Entre un pasado que no quieren soltar y un cambio que incomoda

Por Verónica Airala *

Después de once meses desde la asunción del presidente Javier Milei, muchos se siguen preguntando: ¿Por qué ganó? ¿Cómo es que sigue manteniendo una imagen positiva alta a pesar de semejante ajuste?
Para algunos no es tan difícil de entender; sin embargo, otra parte de la sociedad -ya sea por ideología o por intereses sectoriales- aún hoy se niega a ver o aceptar la decisión de la mayoría.
Un caso particular es el de los analistas políticos, quienes centran su atención en la imagen del líder político, buscando respuestas en teorías del pasado, en textos de páginas amarillentas. También nos encontramos con aquellos que prefieren engañarse, autoconvencerse de que este outsider será otro más qué pasará desapercibido en los libros de historia.
Para ellos, basta con resistir y esperar a que se destruya solo. Así, especulan mientras se frotan las manos, construyendo un relato que los mantenga en la arena política hasta que pase la turbulencia. En este grupo podemos incluir a la "oposición vintage" o, como dirían los jóvenes libertarios, a los "viejos meados".
Hay algo que sobresale en todos ellos: añoran el pasado, ese en el que se sentían cómodos, donde su palabra tenía autoridad y no era cuestionada.Ese terreno hoy se ve pantanoso, eclipsado por las redes sociales e integrado por un público con ansias de ser escuchado.

CAMBIAR EL LIBRETO
Encuestas, datos, marketing, opinólogos, analistas, economistas y políticos inundan los medios dando cátedra de su expertise. Sin embargo, consciente o inconscientemente, no pudieron o no supieron interpretar lo que se venía gestando.
Quizás ya es hora de cambiar el libreto y dejar de subestimar al votante. El momento es histórico, aunque algunos quieran convencer de lo contrario. Podríamos asegurar que 'soplan vientos de cambio', una bandera levantada por una juventud con apetito de protagonismo. La respuesta no está en analizar la imagen construida del líder carismático, sino en reflexionar sobre las decisiones, responsabilidades y fracasos que, durante estos cuarenta y un años de democracia, han convertido a la Argentina en un país inviable.
Esta situación ha llevado a que los argentinos se sientan desencantados de la clase política: promesas incumplidas, una corrupción obscena, legisladores que solo representan sus propios intereses, una justicia desigual al servicio de los poderosos y un sindicalismo que usa a los trabajadores como escalones de 'movilidad social ascendente', pisoteando sus derechos. Por solo nombrar algunos ejemplos.
La respuesta es tan clara como el agua que, en pleno siglo XXI, aún le falta a muchos argentinos; tan cruda como los datos de pobreza que año tras año sigue en aumento; tan evidente como la inflación crónica, la cual ningún político combatió. Aunque algunos intenten negar, ocultar o distorsionar esta realidad, no podrán frenar el cambio: que ya está en marcha. Entonces seguirán embarrando la cancha o se arrodillaran ante lo inevitable… el tiempo lo dirá.
* Abogada.