Suplemento Económico

Barrilete cósmico

A la Argentina le extirparon el largo plazo. Hoy todos los movimientos tienen carácter de urgente. La planificación no supera al mes de octubre. Se viven tiempos electorales y el país gana en nerviosismo y temores varios. Tirita. Chamuscados en fuegos históricos, los argentinos entonces ensayan su principal recurso defensivo: la dolarización de carteras.

En la tierra donde el rumor tiene entidad de anuncio, los economistas fogonean la idea de que el esquema de bandas cambiarias se extinguirá naturalmente con el conteo final de los votos en los próximos comicios legislativos. ¿Qué vendrá después?

El dilema todavía no tiene respuesta. Como siempre, la biblioteca se divide entre quienes desearían dejar flotar el dólar, asumiendo las consecuencias -que por nuestra cultura pueden ser devastadoras- y los que optan por controlarlo, sabiendo que cavarán así la fosa de la brecha cambiaría.

El dólar es siempre un tema sensible en nuestro país porque, a diferencia del resto de la región, y tal vez del mundo, el aumento del precio impacta como un latigazo inevitable sobre la espalda de los precios. De allí al crecimiento de la inflación hay sólo un paso.

Por ese motivo fue que lo primero que asomó entre los escombros de la derrota en campo bonaerense fue la pregunta de qué va a pasar con el dólar de acá a octubre. Hay quienes, lógicamente, extienden esa duda más allá del hito electoral.

La voz cascada, el dejo irónico de Carlos Melconian reapareció el lunes por la noche en un canal de televisión para advertir que está "preocupado" por el escenario cambiario, y que así como existe el denominado "riesgo Kuka", también hay un "riesgo oficial", generado por un gobierno que enfrenta altos vencimientos en dólares pero no acumula reservas en el Banco Central.

Para Melconian, el esquema de bandas cambiarias ya tiene acta de defunción. Se lo firmó la mismísima realidad cuando el precio del dólar, en parábola ascendente, y la cantidad de pesos circulantes, obligó al equipo económico a llevar las tasas a niveles de ponzoña para el sector productivo.

Manejar el billete verde ha requerido siempre de una ingeniería compleja. Al Gobierno la coyuntura lo pone nervioso porque de cara a las próximas elecciones legislativas lo más fuerte que tiene para mostrar es el proceso de desinflación. Y si el dólar sube y su conducta se replica en los precios de los productos básicos, pues llegarán a las urnas con el estandarte hecho flecos.

CAUTELA

El lunes por la noche se difundió por cadena nacional el mensaje del presidente de la Nación, que le explicó a la población los principales puntos del proyecto de Presupuesto 2026 que será remitido al Congreso de la Nación para su tratamiento. Ya se han sacado múltiples conclusiones al respecto. A manera de resumen vale destacar que parece que al Ejecutivo le entraron las balas, de allí las respuestas ofrecidas, los aumentos a la Salud, los jubilados y la Educación, entre otros segmentos.

Descafeinado, Milei se mostró cauteloso, lejos de su euforia habitual. Cuestionó cierto exitismo de campaña y culminó su alocución con una llamativa moderación, como quien busca cautivar el voto que le ha resultado esquivo. No hubo el rugido del león libertario, ni la arenga, ni el agravio.

Queda claro que el eje del programa económico seguirá siendo el equilibrio fiscal, principio innegociable para los libertarios. En la maraña de artículos que contiene el proyecto, la dinámica de la motosierra elimina el 6% del PIB destinado a educación; la inversión progresiva en ciencia hasta llegar al 1% del producto; y la inversión en defensa nacional, entre otras yerbas.

El tiempo dirá cuál será el legado de la gestión Milei. La historia sopesará en su balanza los daños y los beneficios. Aún es demasiado temprano para saberlo. Sí, en cambio, es palpable que ha sembrado una semilla saludable que no discuten ni propios ni extraños: la necesidad de que el Estado opere dentro del corsé del superávit fiscal.

Al menos hoy por hoy tirios y troyanos aceptan la idea de que no se puede gastar más de lo que se gana. Pero ya sabemos que algunas declaraciones son sólo posturas formales, frases políticamente correctas, y que la contracara al poder libertario es un peronismo que tiene como referente ahora a la figura de Axel Kicillof. Casi nada. Ya lo dijo Borges: “Los peronistas no ni buenos ni malos, son incorregibles”.

