El trágico destino de Andrés Escobar

El baúl de los recuerdos. El defensor colombiano marcó un gol en contra en la derrota frente a Estados Unidos. Diez días más tarde fue asesinado en un hecho vinculado con las apuestas y el narcotráfico.

Se habían consumido 35 minutos del primer tiempo en el estadio Rose Bowl, de Los Ángeles. Desde la punta izquierda partió un centro del estadounidense John Harkes en dirección al área colombiana. Para aventar cualquier peligro, Andrés Escobar se zambulló con las piernas hacia adelante y, contra su voluntad, introdujo la pelota en el arco de Oscar Córdoba. Este relato pudo haberse reducido a una jugada desafortunada de las tantas que suelen darse en un partido de fútbol. Sin embargo, fue el prólogo de un hecho horrendo: el zaguero fue asesinado diez días más tarde. Una tragedia. Más que eso: un homicidio absurdo en un tiempo convulsionado de Colombia.

El 22 de junio de 1994 la selección cafetera procuraba levantar cabeza después de la derrota a manos de Rumania en el debut mundialista. El traspié fue una desagradable sorpresa para el equipo que dirigía Francisco Pacho Maturana. Después de la estruendosa victoria por 5-0 del 5 de septiembre de 1993 sobre Argentina en las eliminatorias, Colombia se había transformado en uno de los favoritos para ganar el título en Estados Unidos ´94.

El entusiasmo era desbordante. La ilusión, infinita. Los hinchas se imaginaban la Copa del Mundo en las manos del Pibe Carlos Valderrama, la máxima figura de un seleccionado que contaba con notables jugadores como Freddy Rincón, Faustino Asprilla, Adolfo Tren Valencia, Leonel Álvarez y Andrés Escobar, entre otros.

El sueño empezó a transformarse en pesadilla de un día para el otro. La preparación incluyó unos 15 partidos amistosos, algunos no demasiado exigentes. La concentración en la ciudad de Fullerton, en el estado de California, tenía las puertas abiertas de par en par para que los simpatizantes cafeteros entraran y se sacaran fotos con sus ídolos. El clima era distendido. La confianza era enorme. Y, se sabe, la confianza mató al gato…

El 18 de junio Colombia perdió sin atenuantes con Rumania. El Pibe, el Tren, Tino Asprilla y las otras estrellas exhibieron una evidente impotencia para oponer resistencia a la clase del genial Gheorghe Hagi y los goles de Florin Raducioiu. El 3-1 para los europeos asombró al planeta futbolero.

EL FIN DE LA ALEGRÍA

Cuatro días más tarde se presentaba la oportunidad de dejar atrás esa derrota. Sin embargo, algo había cambiado. Las críticas de la prensa colombiana se hicieron furiosas (se acusaba a Maturana de haberse rehusado a mirar videos para conocer a los rivales), la desconfianza de los hinchas escaló con una virulencia inesperada. Las casas de apuestas tampoco estaban felices…

A la ya cada vez menos placentera concentración del hotel Marriott en Fullerton llegaban amenazas contra los jugadores y el cuerpo técnico. Le exigían a Maturana que no incluyera en el equipo a Gabriel Barrabás Gómez, de pobre labor contra los rumanos. Las intimidaciones hicieron blanco también en la familia del mediocampista de Atlético Nacional de Medellín. El entrenador prefirió no correr riesgos y ubicó como titular a Hernán Gaviria.

Con la obligación de ganar, las huestes de Pacho regresaron al Rose Bowl, escenario de la caída a manos de Rumania. El clima de optimismo había muerto prematuramente. Y se convirtió en una agria sensación de fracaso cuando Escobar, un defensor de muy buenas condiciones técnicas al que apodaban El caballero del fútbol, sometió a Córdoba.

Maturana intentó cambiarle la cara a su equipo, pero las modificaciones a las que apeló no dieron el resultado esperado. De hecho, apenas volvieron del descanso los colombianos se encontraron con un gol de Earnie Stewart. El tardío descuento del Tren Valencia, casi en el final del partido, sentenció la eliminación del equipo. La despedida con victoria por 2-0 sobre Suiza tuvo sabor a nada.

EL HORROR

“Fue difícil en ese momento porque no lo esperaba. Jamás pensé que iba a cometer un autogol. Ahora estaré descasando en Medellín, en dos semanas me presentaré con Atlético Nacional para pelear el torneo local y la Supercopa”. Las palabras de Escobar luego de la abrupta despedida de la Copa del Mundo intentaban quitarle dramatismo a un fiasco tan inmenso como insospechado.

