VUELVEN A CIRCULAR CINCO NOVELAS DE JOSEPH ROTH

El rescate del sublime bebedor

En 1894, Moses Joseph Roth nació en la ciudad de Brody, región de Galitzia (hoy Ucrania) en el seno de una familia judía. Su padre lo abandonó antes de nacer. Estudio filosofía y literatura en Lemberg (hoy Lviv) y en Viena. Vio el derrumbe de su amado Imperio Austrohúngaro. Se ganó el pan como periodista, recorrió media Europa y en la URSS perdió la última de sus ilusiones socialistas. Asistió en Berlín a la erupción del nazismo. Su esposa padeció esquizofrenia y murió en un manicomio vienés. Roth acabó sus días en París en 1939, pobre, refugiado y dipsómano. Se había convertido al catolicismo; una neumonía liquidó al pequeño y delicado escritor a los 44 años de edad. Es natural que su prosa haya sido -además de pulcra- cínica y desesperanzada. Se lo considera hoy una de las cimas de la literatura alemana de su época.

Escribió Roth diecinueve novelas, entra ellas una de las mejores del siglo XX: La marcha Radetzky, un extraordinario retrato del ocaso de la dinastía de los Habsburgo (1). Ediciones Godot -sello argentino especializado en gemas exóticas- publicará este año otras cinco obras. La primera entrega de la colección se titula Izquierda y derecha. Sobre este texto cautivante versa el artículo.

Rechts und links (también traducida al español como A diestra y siniestra) fue entregada por primera vez a la imprenta en 1929, cuando su autor era uno de los periodistas mejor pagos de Europa como colaborador frecuente del Frankfurter Zeitung, pero aspiraba a ser reconocido como literato. Su bigote irregular -se recuerda- solía ya estar manchado de ajenjo, whisky y coñac. 

Fue un año difícil para la frágil democracia alemana que había surgido de las ruinas de la Primera Guerra Mundial; fue el año del llamado Mayo sangriento, cuando el gobierno socialdemócrata logró aplastar a sangre y fuego una insurrección comunista, digitada desde Moscú. En las elecciones del año anterior, el nacionalsocialismo había logrado menos del 3% de los votos, pero ganaba adhesiones todos los días entre los partidarios del orden. La catástrofe económica -causada por el colapso de Wall Street- estaba a la vuelta de la esquina.

Todo ese clima de agitación, inconciencia política y degradación cultural colorea las páginas de Izquierda y derecha. Como las grandes novelas de Francia y Centroeuropa, une travesías individuales con el destino de una gran nación. Leemos la historia de una familia de provincias, quintaesencia del arribismo, cuyos dos vástagos emigran a la capital alemana para defraudar expectativas. 

LA VIDA DE PAUL

El eje de la novela es la vida de Paul Berheim. Todo indicaba en su pequeña ciudad natal que se convertiría en un genio; se transformó en un bueno para nada. Seguimos al muchacho -una pompa de jabón elocuente, inescrupulosa y hiperquinética- en la escuela secundaria, Oxford, el Ejército alemán, los negocios en Berlín, el matrimonio con la hija de un magnate, las riñas con el hermano, la traición a un benefactor. Un alma miserable que encarna la ambición desaforada de su clase, la pequeña burguesía. El ascenso social como obsesión, en un mundo cuya moral se rige únicamente por el dinero constante.

Su hermano Theodor es el perdedor de la familia. Un mequetrefe relegado por sus padres que alivia sus frustraciones en el pantano putrefacto del fanatismo, en una organización de extrema derecha llamada Dios y Hierro. Hasta que un día el hambre lo obliga a concesiones humillantes.

Dadme a un militante radical y yo te mostraré a un resentido, a un lastimado en la infancia o en los años formativos, a un don nadie con complejo de inferioridad, parece ser uno de los mensajes del libro, que, por cierto, no ha perdido vigencia. Roth apela al psicologismo para explicar las turbulencias políticas de su época. En la página setenta y cinco, conjetura que "las ideas son meros pretextos, siempre lo fueron... Aquellas dos fuerzas que nos empujan son el miedo y la sed, como a los animales". Los idealistas no sólo no tienen alegrías, también son unos hipócritas.

Hay un personaje positivo. El inmigrante Nikolai Brandeis, desertor del Ejército Rojo, despreciado por los alemanes -por judío y por su aspecto de mongol- a pesar de que se las arregla para edificar un imperio económico que da trabajo a miles de personas y auxilia a legiones de desesperados. Es la voz de la conciencia lúcida en un mundo que se cae a pedazos.

Ese mundo es la República del Weimar, justamente. La novela pinta un fresco inteligente aunque pesimista de ese efímera centella de libertad que cruzó el cielo de Alemania durante la entreguerra. Estamos a cuatro años de la toma del poder de un demagogo de cevecerías, a quien cualquier psiquiatra podría diagnosticar su incapacidad mental. Su nombre era Adolf Hitler.

De alguna manera, Roth vio venir la llegada del diablo -en un escalofriante pasaje se describe una marcha paramilitar, acaso las S.A.- y dejó constancia de ello en el último libro de lo que se considera su primera etapa como escritor.

Atormentaba a ese artista apátrida la obsesión por opinar. Tenía algo que decir sobre el adefesio del teatro moderno, los zares de la industria, la ilusión del amor, la influencia de las novelas sobre la sensibilidad popular, el honor de las mujeres, etc. Cultivó la paradoja con la habilidad de un Chesterton y adornó sus páginas con un humor fínisimo. Tres hurras por el rescate.

http://(1) https://www.laprensa.com.ar/462676-Marcha-funebre-por-Austria-Hungria.note.aspx