EL RINCON DEL HISTORIADOR

'El indio' que retrató Goya

El 4 de enero de 1822, el gobernador Martín Rodríguez dispuso que se prohibían las corridas de toros en el territorio de la provincia de Buenos Aires, salvo que se obtuviese un permiso de la policía. Ya para entonces la Plaza de Toros de la ciudad había sido demolida para emplazar en el lugar los cuarteles del Retiro.

Alguna vez nos referimos a la plaza porteña, pero es tiempo de sacar del olvido a algunos de aquellos que fueron vivados por el público. Fue don Ricardo Palma quien rescató en el Perú el nombre del segundo matador 'español' en la Plaza Mayor de la ciudad por 1540, nada menos que el bravo conquistador don Francisco Pizarro.

Ya es tiempo de sacar del olvido a algunos de aquellos paisanos que fueron aclamados, que trascendieron -como lo recuerda Gori Muñoz- las fronteras del virreinato.

Mariano Ceballos, tal su nombre, conocido como El Indio, debutó el 20 de febrero de 1772, cuando Buenos Aires no tenía plaza para exhibir la destreza, y se realizó como en otras capitales de América en la Plaza Mayor, usándose sin duda a modo de palco oficial los balcones del Cabildo. Aunque con las consabidas discusiones sobre el protocolo y la etiqueta. El ruedo era un corral improvisado que los vecinos armaban, después se construyeron algunas graderías y palcos improvisados. A alguno de ellos, habrá cruzado desde el Fuerte el último gobernador de Buenos Aires, don Juan José de Vértiz y Salcedo, que habría de ser después el 'Virrey de las luminarias' y al cuál tanto le debe Buenos Aires.

Ceballos fue aplaudido y vivado a más no poder, sombreros volaron por los aires, de las casas con balcón colgaban mantones, y una banda de músicos y los clarineros del Cabildo daban las señales. Allí se mezclaban los miembros de las familias principales, regidores, oidores y el simple pueblo, algunos de los cuáles estaban encantados de correr a los toros.

Aquellas cuatro presentaciones se realizaron para celebrar que el 19 de setiembre de 1779, había nacido Carlos Clemente Antonio de Padua, hijo de don Carlos de Borbón el futuro rey y de María Luisa de Parma. A Ceballos, la suma de cien pesos, y el embarque,  un contrato para presentarse en España, ya que fue considerado un lidiador poco común.

Allí estaba en 1773, 1775 y 1775, en este último año torea en Pamplona a la americana, toreando a caballo y también montando toros ensillados o no; como lo afirma Gori Muñoz, jineteaba “con valor temerario. toros que lo eran los grandes y mansos de su país sino toros navarros pequeños y peleadores".

TAUROMAQUIA

El barón Jean-Charles Devillier en su libro Viaje por España, que en realidad fueron notas por entregas en la revista Le tour du monde, realiza comentarios sobre tauromaquia, y fue ilustrado por Gustave Doré. Allí hace una referencia de una corrida de toros y a Ceballos, que apodaban 'El Indio. El barón lo hace un hombre de color: “Se cuenta de un negro de Buenos Aires que desde su infancia había estado acostumbrado a perseguir en los desiertos rebaños de bestias salvajes y que mostraba en los combates de esta clase una fuerza y una habilidad extraordinarias. Cogía una larga cuerda, el lazo de su país, y después de haberla pasado por los cuernos le conducía cerca de un poste fuertemente fijado en el centro de la plaza. Atado el toro al poste, le lanzaba una silla al lomo y se montaba en él como si se hubiera tratado de un caballo. Entonces se cortaban las cuerdas y el animal se ponía a correr por todas partes haciendo los mayores esfuerzos para desembarazarse de su improvisado caballero. Cuando el fatigante ejercicio empezaba a disminuir las fuerzas del toro, el negro dirigía como podía su cabalgadura hacia otro toro, que no tardaba en matar, después de lo cual mataba igualmente al que le servía de montura. Se asegura que el negro tenía un fuerte vómito de sangre siempre que se entregaba a este violento ejercicio”.

Las formas del toreo de Ceballos impresionaron a Goya, que le dedicó en su Tauromaquia dos de los treinta y tres grabados, colocándolo junto a los célebres de su tiempo en España: Martincho, Juanito Hapinani, el picador Fernando del Toro, una mujer la Pajuelera de Zaragoza, Rendón, Pepe Illo y Pedro Romero. También en uno de los cuatro grabados de Los Toros de Burdeos, el genial pintor dedica uno al “famoso americano, Mariano Ceballos" a quien debió haber visto y admirado.

Mariano Ceballos, en medio de la popularidad que lo rodeaba, fue alcanzado por las astas de uno esos toros, así encontró la muerte tantas veces desafiada, sólo los grabados de Goya le habrían otorgado fama universal, pero el pensaba en la moza porteña que lo había enamorado, y que con acompañamiento de guitarra canturreaba esta copla popular:

“Tengo mi amor torero

vivo con pena,

no me lo mate un toro,

en tierra ajena.

Con la capa el torero

maneja el bicho;

y la mujer al hombre

con su abanico”.