmedido, el que llevó a la crisis actual. Es el papá que pone límites, que pide la renuncia a ciertas gratificaciones en pos de un futuro mejor, o sea sacrificio. Para algunos sectores, lamentablemente numerosos la primer alternativa, aunque ensanche la crisis económica y social, les es satisfactoria. Es más redituable en votos la utopía.
Adónde va la vida, no lo sabemos, es un fenómeno abierto, pero, justamente, es el motivo de la reflexión. Dijo Alberdi: “No se consiguen jamás grandes y gigantescos cambios, sino por medios heroicos y apartados de la senda vulgar. Estos actos son los que inmortalizan la época y el hombre que los realiza. La América del Sur se arrastra en la vida oscura y miserable, porque en política vive de expedientillos y de mezquinas medidas, que dan siempre algún resultado, pero no grandes resultados que determinen mudanzas perceptibles a los ojos del mundo y de la posteridad”. ¡Ojalá la gente no vote con los pies!
* Miembro de Número de la Academia Argentina de la Historia. Miembro del Instituto de Economía de la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Premio a la Libertad 2013 (Fundación Atlas). Autora de “El Crepúsculo Argentino” (Ed. Lumiere, 2006).