Opinión

A 60 años de la hazaña del coronel Leal: “Sin Malvinas no hay Antártida”

La ´Operación 90´: La primera expedición terrestre al polo sur realizada por el Ejército Argentino.

Se están cumpliendo 60 años de una proeza: la Operación 90 -nombre acuñado por los 90 grados de latitud sur que tiene el Polo- realizada por 10 soldados del Ejército Argentino bajo el mando de un coronel de caballería, salteño él, Jorge Edgar Leal.
Fue la primera expedición terrestre hecha por la Argentina al Polo Sur y tenía como objetivo la reafirmación de la voluntad soberana de nuestro país sobre el Sector Antártico, que le pertenece con todo derecho.
El 2 de febrero de 1976, lo entrevisté para la revista Siete Días sobre un tema de actualidad en ese momento, pero también aproveché para que me hablara de la histórica expedición.
Por esos días la prensa carioca había lanzado una campaña de concientizacion sobre la importancia de adquirir presencia en el continente helado y el diario O Globo había anunciado que “Brasil se prepara para tomar posesión de su nuevo territorio”.
La ambición de una “Antártida Brasileira” se apoyaba sobre todo en la teoría de la “defrontaçao” -que constituye una adaptación interesada del principio del sector, originalmente propuesto para el Ártico- y la suposición de que Américo Vespucio había descubierto la Antártida durante el viaje que, por cuenta de los portugueses, iniciara en 1501.
“Que nadie se llame a engaño, -prevenía en ese momento Leal- En razón de que no les asiste ningún derecho para incursionar en la zona, los brasileños lógicamente proceden a disfrazar sus intenciones. Pero son consideraciones eminentemente geopolíticas y preocupaciones de orden económico las que estimulan su iniciativa, escudada en motivaciones científicas. No existen antecedentes históricos que apuntalen su pretensión, por más que citen los viajes de Vespucio, un navegante que, como se sabe documentadamente, nunca expedicionó más allá de los 64 grados de latitud Sur; es decir, al Este de Tierra de Fuego, lugares desde donde, en el mejor de los casos, sólo pudo haber observado algún despistado témpano en deriva al Norte”.

TEORIA DE LA DEFRONTACION
En cuanto a la teoría de la defrontación, Leal me aseveró que aplicar en el Cono Sur ese criterio de demarcación (vigente en el casquete polar Ártico) resulta totalmente improcedente. “El Ártico es un mar congelado, -explicó- donde las naciones ribereñas forman un anillo en torno a él. Esas naciones no tenían otra forma de ponerse de acuerdo en sus pretensiones que prolongando sus sombras geográficas a través de los meridianos que van a morir al Polo Norte. Muy distinta es la situación en la Antártida: se trata de un verdadero continente con el cual sólo la Argentina y Chile, en el cuadrante americano, tienen tierras adyacentes. Además, los brasileños ensayan un curioso razonamiento que los lleva a considerar a la Antártida como ´tierra de nadie´, desconociendo así la presencia y los derechos argentinos en la zona”.
Leal agregó que Brasil quiere “hacerse presente en una zona geoestratégica de gran importancia, que contiene minerales y elementos considerados críticos”.
Para el general Leal -a quien le agradaba que lo llamen coronel “porque fue la época en que pude hacer algo por mi patria”- la intervención -con una expedición científica- del Brasil, no es más que el primer paso de una escalada que terminará en la proclamación de soberanía sobre un sector al cual legisladores, estrategas y funcionarios de ese país ya se encargaron de fijar límites: los mismos estarían dados por la prolongación del meridiano del arroyo Chío, en la frontera con el Uruguay y el de la isla Martín Vázquez, en el Atlántico. Estos límites los llevarían a invadir zonas jurisdiccionales argentinas, donde están instaladas las bases Sobral y General Belgrano.
“El cuidadoso silencio oficial al respecto -apuntaba Leal- no debe impedir que nuestros organismos responsables actúen resueltamente para enfrentar la situación. Si por escrúpulos de puntillosidad diplomática esperamos el hecho consumado para reaccionar, será demasiado tarde”.
Con el fin de impedir este intento de “arrinconarnos”, como él lo definía, Leal recomendaba un enérgico e inteligente accionar diplomático del Palacio San Martín y un extremado potenciamiento de la presencia y acción de la Argentina en la zona.
El expedicionario no se equivocaba. Ocho años más tarde, en febrero de 1984, Brasil inauguró su primera base antártica en la isla del Rey George, en la Bahía del Almirantado.
Ahora vendría la parte más jugosa de la entrevista.

