Nuevamente los colegios universitarios son impulsados a la política a través de las tomas. El asunto viene de lejos y ya no quedarán tantos testigos que recuerden a los muchachos que lo que empezó así en tiempos de Laica y Libre durante la presidencia de Arturo Frondizi derivó en derrame de sangre en los sesenta y setenta, fogoneado por Servicios de Inteligencia nacionales e internacionales.
Así también, como siempre, una camarilla políticamente hábil para sobrevivir y trepar se ha ubicado al tope y dirige. Quizás la novedad siglo XXI es que a esa cúpula permanente y hasta de aspecto físico cada vez menos presentable, se ha sumado un componente sindical, que no defiende a las instituciones ni a sus trabajadores sino a sus propios cargos y negocios. Porque aún la Universidad pobre es capaz de hacer ricos por izquierda.
Y destruir: el Hospital de Clínicas, dependiente directo del Rectorado de la UBA, histórico pionero de la mejor Medicina entre nosotros y de cuya caída ya nos hemos ocupado, es un ejemplo imposible de desconocer.
Cualquiera que se acerque a la verdad podrá comprobar que el magro presupuesto universitario, pobre y malgastado, no impidió nunca negocios que dan vergüenza. Pero es que aquí como en casi todos lo órdenes de la vida política nacional es la verdad la primera apaleada.
Si se observa a la actual oposición aparece compuesta por ángeles de alas anchas. Por ejemplo, el negocio que la administración Kirchner encabezada por Kichiloff les permitió hacer a los Esquenazi en YPF sin arriesgar un centavo y todavía promete montañas de dólares compartidos por los “fondos buitres” desde Estados Unidos, no parece siquiera rozar al reciente triunfador electoral de la provincia de Buenos Aires, que gasta su mejor cara de inocencia juvenil.
Pero no es mejor la actitud gubernamental, aun cuando parece haber decidido lucir un aspecto menos grotescamente histriónico, si persiste poniéndonos en manos improvisadas. Porque, seamos sinceros, ni la repostería ni el tarot califican para la buena organización política, como no calificaría el más profundo conocimiento matemático para ejercer adecuadamente la Medicina.
El Presidente de la República no puede dedicarse sólo a la economía y dejar de lado el resto de sus obligaciones de conducción. Aceptarlo así sería hacerse uno cómplice con que mandase al diablo la verdad.