Que la Argentina genera más sospechas que tranquilidad nos lo muestra el reflejo del riesgo país, que tras los resultados en las elecciones bonaerenses escaló hasta los 1.200 puntos básicos. Como siempre, el mercado, ese animal salvaje, astuto y desconfiado, nos mira de reojo. Los inversores esperan dos cosas: el resultado de las elecciones de octubre, y que el Banco Central modifique la política cambiaria y comience a sumar reservas de cara a los cuantiosos vencimientos del 2026. El precio de los bonos habla de esto.

TODO MUY LINDO, PERO…

La figura de la manta corta también aplica a la economía. El Gobierno echó mano fuerte de la tasa de interés para absorber los pesos circulantes, evitando que se fueran al dólar y de allí al incremento de precios en la economía, pero terminó generando daños colaterales que son de manual. La maniobra tuvo como víctima al sector productivo, que enfrenta créditos prohibitivos.

De allí que los números flacos de la industria no asombren a nadie. El martes el Indec informó que la Capacidad Instalada del sector cayó al 58,2% en julio, prolongando así su parábola descendente. Los altos costos de producción y la merma en el consumo han resultado un combo letal que impacta por el lado de las ventas y el recorte en el empleo.

Las voces de los industriales no se hicieron esperar tras el mensaje presidencial. La Unión Industrial Argentina valoró la política de equilibrio fiscal y la estabilidad macroeconómica, pero reclamó tres puntos considerados clave a través de un comunicado:

1) Competitividad sistémica: además de la estabilidad fiscal y monetaria, es imprescindible avanzar en reformas que reduzcan el “costo argentino”: modernización laboral, presión tributaria, infraestructura, financiamiento productivo y capacitación de calidad.

2) Nivelar la cancha para producir e invertir: el propio mensaje presidencial remarca la necesidad de más empresas y más empleo. Para que esto ocurra debemos garantizar condiciones de igualdad frente a la competencia externa. Una apertura económica a mayor velocidad que las reformas internas pondría en riesgo al entramado productivo nacional.

3) Mirada microeconómica: entendemos que el proceso de ordenamiento macro puede generar tensiones sobre la actividad en el corto plazo. Por eso es clave atender la situación de las empresas en su realidad cotidiana: niveles de demanda, acceso al crédito y, en particular, la evolución de la tasa de interés, que impacta directamente en la inversión, la producción y los resultados económicos de las compañías.

Aquí es adonde la economía y la política se engarzan de manera inevitable, aunque muchos puristas se empecinen en considerarlas en compartimientos estancos. Los industriales piden reformas estructurales para bajar el costo de producción, cambios profundos que figuran en la agenda del gobierno libertario pero que no podrá ejecutar si en las próximas elecciones no suma una buena cantidad de diputados en el Congreso.

Si en octubre La Libertad Avanza no consigue ese objetivo, quizás transite los años restantes de gobierno en una serie de marchas y contramarchas improductivas, bloqueada desde el parlamento, en una gestión que no terminará por cambiar nada de raíz, en una expresión de deseos intrascendente, ni chicha ni limonada. Otra puede ser la historia con el respaldo de las urnas.

Los empresarios piden también, con cierto sesgo de ingenuidad, la protección ante la competencia externa, un versículo que de ninguna manera cabe en el evangelio libertario. Con buenos modales, solicitan además que el equipo económico vuelva a guardar la tasa de interés, que desenfundó, veloz como un rayo, para liquidar de un tiro certero la demanda sobre el dólar. Como en las películas norteamericanas, el Gobierno les dará su respuesta: no ha lugar.

Al fin de cuentas, como siempre, más allá de las elucubraciones políticas y las proyecciones que puedan realizarse sobre el entramado de la economía como sistema, todas las miradas están puestas sobre el dólar. Los argentinos quieren saber si el Banco Central va a mantener firme la piola del barrilete o si, por el contrario, soltará el carretel, con el riesgo de que eche a volar, hasta el infinito y más allá.