BASE ANTARTICA
-Siendo capitán, usted fundó en 1952 Base Antártica Esperanza, ¿qué es lo que más lo impactó al llegar allí?

-Tenía el alma en un hilo, todo el tiempo me maravillaba de cuanta increible e imponente belleza había en ese lugar de la Creación. Ese escenario actúa sobre el cuerpo y el alma.

-¿Cuándo nació su sueño de llegar por tierra al Polo Sur?
- Nuestro precursor, el primero que se dio cuenta de la importancia de la Antártida para la Argentina, el general Hernán Pujato, no se cansaba de machacar: para que ese territorio clave nos pertenezca realmente, debemos estar presentes. Cuando lo relevé en la Base General Belgrano, frente a la formación que yo encabezaba, él nos comprometió. Dijo: “Ustedes tienen que llegar al Polo Sur”. Desde ese momento, me obsesioné con la idea.

 

LOS EXPEDICIONARIOS

El coronel Leal me pidió especialmente que mencione en la nota a todos los expedicionarios. La patrulla que comandaba estaba conformada por Gustavo Adolfo Giró, Ricardo Ceppi, Julio Ortiz, Jorge Rodríguez, Guido Bulacio, Roberto Carrión, Adolfo Moreno, Domingo Zacarías y Ramón Alfonzo.

Llevó tres años planear la expedición. El personal, los equipos y las provisiones fueron llevados a la Antártida en el buque rompehielos General San Martín. Y el 26 de octubre los diez hombres, con un total de 18 perros de raza polar argentina (ya extinguida), iniciaron la arduamarcha.

 

-Los perros no fueron usados directamente para llegar, porque ustedes iban en las motos de nieve, las Snowcat…

– Los perros antárticos pueden trabajar con temperaturas menores a los 50 grados bajo cero y lo más importante es que no pierden la orientación y detectan las grietas, tan peligrosas en la Antártida con mucha más facilidad que los hombres. ¿Cómo lo hacen? Sigue siendo un misterio para mí.

 

MEDIOS ELEMENTALES

Los expedicionarios de Leal tenían medios elementales como brújulas y teodolitos para atravesar un terreno inexplorado del que no había ni mapas. Con montañas de tres mil metros de altura. Marcharon con temperaturas inferiores a los 50 grados bajo cero y vientos que superaban los 140 km por hora. Generalmente se desplazában con una avanzada de hombres con esquíes, encordada, para descubrir las posibles grietas que suelen quedar ocultas por el hielo. Varias veces tuvieron que permanecer días enteros adentro de las carpas a causa de los temporales de viento y nieve. Si el terreno estaba en buenas condiciones, a veces avanzaban para ganar tiempo durante más de 24 horas seguidas. Las grietas eran el principal peligro, porque caer en una de ellas significaba la muerte segura. Se recorría un terreno virgeny aunque todos los expedicionarios tenían mucha experiencia, había que gambetear traicioneros remolinos de nieve y muchas otras asechanzas. Por ejemplo, con las famosas noches blancas -el sol brillando en forma permanente, las 24 horas -a menudo no se podía ver a más un metro de distancia.

 

-¿Cómo se orientaban?

- Cuando uno se aproxima al Polo, la brújula ya no sirve. No es cierto que la aguja de la brújula se pone loca y gira. Pero se aplasta y ya no se puede usar. Y todo alrededor es blanco, sin puntos de referencia.Nos orientabamos como los navegantes, con el Sol. Pero había que saber cuál era la hora exacta, para lo cual generalmente se usa el top de las radios. Sin embargo, las radios argentinas no llegaban, así que escuchábamos las únicas que tenían potencia suficiente: la BBC de Londres y Radio La Habana. O sea que para eso dependíamos de los ingleses y de los castristas. Paradójico…

 

-¿Cómo supieron que habían llegado?

-Supimos que estabamos en el polo geográfico porque vimos unas manchas oscuras, que sobresalían en el desierto blanco. No podían ser otra cosa que las instalaciones de la semi-soterrada base norteamericana Amundsen-Scott.

 

-¿Qué fue lo primero que hicieron al alcanzar al Polo Sur?

- Abrazarnos frenéticamente. Y enseguida nos pusimos a descansar, descansamos bastante tiempo, estabamos exhaustos. Luego levantamos en ese límite austral de la Argentina el mástil que habíamos transportado, dividido en tres tramos. Nos formamos e izamos la bandera que había flameado durante toda la expedición sobre el vehículo de comando y cantamos el Himno, agradecidos a Dios por habernos permitido cumplir con esa misión, tan anhelada. Fue la emoción más grande de mi vida. Es que en la Antártida se sufre la inclemencia de la geografía, pero tambien se vive intensamente en andariveles espirituales. Habíamos iniciado nuestra marcha con la fe puesta en Dios. Antes de emprender el regreso, dejé allí una réplica de la imagen de la Virgen del Milagro. Ahora los salteños pueden decir que su imagen patrona vela por la patria, desde el mismísimo Polo Sur.

