Páginas de la historia

Beniamino Gigli

"Quien nació para cantar no puede vivir en jaula".

Hace más de 60 años, un 30 de noviembre de 1957, el famoso tenor italiano, Beniamino Gigli, volaba hacia el cielo transformado en leyenda. Quizá hoy, su voz esté deleitando a los ángeles...

Había nacido un 20 de marzo de 1890, en la ciudad de Recanati, Italia. Un hecho que, si no fuese por su timbre de voz excepcional, sería poco creíble.

Recién a los 24 años cantó por primera vez profesionalmente en una pequeña ciudad del norte de Italia. Y el mismo año, ¡el mismo año!, ya debutaba en la catedral del arte lírico: el teatro "La Scala de Milán".

¿Cómo sucedió?, quizá una casualidad. Pero tantas veces las oportunidades llegan a los que están preparados para recibirlas... y él lo estaba, sin duda.

En el pequeño teatro de un pueblito de Rovigo, donde Gigli debutó un domingo de abril de 1914, -el año del comienzo de la Primera Guerra Mundial- el día anterior, sábado, se había celebrado allí, un casamiento.

Un joven residente en ese pueblo había contraído matrimonio con una joven de Milán. La novia se había trasladado a Rovigo con sus padres, con motivo del enlace. El padre de la joven esposa decidió, después del casamiento, quedarse un par de días en ese pueblo, invitado por su consuegro, el padre del novio.

Esa circunstancia de permanecer en el pueblito, le permitió al hombre -de Milán- asistir a la representación en un pequeño teatro, de una ópera, en la que precisamente debutaba Gigli.

Cuando terminó el espectáculo, el padre de la novia, impactado por la voz del tenor, llegó hasta el camarín del cantante. Sacó su tarjeta y le dijo: -"Soy Antonio Rozzatti, empresario del teatro La Scala de Milán". Y lo invitó a incorporarse al elenco de la Scala. Gigli, no supo contestarle siquiera. Tanta era su emoción. Simplemente asintió con la cabeza. Y agregó el señor Rozzatti:

-"Desde que escuché a Caruso, no he oído una voz como la suya". El resto de la historia es fácil deducirlo.

Al poco tiempo de debutar en la Scala de Milan, lo invitaron a actuar en el Covent Garden de Londres, y en el teatro Real de Madrid. Incluso actuó posteriormente, en nuestro teatro Colón. A los 31 años lo contrataron como primer tenor del Metropolitan Opera House de Nueva York, nada menos. Once temporadas seguidas, allí, cimentaron su prestigio.

Se me ocurre pensar: si Gigli hubiese cantado en el siglo XIX, como otros grandes lo hicieron, seguramente, su voz no nos hubiera podido llegar tan nítida como nos llega actualmente. Pero él cantó hasta ya avanzado el siglo XX.

Como el caso de Enrique Caruso, que murió en 1921, cuando la técnica de grabación no había alcanzado la perfección que logró posteriormente. Sirva esto para recordar con gratitud y admiración, a Thomás Alva Edison, el inventor norteamericano que hace muchos años, gastó 18 dólares para poder patentar una máquina que reproduciría la voz y que llamó fonógrafo. Con ello, se transformó en el padre de todos los sistemas de audio modernos. Incluso en tiempos de Gigli el disco registra los menores detalles de la voz de un gran cantante.

Y mi homenaje final en forma de aforismo a una gran voz: la de Benamino Gigli y a otro grande del talento: Thomás Edison, que nos permitió oírlo en toda su dimensión vocal: "Hubo brisas que conmovieron al mundo".