Con Perdón de la Palabra

La vida buena

Cuando se han pasado los 85 años de edad, uno empieza a disfrutar de manera especial  las satisfacciones que Dios le regala en ese tramo final de su existencia, en esta yapa de vida que nos concede.

Empieza a disfrutar de lo que podría llamarse La Vida Buena,

para distinguirla de La Buena Vida, que se vincula con goces desmesurados, con atracones, con aventuras amorosas, con viajes placenteros...

La Vida Buena, en cambio, consistiría en haber aprendido a apreciar los placeres discretos que antes se pasaran por alto.

Con 87 tacos a bordo, ya estoy yo en condiciones de apreciar La Vida Buena, mientras han quedado atrás los gozos desmesurados de La Buena Vida.

¿Y en qué consisten los placeres discretos de La Vida Buena?

Procuraré pasar revista a los mismos, en una enumeración necesariamente incompleta.

 

EN PAZ CON DIOS

Por lo pronto, el primero de esos apacibles estados de ánimo consiste en advertir la tranquilidad que supone estar en paz con Dios. Yo no entiendo a esa gente que puede vivir en malas relaciones con el Creador. Aunque se trate de ateos, cuyas conciencias, no obstante, les seguirán remordiendo siempre su apartamiento de Dios.

Además, estriba en valorar circunstancias que antes nos pudieron parecer nimias y que ahora cobran relieve. Como, por ejemplo, la buena salud, la belleza de los paisajes, el valor de la amistad, el gusto de fumarse un pucho después de almorzar, el sabor de un plato (yo aprendí a disfrutar del gazpacho que prepara mi mujer, manjar que, curiosamente, los argentinos prácticamente desconocen), a ver volar las mariposas en el jardín y a oír el trino de los zorzales en los viejos paraísos de la calle.

A todo lo cual podrían sumarse la lectura de un buen libro, el espectáculo que oferecen los aviones cuando, guiñando sus luces de posición, pasan sobre mi casa en procura de aterrizar en Aeroparque, el chirriar de las chicharras a la hora de la siesta, la brisa que suscita el ventilador al avanzar el verano.

A lo que puedo agregar algunas satisfacciones peculiares. Como ser escribir semanalmente estas notas en La Prensa, dibujar a ratos, recibir la visita de mis hijos y amigos, gozar de la compañía de mi mujer. Y considerar el privilegio de vivir en la Argentina.