 

– ¿El retorno fue más fácil?

-Sí, porque ibamos por una ruta ya conocida, habíamos aligerado la carga y en muchos tramos nos movíamos sobre las huellas que habíamos dejado en el viaje de ida. Demoramos 45 días en llegar y solamente 16 en volver.

 

TORMENTAS POLARES

La Antártida es el lugar más inhóspito del planeta. Los hombres del coronel Leal se las tuvieron que ver con tormentas polares e interferencias magnéticas que afectaban los instrumentos y las comunicaciones; los lubricantes se volvían sebo y los metales se cristalizaban.

 

-¿Alguno de los expedicionarios fue particularmente clave para alcanzar el éxito?

- En mi expedición, todos los integrantes dieron lo mejor de sí dentro de sus capacidades personales. El nivel de entrega de cada uno y del conjunto permitió el éxito de la operación. Pero no puedo dejar de mencionar especialmente al capitán Giró Tapper, de gran experiencia antártica y de voluntad inquebrantable.

 

-Les tocó pasar la Navidad en la Antártida… ¿Cómo fue?

- Avanzabamos lentamente, evitando las profundas grietas en el hielo. Marchabamos encordonados en medio de una gran cerrazón provocada por la nevada. Al llegar las 12 de la noche ordené que hiciéramos un alto. Frenamos los vehículos, pronuncié unas palabras subrayando que a esa hora los cristianos celebraban en todo el mundo la Nochebuena y rezamos un Padrenuestro. Elevar una plegaria en medio de esa inmensidad blanca fue una de las cosas más hermosas que me pudo haber pasado.

 

-Algunos han dicho que fue una expedición suicida…

-De ninguna manera, aunque debo admitir que sabíamos que íbamos, pero no si volvíamos.

 

-A qué atribuye el éxito de la expedición?

-A que Dios nos llevó a todos de la mano, porque de otro modo no sé si llegábamos.

 

EXPEDICION EN SECRETO

La Operación 90 fue una expedición en secreto. Leal sostenía que en 1965 había razones para ello. Los soviéticos y los norteamericanos, que reclaman la Antártida como suya, estaban en plena Guerra Fría. Y no veían con buenos ojos que otros, aunque tuvieran derecho como los argentinos, anduvieran por el Polo Sur marcando hitos de soberanía.

 

-Cuando regresaron después de la hazaña, ¿qué fue lo que más le llamo la atención del recibimiento que tuvieron?

-Creo que fueron las palabras de bienvenida del presidente Arturo Illia, en la Casa Rosada. Sin ningún machete, habló durante más de veinte minutos con gran conocimiento de la Antártida y de lo que significaba estratégicamente para nuestro país.

 

-¿Y que significa estratégicamente para usted?

-La Antártida es el ultimo gran reservorio de minerales y de agua dulce del planeta. Va a ser muy codiciada en el futuro por todas las potencias centrales. Por eso tambien es tan importante que la Argentina pueda recuperar las Malvinas. Sin Malvinas no hay Antártida. Es el territorio base para poder controlarla. Reivindicar derechos sobre la Antártida no es solamente proclamarlos, sino ejercerlos. Nuestro país y Chile tienen derecho a la Antártida. Y nadie más en este cuadrante,  digan lo que digan en el Hemisferio Norte.

 

LEAL FUE CLARIVIDENTE

Aquí Leal fue clarividente. Que sin Malvinas no hay Antártida lo advirtieron muy pronto los británicos. Justamente por eso ellos buscaron y desataron la guerra de 1982. Lo hicieron a fin de montar en el archipiélago la “Fortaleza Falklands”, que en el futuro les sirva de cabeza de puente para la conquista del continente blanco. El conflicto de 1982 seguramente quedará en los anales de la Historia como la primera guerra por la Antártida.

El día de Navidad los expedicionarios se reencontraron con sus camaradas de la Base Sobral. Y el último día del año 1965 llegaron a la Base Belgrano: “Habíamos recorrido 2.900 kilómetros y transcurrieron 65 días desde el momento en que -desde ese mismo lugar- iniciamos nuestra marcha con la fe puesta en Dios y la mente y el corazón en la soñada meta: el Polo Sur, límite austral de la Patria”. Leal lo rememoraba con voz estremecida.