El defensor regresó a su país y trató de recuperar su vida normal. El 2 de julio, diez días después de su desafortunada acción contra el seleccionado local, aceptó la invitación de su amigo Juan Jairo Galeano para ir a la discoteca El Indio. Los acompañó la futura esposa del futbolista, Pamela Cascardo. La boda estaba prevista para fines del ´94.

Colombia era un país sacudido por el narcotráfico. La violencia estaba a la vuelta de la esquina. Pablo Escobar Gaviria, el zar del Cartel de Medellín, había estado inmerso en una guerra que no reconocía a las víctimas inocentes con el Cartel de Cali, encabezado por los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela, José Santacruz Londoño y Hélmer Herrera. 

El fútbol no pudo aislarse de ese contexto. Escobar Gaviria manejaba a Independiente Medellín (el popular DIM) y su mano derecha, Gonzalo Rodríguez Gacha, apodado El Mexicano, controlaba a Millonarios de Bogotá. En América de Cali la última palabra la tenían los capos del Cartel de esa ciudad.

Pablo Escobar Gaviria murió en diciembre del ´93, capturado por un cuerpo especial creado por el gobierno colombiano para dar con él luego de su fuga de La Catedral, la prisión ubicada en la ciudad de Envigado adonde había aceptado pasar sus días en un acuerdo con la administración del presidente César Gaviria. Su deceso no pacificó el país.

Sentado a su mesa, Escobar fue abordado por los hermanos Pedro y Juan Santiago Gallón Henao, presuntamente ​vinculados con grupos paramilitares y los carteles del narcotráfico.

“¡Autogol, Andrés, autogol!”, le gritaban socarronamente. El defensor, prudente y medido, pidió respeto. Las burlas continuaron. El caballero del fútbol optó por abandonar el lugar. Los Gallón Henao lo siguieron hasta el estacionamiento. Mantuvieron su asedio. Escobar volvió a pedir respeto. “Usted no sabe con quién se está metiendo”, le espetó Juan Santiago, el mayor de los hermanos.

De pronto apareció con un revólver en la mano Humberto Muñoz, chofer de los Gallón Henao. Le repitió a Escobar las palabras de Juan Santiago y le vació el cargador a quemarropa. Seis balazos impactaron en el cuerpo del futbolista.

Pamela y Juan Jairo Galeano cargaron al zaguero en el auto y lo llevaron a un hospital. Fue en vano. Escobar, de 27 años y a punto de ser transferido al Milan, falleció 25 minutos después.

Se dice que su muerte tuvo que ver con las apuestas clandestinas. Mejor dicho: con las pérdidas que les ocasionó a las casas de apuestas ilegales la desastrosa participación de Colombia en el Mundial. El asesino permaneció solo 12 años en prisión. Salió por buena conducta al cumplir la mitad de su condena. Los hermanos Gallón Henao pagaron una millonaria fianza para que sus 15 meses de encierro por encubrimiento se redujeran a tres. Andrés Escobar, El caballero del fútbol, pagó con su vida.

LA SÍNTESIS

Estados Unidos 2 - Colombia 1

Estados Unidos: Tony Meola; Marcelo Balboa, Thomas Dooley, Alexander Lalas, Fernando Clavijo; Paul Caligiuri, John Harkes, Tab Ramos, Michael Sorber; Earnie Stewart, Eric Wynalda. DT: Velibor Milutinovic.

Colombia: Oscar Córdoba; Luis Herrera, Andrés Escobar, Luis Carlos Perea, Wilson Pérez; Leonel Álvarez, Hernán Gaviria, Carlos Valderrama, Freddy Rincón; Anthony De Ávila, Faustino Asprilla. DT: Francisco Maturana.

Incidencias

Primer tiempo: 35m gol de Escobar (C), en contra. Segundo tiempo: Iván Valenciano por Asprilla (C); Adolfo Valencia por De Ávila (C); 7m gol de Stewart (EEUU); 17m Roy Wegerle por Wynalda (EEUU); 22m Cobi Jones por Stewart (EEUU); 45m gol de Valencia (C).

Estadio: Rose Bowl (Los Ángeles). Árbitro: Fabio Baldas, de Italia. Fecha: 22 de junio de 1994.