‘La habitación blanca’. Dirección: Lautaro Perotti. Autor: Josep María Miró. Vestuario: Cinthia Guerra. Iluminación: L. Perotti. Actores: Miriam Odorico, Andrés Ciavaglia, Melisa Hermida, Alfredo Staffolani. En el teatro Timbre 4.
El catalán Josep Maria Miró tiene un estilo muy reconocible en su teatro. Desmenuza en las historias y psicología de sus personajes, muchas veces en su pasado, para contarnos revelaciones, dilemas éticos y morales. Lo demostró en las exitosas ‘El principio de Arquímides’ o ‘Nerium Park’, historias que le valieron variadas distinciones.
Desde hace unas semanas, en Timbre 4 puede verse ‘La habitación blanca’, ya estrenada en España, donde también fue dirigida por Lautaro Perotti.
El propio director la describe como “una invitación a revisar el pasado para poder construir el futuro”. Hay una gran apelación a la infancia, a los primeros años para explicar el presente de los individuos.
La obra se centra en una docente que se les aparece a tres de sus exalumnos alrededor de 35 años después de que los tuviera en las aulas. La mujer -excelente Miriam Odorico- resulta una especie de presencia fantasmagórica y funciona como una voz interior en sus exestudiantes a quienes les hace preguntas inquietantes: ¿Esto querían? ¿Están conformes con lo que tienen? ¿Se animan a cambiar? Y una bastante clave: ¿hicieron todo lo que pudieron cuando eran alumnos? Porque en ‘La habitación blanca’ se habla también de bullying con sus consecuencias horribles en la vida de un estudiante en particular.
Hay mucho de trauma no resuelto, de necesidad de explicaciones en todo el material. Se trata de una mirada favorecida por cierto psicoanálisis pero que al chocar con la repetición del presente a veces puede quedarse en eso: una explicación. La maestra quiere acción, busca que ellos hagan algo con ese pasado dramático.
PROFESIONALES
Con escenografía, vestuario e iluminación acotadas al máximo, la responsabilidad recae en los actores, que resuelven cada situación -están siempre en escena- con profesionalismo.
Perotti marca espacios, dibuja momentos y confía a ciegas en el texto de Miró con levísimas adaptaciones al porteño -por momentos parece que hablaran de tú o en catalán-.
Resultaría interesante ver cómo esos cuarentones con sus vidas insatisfechas quizá puedan encauzar sus existencias a partir de esa maestra. Por otro lado, ella tampoco tal vez sea tan inocente ni tan buena como podría pensarse. Hay que ver la obra para darse cuenta por qué.
Calificación: Buena