En los últimos años, la relación entre la actividad física y la neurociencia ha sido objeto de numerosos estudios científicos. La ciencia ha demostrado que el ejercicio físico no sólo beneficia al cuerpo, sino que también tiene efectos muy positivos sobre el cerebro y la salud mental.
La práctica de ejercicios aeróbicos, contribuye a aumentar los niveles de una proteína que favorece la supervivencia de las neuronas y fortalece las conexiones sinápticas. Entrenar regularmente, contribuye a la liberación de neurotransmisores como la dopamina, la serotonina y las endorfinas, que mejoran el estado de ánimo, reducen los síntomas de ansiedad y depresión, y promueven una sensación general de bienestar.
Además, la actividad física influye en regiones claves del cerebro, como el hipocampo y la corteza prefrontal, relacionados con la memoria y con funciones tan importantes como la toma de decisiones, la atención y el control de impulsos. En adultos mayores, se ha comprobado que el ejercicio regular puede relentizar o incluso revertir el deterioro cognitivo asociado al envejecimiento.
En distintas etapas de la vida, la relación entre la actividad física y la neurociencia revela múltiples beneficios: en niños y adolescentes, el movimiento corporal mejora el rendimiento académico al fortalecer procesos cognitivos como la atención, la memoria de trabajo y la velocidad de procesamiento, actúa como un regulador del estrés, aumentando la resiliencia psicológica, favorece el desarrollo de habilidades motoras, sociales y cognitivas. El juego activo promueve conexiones neuronales más sólidas y prepara al niño para aprendizajes más complejos. En adolescentes, ayuda a regular cambios hormonales, mejora la autoestima y reduce comportamientos de riesgo. En adultos jóvenes y de mediana edad, la práctica regular de ejercicio contribuye a un mejor rendimiento laboral, mayor concentración y un estado mental más positivo. Además, fortalece la red de conectividad cerebral, haciendo que el cerebro funcione de manera más eficiente. Para las personas con enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer o el Parkinson, ciertamente la actividad física retrasa la progresión de los síntomas y mejora la calidad de vida.
Claudio V. Penna
Profesor Nacional de Educación Física. Ig @lospenna