El fin del mundo entre cocodrilos y hechiceros

 

El profesor Donda
Por Stanislaw Lem
Ediciones Godot. 73 páginas 

Entre todos los seres humanos que la literatura ha enviado a las estrellas, el más interesante y divertido es, sin duda, Ijon Tichy. El astronauta no sólo nos ha hecho reír a mandíbula batiente; es en sí mismo una travesía intelectual, el instrumento de una imaginación prodigiosa para caricaturizar los problemas de nuestra especie con una escenografía cósmica, una mente que había conseguido escapar de la Shoá por milagro, y que eludió la implacable censura de una dictadura comunista. La mente de Stanislaw Lem (Lvov 1921 - Cracovia 2006).

Ediciones Godot, sello especializado en delicatessen y que hace unos meses publicó una excelente biografía de Lem, nos trajo otra deliciosa aventura de Ijon Tichy. Una nouvelle traducida al español en 2021: El profesor Donda. Pero esta vez no salimos de la Tierra, vamos a visitar a un par de depravadas naciones africanas (el libro se escribió antes de la era de la corrección política; hoy lo tacharían posiblemente de "racista").
Nuestro chico escribe a la posteridad sobre tablillas de barro (un gorila le ha robado la agenda). Quiere dejar testimonio del fin del mundo, que ocurrió algunas semanas atrás, justo después de las temporadas de lluvias. En realidad, es el fin de la civilización como la conocemos, todas las computadoras han dejado de funcionar. No existe el dólar e IBM fabrica ahora lápices y pizarras. La intención de Ijon Tichy es que la humanidad del futuro sepa que el profesor Affidavit Donda, el hazmerreír de la comunidad científica occidental, había anticipado el colapso global desde sus laboratorios en Gurunduwayu y Lamblia.

La ley de Donda establece que la materia, la energía y la información son los tres estados de la masa y pueden transformarse entre sí. Así como existe una masa crítica del uranio, también hay una masa crítica de la información. Cuando se alcanza ese umbral en los casi infinitos bits de las computadoras, ¡kaput! La información desaparece, pues se convierte en materia, en un microcosmos, idéntico al nuestro. Es la receta de Dios para crear el Universo que conocemos; contó desde el infinito hasta cero. Cuando llegó a cero la información se materializó y ocurrió el Big Bang. (Qué tipo agudo era este Lem, ¿verdad?).

Esta historia se lee de un tirón, con placer y provecho. Es una sátira del Tercer Mundo, del mundillo científico, de la naturaleza humana en general. Es una puerta de entrada a la obra de Lem o un complemento sabroso de una de las mejores novelas de ficción científica del siglo XX: Diario de las estrellas, la obra maestra del maestro Lem.