Suplemento Económico

Ahora o nunca

Las elecciones del pasado domingo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires le han servido al Gobierno nacional como un muestreo de hasta dónde conserva el respaldo popular. Luego de un año y chirolas de implacable ajuste económico, La Libertad Avanza recibió el aval en las urnas. De confirmarlo en los comicios de octubre terminará por apretar a fondo el acelerador de las reformas. Es ahora o nunca.

Eso es lo que intramuros de la Casa Rosada comentan los hombres de Javier Milei. El propio Federico Sturzenegger, ministro de Desregulación y Transformación del Estado, confirmó hace un puñado de semanas su peor temor. Con alto grado de certeza le confesó a sus pares, catedráticos de la Universidad Austral, que había que avanzar ahora con las reformas porque el peronismo, algún día, volverá a ganar las elecciones.

Por eso es que en los últimos meses el equipo económico avanzó con una dinámica casi frenética de anunciar una medida por día. Los cambios van desde abrir el cepo hasta podar impuestos internos y quitar aranceles a las importaciones, en el afán libertario por construir ladrillo sobre ladrillo una economía abierta y con escasa intervención del Estado.

Les urge concretar todos estos movimientos en el menor tiempo posible porque se sabe que el apoyo del pueblo es voluble y que la rutina de ajustarse el cinturón produce hartazgo. Como bien dijo Sturzenegger, alguna rama de ese frondoso árbol llamado peronismo –no necesariamente el kirchnerismo- puede en algún momento recuperar el poder y echar por tierra con las reformas liberales. No sería la primera vez.

INFLACION

“Lo único que puede hacer el Gobierno es mantener el dólar entre bandas para que no se le dispare la inflación”. El comentario de un economista experimentado desnuda la fragilidad con la que se piensa y trabaja la economía en la Argentina. Y esto no es propio de la administración libertaria. Por el sesgo cultural de los argentinos, todos los presidentes estuvieron y estarán condicionados por la volatilidad del billete verde.

Así las cosas, el equipo económico trabaja en pos de ganar estabilidad y bajar el índice inflacionario hasta el prometido 1%. Por el momento no lo está logrando. De hecho, la inflación mayorista –una especie de termómetro de la minorista que vendrá- escaló hasta el 2,8% en abril, impulsada por el aumento de los precios en los productos importados. De acuerdo al análisis de los especialistas, el salto coincide exactamente con la salida del cepo cambiario y la posterior devaluación del peso, dos factores que están reconfigurando los costos de toda la economía.

“La prioridad es perforar el piso de inflación del 2% mensual lo antes posible. Aunque en algunas variables se empiecen a registrar desvíos respecto de la letra chica del acuerdo con el FMI, posiblemente el gobierno considere que, con los resultados contundentes en estas elecciones, el riesgo país podría bajar varios peldaños de un tirón”, escribió Jorge Vasconcelos en el último informe del Ieral de la Fundación Mediterránea.

No hay plata y mucho menos, dólares. Por ahora, en el marco actual, el Banco Central no compra divisas y por lo tanto tampoco suma reservas. “Con los préstamos ingresados tras el acuerdo con el FMI, las reservas netas del Banco Central han pasado a ser positivas en 2,3 mil millones de dólares, pero con los vencimientos externos de aquí a fin de año podrían volver a terreno negativo si no hay reposición a través de compras del BCRA, del Tesoro o nuevos créditos”, dice Vasconcelos.

En el final de esta frase está la clave de lo que el Gobierno piensa concretar ni bien tenga la menor oportunidad: volver al mercado de crédito voluntario. Es decir, emitir deuda. No es un secreto, el propio ministro de Economía, Luis Caputo, recalcó que esta posibilidad podría concretarse antes de fin de año porque el programa económica funciona “muy, muy bien”.

Además, el jueves se dio luz verde para que los dólares ocultos bajo el colchón, fuera del sistema, puedan utilizarse sin dar mayores explicaciones al fisco. Circularán los billetes bien habidos, y los otros también.

MARCHA ATRAS

El poderoso optimismo de Toto Caputo se da de bruces contra los últimos datos de la macroeconomía nacional. Entre ellos, el frenazo que mostró la actividad económica en el último mes y el escuálido superávit de la balanza comercial, donde el incremento de las importaciones es abrumadoramente superior al de las exportaciones.

El miércoles el Indec informó que en marzo el ritmo de la economía se retrajo 1,8% con respecto a febrero, lo que marca que el ciclo de crecimiento podría haber revertido su tendencia, pese a que en la comparación interanual –mismo mes del 2024- las cifras son auspiciosas: +5,6%. Sin embargo, el primer número es hijo del contexto actual, post salida del cepo e inflación levantisca, mientras que el segundo contrasta con el escenario de emergencia que el Gobierno transitó en su primer año de gestión.

