Granaderos

"La ingratitud puede expresarse de mil maneras. Incluso con silencios".

Hay fechas que, siendo históricas, suelen no estar en la memoria de los pueblos. Una de ellas es la del 16 de marzo de 1812.­

Ese día, el Triunvirato que gobernaba los destinos de nuestra patria renacida creaba el regimiento de Granaderos a Caballo. Y le encargó la organización de ese cuerpo a un recién nombrado teniente coronel de sólo 34 años, llamado José de San Martín.­

Este decidió que por encima de sus aptitudes físicas, los integrantes de ese cuerpo deberían poseer condiciones morales cuya primera premisa era la hombría de bien.­

Muy pronto las condiciones de mando, la inteligencia y la nobleza de San Martín le granjearon no sólo el respeto, sino también la admiración de sus subordinados.­

Y desde el combate de San Lorenzo en la provincia de Santa Fe, hasta las cercanías del volcán Chimborazo en Ecuador, ya en los confines de América del Sur, los granaderos estrenaron sus sables corvos.­

El escenario de sus triunfos fue muy vasto y la bandera de la libertad paseó triunfante en victoriosas batallas, como la ya mencionada de San Lorenzo. También en Montevideo, Chacabuco, Maipú, Callao, Junín, Riobamba y Ayacucho.­

Por las filas de este heroico regimiento pasaron héroes como el Sargento Cabral, Lavalle, Zapiola, Alvear, Guido y muchos otros. Combatieron en total en cinco repúblicas.­

Y aquí llega un episodio o una anécdota, que si le pusiera título la denominaría Ingratitud. Porque esta puede expresarse -como mencioné en el aforismo inicial- incluso con silencios. Es que hay muchos, que saciada su sed, repudian el agua. Lamentablemente nuestro Código Penal tan justo como equitativo, olvidó condenar la ingratitud.­

Pero la anécdota prometida. De regreso a Buenos Aires, 12 o 13 años después, finalizada la Guerra de la Independencia en 1826, los granaderos, que con pocos medios y mucho coraje y patriotismo habían liberado a casi medio continente, fueron prácticamente abandonados por el gobierno de Rivadavia.­

Espiritualmente amargados por tamaña ingratitud, simplemente depositaron sus armas en el cuartel de Retiro, donde 14 años antes había sido fundado el regimiento por el ilustre teniente coronel San Martín.­

Eran apenas 78 sobrevivientes de aquel glorioso regimiento argentino y sólo 7 de ellos habían combatido en todas las batallas desde la de San Lorenzo hasta la de Ayacucho.­

Enfermos, muy delgados, con heridas de bala parcialmente curadas algunos y con lanzazos otros e incluso hambrientos, antes de despedirse se cuadraron como pudieron y presentaron armas, disciplinados y dignos como les enseñara San Martín, su jefe eterno.­

Rivadavia ordenó la inmediata disolución de ese regimiento, sin recompensarlos material ni moralmente. Los Granaderos se retiraron silenciosamente.­

Al frente iban los 7 héroes de todas las batallas, encabezados por el ya coronel José Félix Bogado. Tiempo después, la historia y la verdad se unieron con la memoria para honrarlos como correspondía.­

Hoy quise relatar la historia de este noble regimiento e incluso el hecho de esa falta de reconocimiento que le tocó vivir. Para el aforismo final, como homenaje a esos primeros granaderos que prefirieron sufrir la ingratitud, antes que cometerla: "Hombres superiores lucharon por lo imposible. Y lo hicieron... posible".­