Siete días de política

El ajuste vía inflación causa más daño político que el del FMI

La inflación del 100% alimentó una violenta reacción sindical de izquierda y de piqueteros que amenazaron la producción y el orden público. CFK comenzó a tomar distancia de Massa

La vieja receta populista de bajar el gasto público vía inflación encontró su límite cuando el aumento del costo de vida pasó la barrera del 5% mensual y avanzó firme rumbo al 100% anual. Sin un plan de estabilización los pobres más temprano que tarde empiezan a caer en condición de indigentes y el costo electoral que esta situación genera para el gobierno termina siendo más alto que el de un ajuste ortodoxo.

Los conflictos sociales, sindicales y políticos que hoy genera semejante destrucción de la moneda se incubaron durante dos años y medios por la inacción del trío de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Martín Guzmán y comienzan a estallarle en las manos al recién desembarcado Sergio Massa.

A menos de dos meses de haberse hecho cargo de la economía el tercer miembro del triunvirato en el poder ve cómo la paciencia de sus aliados se reduce a la misma velocidad que el desquicio generalizado se extiende. Sindicatos intransigentes paralizan la producción de cubiertas y como consecuencia la de automotores, piqueteros cortan calles, rutas y autopistas con riesgo de vida cada vez que se producen choques violentos, camioneros que atacan empresas bloqueadas, los ejemplos sobran.

También los de sindicatos “cristinistas” que no hacen paro pero cierran paritarias por encima del 90% echando más nafta a la inflación. Un desquicio con todas las letras por más que los medios y otras corporaciones pro K guarden silencio o lo naturalicen.

Si a eso se suman los ataques impunes de supuestos mapuches, la toma de escuelas estimuladas por activistas conectados al oficialismo y los conflictos que son pan de todos los días, se entiende por qué un grueso manto de pesimismo alcanza a una amplia mayoría de la sociedad y anuncia una derrota altamente probable para el peronismo en las presidenciales.

Al conocerse el aumento de la indigencia (a más de cuatro millones de personas no les alcanza para comer) la vice tomó distancia del ministro de Economía ordenándole que vigilase a las productoras de alimentos. Un segundo del ministro le respondió que el hecho era producto de la inestabilidad y que se necesitaban tres años para reparar el desastre.

Más allá del duelo verbal, lo más relevante en el choque CFK-Massa había sido expresado por el ministro en el Congreso pocas horas antes. Al presentar el presupuesto 2023 pidió consenso a la oposición para armar una hoja de ruta del gasto que sirviera de contención a las presiones sectoriales que sufría. Sin un amplio acuerdo, fue el mensaje, no hay posibilidad de reducir el déficit por la tensión social y el “lobbie” de los grupos de interés.

Un discurso “larretista” sin Rodríguez Larreta del que la oposición ya estaba al tanto porque venía siendo informada por línea privada. Lo que los opositores seguro querrán saber es qué les toca a ellos por votar un presupuesto de otro gobierno y cómo encaja el pedido de colaboración en un contexto de proyectos ultra K como el de ampliar la Corte o eliminar las PASO.

También recordó Massa a los legisladores que el cálculo de gastos y recursos que presentaba era producto del acuerdo con el FMI que ellos habían votado, aunque se cuidó de recordar la tenaz oposición del cristinismo más encallecido. Aclaró que no era mago para frenar la inflación en dos meses y que estaba dando los últimos pasos de su carrera política. Traducido: si me presionan se van a tener que conseguir otro ministro.

En síntesis, la situación de Sergio Massa se debilitó más rápido de lo previsto por la falta de apoyo del presidente y de la vice. En este contexto parece improbable un entendimiento transversal ya que no se sabe quién toma las decisiones en el gobierno ni hacia adónde apunta su principal socia: Cristina Kirchner.

Más probable, en cambio, parece otro fuerte volantazo de la vicepresidenta que ganó en 2019 con una jugada que por entonces nadie había previsto: el giro a la derecha mostrando la supuesta “moderación” de Alberto Fernández y su ánimo conciliador con una parte de la oposición.

En ese plano en el Instituto Patria ven con interés la irrupción de Javier Milei que puede reconfigurar el escenario si alcanza como anticipan algunas encuestas un apoyo del 20%. Eso debilitaría a Juntos por el Cambio y rompería la polarización con tres fuerzas en competencia.

Esa posibilidad alimenta la fantasía de una alianza del kirchnerismo, vuelto al esquema de unidad ciudadana, con la izquierda que en estos momentos está recogiendo el apoyo que la vice pierde entre los votantes “progres”.

La falta de candidatos atractivos y de una estrategia nacional del peronismo estimula también estas ensoñaciones de la figura más importante del gobierno. Si vamos a la oposición, es el razonamiento, en qué mejor compañía que la de la izquierda revoltosa.