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Cocaína y sexualidad

El consumo de cocaína está haciendo estragos en la salud pública en general y especialmente en nuestro país, máxime cuando Naciones Unidas -a través del organismo Onudd (oficina de las Naciones Unidas para la Droga)- ha marcado que la Argentina es el primer consumidor de esta droga en América Latina.­

Estos daños se dan no solo en el campo social con la secuela de delitos sino también en otras áreas: en el campo psiquiátrico, con el aumento de la dementización por daños cerebrales y psiquiátricos (delirios, aumento de esquizofrenias, bipolaridad psíquica y de antisocialidad); y en el campo infectológico (aumento de enfermedades de transmisión sexual como la sífilis, la blenorragia, la clamidia, HIV, etc).­

Los datos de la Onudd son de 2017 (último año de un estudio serio epidemiológico sobre el consumo) y aun así estamos primeros. Ha aumentado considerablemente el uso de la `pasta base' que es cocaína fumable y altamente adictiva.­

Los infectólogos están azorados observando el aumento de las enfermedades de transmisión sexual ligado al consumo de cocaína y, para quienes trabajamos en adicciones, es lógico y previsible. La cocaína forma parte de un `combo' en donde está la sexualidad, así como estimulantes tipo viagra.­

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INDUSTRIAS DEL SEXO­

El negocio de las drogas hoy está instalado en todas las rutas de encuentro sexual: los llamados `boliches', los sitios de encuentro por internet, los distintos prostíbulos que funcionan y en muchos casos hay lugares de distribución con mujeres u hombres en las previas de los `touch and go'.­

El consumo genera un aumento del erotismo (esto es lo vendible) aunque disminuye progresivamente la potencia sexual lo cual lleva paradójicamente al aumento del consumo mismo junto a la necesidad por efecto de la propia droga a consumir más. Más cocaína, más frustración, más goce solo imaginativo pero más cocaína también, paradójicamente.­

Se va generando, con su uso, un deterioro cognitivo y va apareciendo un deterioro de la región prefrontal del cerebro y esto es crítico en la toma de decisiones. Pacientes con lesiones en la región prefrontal pierden las normas éticas. El sistema de valores tiende a ser usado en abstracto, está desconectado de la realidad. Progresivamente van apareciendo comportamientos irracionales con violencia sexual, comportamientos de sexos grupales con violación entre varios, golpes, etc. Todo esto matizado con alcohol. La crónica diaria lo muestra.­

A su vez la negación de las consecuencias (típico de la conducta adictiva) lleva a conductas sexuales de riesgo, con posibilidades de contagio de enfermedades sexuales. No existe ningún tipo de cuidado ni de higiene sexual. El delirio celotípico (causante de mucha violencia sexual) y el desborde impulsivo están ahí, generando causas penales por abuso, incesto, violación con daño corporal, etc.­

La cocaína produce en el consumidor un fenómeno llamado `éxtasis'. Produce también un proceso de intensificación del afecto descrito con el nombre de `tormenta límbica' (lluvia de impulsos y afectos negativos). Eso logra, a veces, constituir un cóctel de neurotransmisores: una mezcla de euforia y confort que estimulan o engrandecen el autoconcepto y la autopercepción de atractivo, con un verdadero delirio de omnipotencia.­

La capacidad crítica se obnubila, así como la función discriminativa, y afectiva, con toma de decisiones erróneas. Incluso se activa el sistema nervioso autónomo con emisión de orina y defecaciones, así como dificultades en la erección.­

Un paciente hace años me lo describía así: ``No supe cómo, pero había consumido mucho alcohol y cocaína, sentado en internet todos dormían; con ansias y casi desesperación buscaba pornografía, nada me dejaba pleno. Salí a la calle buscando excitación y más droga. Comenzó con una prostituta, de pronto la paranoia me hizo regresar. Volví a la computadora en busca de algo más excitante...era una sensación entre la locura y la desesperación''. Esto sucede muy a menudo con el avance del consumo de cocaína ligado a compulsiones sexuales.­

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ALCOHOL Y COCAINA­

Es habitual la ingesta de alcohol en la conducta sexual del adicto a la cocaína que permitiría el desenlace sexual y la tolerancia a los efectos adversos. Es utilizado como relajante y controlador de los efectos adversos de la cocaína y al mismo tiempo limita los efectos depresores del alcohol, lo cual complica todas las situaciones generándose así un cuadro tóxico que puede culminar en una sala de terapia intensiva. Todo esto es la consecuencia, se manifiesta a través de una necesidad creciente de consumir mayores dosis para obtener los mismos efectos, mezclados con estimulantes sexuales y alcohol.­

Las conductas sexuales de los abusadores de cocaína más frecuentes son:­

A) Descontrol en la protección y también en el respeto hacia el otro, malos tratos y agresiones sexuales.­

B) Se estimula el impulso sexual, pero dificulta la erección, y por tanto, la penetración. Además, se retrasa el orgasmo y este es de baja calidad.­

C) Esto lleva a más cantidad de alcohol, drogas y viagra, y ahí pueden presentarse trastornos neurológicos, endócrinos y vasculares que reducen de forma permanente e irreversible la respuesta sexual y potencian los otros efectos negativos antes descritos.­

A medida que va avanzando la dependencia nos encontramos con masturbaciones prolongadas en horas, utilización de pornografía, la búsqueda insistente de prostitutas y conductas parafílicas como trasvestismo, voyerismo, fetichismo, pedofilia, sadomasoquismo y zoofilias; relaciones con instrumentos sexuales varios, maltrato y abuso sexual.­

Se ha estudiado una curva evolutiva de la adicción a la cocaína y la sexualidad que tiene diferentes etapas:­

1) Búsqueda de la erotización.­

2) Prostitución, masturbaciones prolongadas y dificultades en la erección con placer solo imaginativo.­

3) Intentos de contacto con la pornografía.­

4) Uso de instrumentos o aparatos sexuales con sexualidad solitaria o parafilias como travestismo, bisexualidad, sadomasoquismo y pedofilia.­

Toda esta locura autodestructiva culmina en salas de emergencia, en centros de infectología y en centros de tratamientos de adicciones. Hay que leer también en clave cultural, ya que la agonía del Eros (crisis del amor o perversión del mismo) es una nota de la posmodernidad actual en donde el hombre y la mujer se transforman en objeto, como muy bien lo muestra el filósofo Byung-Hul Han. En la actualidad, J.F. Braunstein, en su libro `La filosofía se ha vuelto loca', donde describe fenómenos muy actuales en desarrollo: "Control cada vez más preciso de la procreación, disociación total del sexo con la reproducción, desaparición de las relaciones familiares, de la noción de paternidad y filiación con libertad sexual absoluta en donde nada debe obstaculizar el desahogo y el placer''. Sigue diciendo que si aparece tristeza se utilizaran drogas ``con un centímetro cúbico se curan los sentimientos''.­

Nietzche lo resumirá así en el `Ultimo hombre': "Un poco de veneno procura sueños agradables y mucho veneno procura una muerte agradable''. La eutanasia autoinfligida está ahí. Dirá: "Horror, vendrá el tiempo en que el hombre ya no alumbrará ninguna estrella''. Surgirá como dice Braunstein el `homo festivus' (la vida es una fiesta con químicos), ¿pero este es el hombre?­

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