Con perdón de la palabra

Un médico arrepentido

Mi hermano Cruz y su mujer Mercedes vivieron muchos años en San Pedro, provincia de Buenos Aires. Zona de naranjales, signada por la influencia que  ejerce el discurrir del Paraná contiguo. Y fue allí donde tuvieron lugar los sucesos que siguen, ocurridos mientras vivían en la ciudad y siendo párroco el padre Torres, protagonista de los mismos. ­

Había un médico en el lugar, cuya profesión le proporcionaba un pasar apenas suficiente para llevar una existencia acomodada. Nada más que eso. Pero sucedió que el hombre compró una casa que transformó en clínica. Y dedicó la clínica a practicar abortos. Con lo cual llenó sus bolsillos de plata y su conciencia de culpas.  ­

Andaba viento en popa el infame negocio cuando, en la clínica abortista,  empezaron a pasar cosas raras, propias de una casa embrujada: ruidos, gemidos,  movimientos de muebles. A raíz de lo cual su dueño empezó a recapacitar y a  reprocharse su conducta. Sin decidirse sin embargo a enmendarla. 

Transcurrió algún tiempo, se intensificaron los sucesos inexplicables que  tenían lugar en la clínica y aumentaron los remordimientos del médico. Hasta  que, por fin, resolvió terminar con la causa de aquella situación. 

Arrepentido, marchó a verlo al párroco, pidiéndole que interviniera. Cosa que hizo el padre Torres, acudiendo a la clínica provisto de todos los elementos con que contaba para enfrentar la fuerza maligna que se había posesionado del lugar.  ­

Y así tuvo principio una lucha a brazo partido entre el sacerdote y el demonio. Repetía aquél las fórmulas rituales encaminadas a ponerlo en fuga y se repetían en la clínica los ruidos y movimientos que evidenciaban la presencia diabólica.  ­

Nada consiguió el cura durante la primera sesión. Y, al comenzar la segunda, el diablo pasó al ataque. Un largo banco de madera se desplazó súbitamente y apretó al padre Torres contra una pared, golpeándole las piernas con fuerza. No obstante ello, redobló el párroco sus invocaciones, procurando desalojar al demonio. Cosa que logró finalmente pues, en un momento dado, se oyó un ruido peculiar e intenso, como el que produciría el chisporroteo de un enorme buscapié  que, zigzagueando, buscara una salida por el fondo del edificio. La cual pareció hallar ya que, por un instante, el sonido sonó como si viniera de afuera, antes de culminar con una violenta explosión que conmovió el barrio. ­

Alejado el diablo, volvió la paz a la clínica. Que su dueño, actualmente un  feligrés ejemplar, resolvió clausurar definitivamente.­

* Seguiremos publicando una serie de notas, escritas por Juan Luis Gallardo, referidas al tema `Cuentos de Luces, Tesoros y Aparecidos'.­