Los pibes-abuelos de Malvinas (Parte de guerra IX)

Por Franco Ricoveri

Con ocasión de la muerte del sabio Papa Benedicto XVI releía uno de sus libros: Ultimas conversaciones. Hace años había remarcado un párrafo en el que contestaba brevemente a una pregunta incisiva comparando su pasado como joven teólogo con el pensador de madurez. ¿Qué había pasado? ¿Se había “cambiado de bando”? era la pregunta que le hacían. Transcribo la respuesta: “Vi que la teología no era ya interpretación de la Fe de la Iglesia Católica, sino que reflexionaba sobre sí misma, sobre cómo podía y debía ser. Como teólogo católico para mí aquello no era conciliable con la teología católica.” Y en buen criollo acá hay dos cosas. La primera es que nada nubla tanto la vista como centrarla en el propio ombligo o en las propias obras. La segunda es que ésta es una sabiduría a la que los años suelen dar respaldo, porque cuando se es joven creérsela es más fácil e inocente.

- ¿Y dónde está el problema? – se podría preguntar alguno. Parece una sutileza, pero es absolutamente clave. Desde Adán y Eva en adelante. ¡Qué lo diga el pobre Abel cuando veía a su hermano asesinándolo quizás sin siquiera saber por qué! Y de allí en más, en todo. Y en todos. Porque el problema capital en esta vida es vivir mirándose a uno mismo (o a su propia tarea) y perder de vista “la realidad” que es infinitamente mayor. Ya sabemos que para el hombre actual la “realidad” termina siendo lo que su “yo” quiera. Nos dicen que no importa lo que mi “yo” sea en verdad, sino como se autoperciba… Pero la autopercepción es engañosa, bien se sabe… porque allí empieza a jugar el egoísmo, el egocentrismo, el hedonismo y todas sus variantes. Los años, decíamos, ayudan a ver la realidad como es y entonces llega la sabiduría. Aunque hay que estar atentos: sabemos que muchos ni han llegado no llegarán nunca. Hoy para llegar hay que saber remar contra la corriente.

Un problema es que a veces esa mirada de la realidad amoldada a “mis” intereses, “falsificante”, se camufla y el engaño es más sutil. Una de las formas más comunes es disfrazar el “ego” en un “nosotros”. Ahí, el burdo “yoísmo” de nuestra cultura “selfie” se disimula un poco. Y eso vale en todos los campos: en el alto campo de la Teología (como veía S.S. Benedicto XVI), en el de la política (que cada día asquea más justamente por esta causa), en nuestras relaciones personales… en todas partes. Más aún, desde la trinchera de un “nosotros” imaginario puedo tranquilamente despotricar contra los otros y acusarlos hasta de mis mismos defectos (¡la pucha si es frecuente!). Una buena forma de empezar un año nuevo es siempre hacer un examen de conciencia al respecto: la mejor manera de arruinar todo es poniendo mi “yo” por delante. “El burro adelante…”

Y sí… lo que acabo de decir hoy es contracultural, pero es lo que nos enseñan los miles de años de cultura que cargamos en nuestras espaldas (aunque lo ignoremos).

¿Y qué tiene que ver Malvinas con toda esta perorata? Es que somos parte de este mundo y hay que estar atentos. El egocentrismo se desarma al mirar las necesidades del otro, es allí en donde el yo entiende que la felicidad, la plenitud no está donde creía o le decían que estaba… está en el servicio a los demás. Y eso es lo que hoy, en el 2023, sigue emocionando de los “pibes de Malvinas”. Son testigos vivientes de que se pueden superar las tentaciones y los miedos, que se puede luchar contra el mal. ¡Qué bueno es que se los recuerde en el canto! ¡Qué bien que habla de nuestra gente y cuántas esperanzas despierta!

Nos entendamos: no festejamos la guerra, no aplaudimos la muerte, le cantamos a quienes supieron negar sus propias ambiciones y sueños en pos de un bien mayor, el de la Patria. Y eso no es solamente “algo”, es mucho. Hay que tener “buena madera”, que la tenemos. Y dejarse de mirar a uno mismo para ver, con mirada amplia, clarividente, “la realidad de las cosas como son”. Por supuesto que esto es algo que se aprende con el tiempo. De un niño no podríamos esperar lo mismo que de un anciano. Los años deberían enseñar y nosotros deberíamos aprender, porque si no lo hiciésemos seríamos “necios”.

¿Y Malvinas? Bueno, creo que todo este largo preludio nos sirve para replantear el combate. En la admiración sincera que el Mundial de Fútbol reavivó por los combatientes de Malvinas hay una realidad. Cuando desde chicos cantamos “el que no salta es un inglés” (ni francés, ni holandés: inglés), con eso también estamos eligiendo un modelo de ser acorde con nuestras raíces, no con el marketing (garketing decían otros), ni la moda. Y allí hagan Uds. la lista de las cosas que esto implica… es larga, larguísma. Desde ya que no va a suscitar sentimientos unánimes, porque hay traidores, mercenarios, “cipayos” y “gurkas” desde siempre, pero en la historia de los pueblos siempre pesaron más los héroes. A los otros se los recuerda con desprecio.

El héroe lo es en tanto que “no eligió el bien de sí mismo”, sino una más rica y prometedora realidad que tiene al prójimo como protagonista. En estos 40 años de renovada lucha, los vaivenes del combate a veces nos han hecho perder ese Norte y hoy estamos con excelentes posibilidades de recuperarlo. Una prueba de ello es cómo se está cambiando el discurso. Después de la guerra, Malvinas se pintó como algo vergonzoso (por una mezcla de exitismo más cipayismo), se hablaba de “loquitos” o “chicos (¡en forma despectiva!). Hubo que remar por décadas. La prédica solitaria de “los que no bajaron los brazos” mantuvo la brasa prendida en los corazones de la Argentina profunda. A veces la prédica era simplemente testimonial: “esto fue lo que pasó”. Valioso, pero esto hoy no alcanza, se queda en un pasado.

Hoy “Malvinas es futuro” y la tropa se está reagrupando

La única forma que tenemos de avanzar es vigilando siempre la tentación omnipresente del “ego”. Los pibes de Malvinas hoy son “abuelos.” Y “ser abuelos” despierta una sapiencia especial. Las espaldas están cargadas, el carretel medio vacío, pero el futuro también sonríe en la cara de los nietos. Y frente a ellos y “con ellos” el combate se retoma con un ardor distinto, más generoso. Porque los nietos miran y esperan.

Como “Malvinas es futuro”, el combate hoy está en las escuelas. Como dice nuestro querido Esteban Tries: “¡hay que celebrar la vida!”. Auguramos para la causa un gran 2023 porque los años vividos y sufridos por los Veteranos de Guerra hoy les dieron una sabiduría especial (¡abuelos, lalalalala…!). Ya no miran sólo sus propias vivencias, miran “la realidad total de las cosas” aprendiendo de todo y de todos.

Hoy los pibes-abuelos miran a nuestra pobre Patria crucificada, hundida y humillada y sueñan con dejarles a sus nietos algo mejor. Ya aprendieron de los heroísmos y las miserias, de los momentos oscuros y de la alegría. Hoy el combate los reclama de nuevo y no nos fallarán. Los años próximos serán malvineros. No deben faltar sus testimonios por todos lados, aunque no los inviten, en las escuelas los están esperando. Como hacen los nietos.

Los “pibes de Malvinas” están de vuelta para que Argentina cumpla de una vez el destino de “ser lo que debe ser”. Y no están dispuestos a perder.