Opinión
Páginas de la historia

“Benito” Bianchet (El Cachafaz)

Cada país tiene sus ídolos. En cada actividad humana el público consagra al número uno. Los argentinos no somos la excepción. Ese lugar es de Gardel en el tango; en fútbol Maradona; Borges entre los escritores, como Fangio entre los corredores automovilísticos.
Todos son famosísimos. Pero hay un número uno, indiscutible también, pero desconocido para muchos. Su nombre: Benito Bianquet. Aunque su seudónimo sí logró cierta popularidad. Lo llamaron “El Cachafaz”, el gran bailarín de tango.
Nació “El Cahafaz” en Buenos Aires, de padres uruguayos. Su fama, independientemente de su alta aptitud para la danza, se cimentó por varios hechos definidos. Por ejemplo cuando el Príncipe italiano Humberto de Saboya visitó la Argentina; el entonces Presidente Alvear, invitó a este a presenciar un espectáculo –visitaban ambos Mar del Plata- donde actuaba “El Cachafaz”. Quedaron deslumbrados. Posteriormente Alvear lo hizo contratar para algunos actos oficiales.
Otro hecho es que bailó –y fue el primero en ese aspecto- en los EE.UU., circunstancia que lo ubicó a mucha distancia –en cuanto a prestigio- de los demás bailarines de su época. Además actuó en “Tango”, la primera película sonora argentina.
Cuando en 1918 finaliza la Primera Guerra Mundial, “El Cachafaz” tiene 33 años. Está en su madurez artística.
En esa época el baile se populariza enormemente. Y ya es protagonista no solo en lugares “dudosos” sino también en los salones de lujo de la sociedad porteña.
El bailarín aumenta radicalmente su popularidad. Lo ayuda su físico atlético, sus ojos claros, su estatura, su oscura y ondulada cabellera. Su rostro, con muestras visibles de una viruela infantil se oculta tras la singular elegancia de sus pasos en el tango.
El Cachafaz fue muy amigo de dos grandes actores, también eximios bailarines: Tito Lusiardo y Elías Alippi.
Le preguntaron alguna vez, si él había enseñado a bailar el tango a Tito Lusiardo. Con la modestia de los grandes había respondido: -De ninguna manera. Con su capacidad, Tito me podría haber enseñado a mi.
La popularidad del bailarín era tan grande que un compositor y pianista uruguayo, Manuel Aróztegui –el autor de “El Apache Argentino”- le dedicó un tango, que denominó precisamente “El Cachafaz”.
Su última compañera de baile fue Carmencita Calderón. Pero fueron 5 ó 6 las que lo acompañaron en sus actuaciones a través de los años. La brillante actriz Elsa O’Connor entre otras.
Su verdadero nombre fue José Ovidio Bianchet que encabezó la nota necrológica que todos los diarios argentinos publicaron al día siguiente de su fallecimiento, acaecido el 7 de febrero de 1942.
Hasta su muerte armoniza con su trayectoria vital, porque ya desde los 8 años, es decir a fines del siglo XIX ya bailaba el tango, cuando esta danza no poseía ninguna coreografía ni el menor antecedente para adoptar el baile al sonido y al ritmo del tango.
Y decíamos que su muerte se relaciona con su ciclo de existencia, porque faltándole una semana para cumplir los 57 años –un 7 de febrero de 1942 estaba actuando en Mar del Plata en un local llamado “El Rancho Grande”- Durante su actuación un síncope cardíaco lo abatía definitivamente. Conclusión, de 57 de vida, 50 años los vivió en el tango.
El nombre de “El Cachafaz” y sus hazañas danzantes flotan ya como una leyenda eterna.
Si fue o no el máximo bailarín de tangos nadie podría saberlo. Pero lo que no se puede negar es que ese es el lugar que el tango le adjudicó.