“La caída de la actividad económica en marzo ya se venía anticipando. Los indicadores de construcción e industria habían registrado fuertes contracciones, lo cual responde a una cuestión natural: en ese mes se alcanzó un pico de incertidumbre, debido a algunos factores externos -como la guerra comercial y también a factores internos-. Por ejemplo, estaba en curso la negociación con el Fondo Monetario Internacional, y no había certidumbre sobre lo que ocurriría con el esquema monetario y cambiario”, sostuvo Eugenio Marí, economista jefe de la Fundación Libertad y Progreso.

Y añadió: “Esto también nos lleva a prever que la caída de marzo difícilmente se repita. Más bien, la interpretamos como un evento transitorio. Estimamos que en abril y mayo los datos de actividad económica comenzarán a corregir la contracción de marzo y que volveremos a registrar variaciones positivas en el índice de actividad”.

Por otra parte, los datos del intercambio comercial no fueron positivos pero, dólar barato mediante, a casi nadie le generó sorpresa. El saldo fue de apenas u$s 204 millones en abril, con un crecimiento del 2,3% en las exportaciones (u$s 6.664 millones) y un impetuoso avance del 37,3% de las importaciones (u$s 6.460 millones).

De hecho, en el Gobierno reconocieron que probablemente el año próximo la Argentina pase a tener déficit comercial debido a que la apertura de la economía y el dólar barato estimula las importaciones y le resta competitividad a las exportaciones que, además, no prosperan por un sinnúmero de variables internas como la carga impositiva, el costo de la logística y la falta de una infraestructura adecuada.

La parábola descendente del superávit es palpable. Basta solamente contemplar las planillas del Indec. “Nuestras proyecciones para todo 2025 apuntan a un superávit comercial a u$s 8.000 millones aproximadamente, menos de la mitad de lo registrado el año pasado (cuando llegó a u$s 18.899 millones) o lo que es lo mismo, con una caída de u$s 10.000 millones”, subraya el informe de la consultora Abeceb, liderada por Dante Sica.

Así las cosas, hay quien directamente acusa al Gobierno de aplicar una política económica de desindustrialización. Es el caso de los textiles agrupados en la Fundación Pro Tejer, rubro que está en el ojo de la tormenta cada vez que el Indec difunde el Indice de Precios al Consumidor. “Las importaciones de ropa y textiles del hogar se dispararon en el primer trimestre del año marcando un récord histórico: crecieron un 86% y 109% interanual en volumen, respectivamente”, detalla el último informe.

Los empresarios del rubro tienen la ardua labor de explicar porqué sube el precio de la ropa mes tras mes. Y aunque su argumentación es sólida, basada en la alta carga impositiva que padecen –“del portón de la fábrica para adentro somos competitivos”, suelen repetir-, al consumidor que necesita estirar su magro salario le da lo mismo que la camisa está fabricada en China o en la Argentina. Es una mirada pragmática, de supervivencia, que peca de cortoplacismo pero es por completo entendible.

Quienes comprenden los pliegues del plan económico pero articulan desde la política trabajan hoy en día en un esquema de contención social. Saben que el pasaje del ordenamiento de la macroeconomía a los resultados positivos en la micro –la actividad comercial cotidiana que disfruta o padece el ciudadano- experimenta un desfasaje temporal que no todos están en condiciones de soportar.

“En el Conurbano la gente está sufriendo mucho”, enfatizó en declaraciones radiales el senador bonaerense Carlos Kikuchi, otrora armador político y aliado de Javier Milei. “Nosotros estamos de acuerdo con el reacomodamiento de la macro. Es algo que hay que hacer; Argentina tiene que ir a una normalidad de equilibrio de cuentas e inflación cero, pero hay que cuidar un poco la micro, el día a día de la gente. En el conurbano la gente está sufriendo mucho y no se está poniendo el debido cuidado a esas cuestiones”, concluyó.

La nimia sensibilidad social nos mete en el túnel del tiempo hacia la década del ’90, cuando Carlos Menem proponía cirugía mayor sin anestesia. El tajo doloroso se replica en descreimiento, desgano electoral –sólo el 53% del padrón fue a votar en la Ciudad de Buenos Aires- y el irremediable castigo. Por ahora Milei parece quedar a salvo del masivo desencanto popular. Demasiado cerca en el tiempo están las fallidas políticas del kirchnerismo y su inefable falta de autocrítica.