Mirador político

Lo que no quieren cambiar

El tironeo con el FMI que ya dura dos años tiene diversas interpretaciones, pero la más obvia es que el gobierno está agotado. Se encuentra en un callejón del que no puede salir por impotencia, falta de ideas y de poder.­

No puede ofrecer al organismo una simple hoja de ruta sobre el futuro de la economía, porque carece de credibilidad. Pero eso no es algo nuevo. Se veía venir desde el 12 de agosto de 2019 el día después de la derrota de Mauricio Macri en las PASO; el día que el 48% de los votantes repuso en el gobierno a Cristina Kirchner a través Alberto Fernández.­

El lunes siguiente el dólar y el riesgo país se dispararon, los bonos de la deuda se desplomaron y el mercado anticipó que se avecinaba un período turbulento. Un período en el que se repetiría el fracaso de Cristina Kirchner en sus últimos cuatro años de gestión, pero en condiciones de mayor deterioro.­

A pesar de lo que dicen los economistas, el déficit más grave del gobierno de Alberto Fernández no es fiscal, sino de confianza. El lunes, poco antes de recibir al nuevo embajador norteamericano, recitó las rituales diatribas contra el FMI para satisfacer a su frente interno. La derrota electoral de septiembre lo dejó tan débil que la vicepresidenta no sólo le borró medio gabinete, sino que lo dejó sin margen de decisión propio en las cuestiones centrales. Mientras espera que el Fondo le perdone los vencimientos por el resto de su mandato, el procurador Carlos Zannini decidió llevar a los funcionarios del organismo ante la justicia argentina. Es difícil discernir qué tiene menos el presidente: si autoridad o coherencia.­

Otra afirmación falsa que suele repetirse sobre el gobierno de los Fernández es que no tiene un programa económico. Lo tiene y se niega a cambiarlo.­

Es un plan con déficit financiado con emisión, 50% de inflación, 45% de pobres, caída del empleo privado productivo y alza del empleo público improductivo. Un programa que puede prescindir del crédito y de las reservas del BCRA.­

Un plan en el que el ajuste se hace vía inflación y los que pierden son los que tienen ingresos fijos. No es el ajuste que pide el FMI, que en ese sentido es mucho más piadoso con los pobres que el peronismo, pero funciona desde tiempos del Rodrigazo.­

Presenta, sin embargo, un problema. Al golpear a las clases populares es incompatible con el programa económico/electoral de la vice, que tiene como piedra angular el consumo. Ese factor clave para asegurar la influencia de Cristina Kirchner en el conurbano emite señales de alarma. En el tercer trimestre del año pasado el PBI volvió a niveles de 2019, pero el consumo privado cayó 4%.­

Si se toma como referencia la recaudación del IVA, en el tercer trimestre de 2021 cayó 8% con relación al mismo período de de 2019 que fue un año recesivo (Ah, pero Macri). Pero si la comparación de la caída de la recaudación es entre los primeros nueve meses de los dos años la cifra es mucho peor: -14%.­

Conclusión: si el gobierno se niega a cambiar este "modelo", lo pida o no el FMI, es porque ya no tiene nada para ofrecer. Está agotado.­