El complejo del rey Lear

"Al nacer, lloramos por haber venido a este gran teatro de locos". Shakespeare pone en boca de uno de sus personajes de "El rey Lear" estas palabras en línea con una percepción teñida del mismo escepticismo, con otra frase célebre de Macbeth: "La vida es una historia contada por un idiota, lleno de ruidos y furia, que no tienen ningún sentido".
El rey Lear es una tragedia basada en la historia de un viejo monarca de Bretaña y la relación con sus tres hijas (Gonerilda, Regania y Cordelia) entre las que quiere dividir su reino de acuerdo al afecto que dicen sentir por él.
Las dos primeras hacen profusas expresiones de cariño mientras Cordelia dice "amarlo como manda el deber". Enfurecido por esta respuesta, la deshereda. A pesar de su destierro de la corte y la falta de dote, el rey de Francia se casa con Cordelia.
Paralelamente a la historia del rey, Shakespeare cuenta la vida del conde de Gloucester, consejero de Lear, quien tiene dos hijos: Edgar -el legítimo- y Edmundo -el bastardo-.
Cuando Lear cede el poder a sus hijas, éstas no cumplen con su palabra y abandonan al senil monarca a su suerte. Enterados de la traición, el rey de Francia y Cordelia acuden en ayuda del monarca caído en desgracia. También lo asiste el leal Gloucester, pero al enterarse Gonerilda y Regania de su "traición", le arrancan los ojos al conde. Edgar es traicionado, a su vez, por su hermano bastardo, quien busca aliarse con Regania.
Lear y Cordelia son derrotados y capturados, y ella ahorcada ante los ojos del rey, quien toma a su hija muerta entre sus brazos. Lear fallece transido por el dolor, mientras Edgar se encuentra con su padre ciego, impide su suicidio y le dice: "Los hombres han de tener paciencia para partir de este mundo, tanto como para vivir en él; la madurez lo es todo".
Aunque los malvados no triunfan en esta tragedia, tampoco lo hace la bondad. Cordelia, la hija leal, cae víctima de las intrigas, Lear no sólo es perjudicado por sus errores y pasiones, sino por el dolor de comprender que toda su vida ha perdido sentido -tanto el de su mente, como el de su existencia-. Gloucester, en sus tinieblas, también percibe el amor del hijo y el peso de haber sido engañado.
El rey Lear, con sus luces y sombras, con su final trágico, es una obra que marca la ambigua relación entre padres e hijos, un vínculo natural, viejo como el mundo, pero lleno de dificultades. Sabemos cómo hacer rascacielos, nos aventuramos en cirugías intrincadas, pero aun no estamos seguros de cómo educar a un hijo... y menos aun de cómo un hijo debe tratar a sus padres cuando los dos llegan a edad adulta.
Hoy tenemos conciencia de la influencia que los padres ejercen sobre sus hijos y los conflictos que podrían generar. El llamado Complejo de Edipo se ha convertido en un clásico de la cultura popular. Su uso y abuso se ha vulgarizado a punto de convertirlo en explicación de toda preferencia, pulsión y obsesión.
Esta exposición freudiana del vínculo entre padres e hijos/as ha servido para explicar cualquier conflicto o frustración familiar, aunque no existan evidencias científicas sobre esta teoría del creador del psicoanálisis. ¿Todos los hijos quieren asesinar o castrar a su padre y acostarse con su madre? Sin embargo, esta instancia, tan crudamente expresada, fue consagrada por generaciones de psicoanalistas como una verdad incontrastable.
Con la misma libertad con la que el Dr. Sigmund Freud se valió de un texto clásico para dar nombre a un complejo psicológico que impregnó nuestra sociedad, me tomo el atrevimiento de invocar a otra figura de la literatura universal para señalar otro tema, cada día más frecuente dado el envejecimiento de la población.
Para darle un nombre a la compleja relación entre hijos y padres, recurro a la figura del rey Lear y la tragedia shakesperiana a fin de mostrar el vínculo que existe cuando los vástagos llegan a la madurez y cómo interactúan con los progenitores también adultos, cuando no seniles. Estos últimos arrastran enfermedades, inconsistencias intelectuales y también dificultades económicas (por el progresivo deterioro de las pensiones en el mundo y, especialmente, en Argentina). A esto le debemos agregar las "diferencias de criterios" (no me gusta hablar de equivocaciones) en la crianza de los hijos como tuvo Lear o Gloucester con su descendencia. Los padres se convierten en un estorbo y los hijos se convierten, sin haberlo deseado o pensado, en padres de sus padres. Entonces surgen conflictos y tratos que no han explorado. ¿Existen pequeñas venganzas? ¿Hay maltrato u olvido? ¿Habrá un "pase de facturas" oculto en el destrato?
Mientras el rey Lear llora  bajo la tormenta,  dice: "Tener un hijo ingrato duele más que un colmillo de serpiente".
Mucho se habla de las influencias de los padres sobre los hijos, ¿pero cuántos desvelos ocasionan los hijos a los padres y qué consecuencias dejan éstos en sus progenitores? 
Muchas veces los padres depositan expectativas exageradas en sus hijos que éstos no llegan a cubrir, pero tampoco los hijos deben cargar con las expectativas exageradas de sus padres, quienes pueden guiarse por ideas que no están a la altura de los tiempos que corren (al que le interese escuchar un acúmulo de clichés abreviados en una canción con música de Guillermo Tell de Rossini es "The mom song" por Anita Renfroe.)
"Debemos rendirnos a la pesadumbre de tiempos tan aciagos", dice Edgar después de ser traicionado y asistir a su padre invidente que lo había acusado en vano. "Digamos lo que sentimos, no lo que deberíamos decir. El más anciano padeció más que nosotros; los jóvenes no veremos todo lo que él vio ...".
O vivirían tanto como para ser, también, víctimas de sus hijos.