Siete días de política

Acuerdo con el FMI: el carozo que se tragará el kirchnerismo

Es una forma incierta, pero la única a mano, para anclar las expectativas en medio de una crisis financiera terminal. La vice ya dijo que no pagará el costo. Fernández intenta llegar a 2023

La crisis financiera y la interna oficialista se entrecruzan en el acuerdo con el FMI, cuestión que en los últimos días desplazó del tope de la agenda a todos los demás problemas del gobierno, que no son pocos.

Tanto la entidad como Alberto Fernández quieren llegar a un entendimiento, pero tienen tiempos distintos y el gobierno argentino dispone de un margen político estrecho. El presidente navega entre dos peligros: la falta de reservas y las presiones del cristinismo para que no entregue una bandera identitaria, lo que sería considerado una traición y habilitaría cualquier respuesta, hasta la de abandonar el barco oficialista.

Ya Cristina Kirchner le aclaró por escrito que él tiene la lapicera y que deberá hacerse cargo del costo de cualquier decisión. Sospecha que el tamaño del carozo a tragar para conseguir el indispensable reseteo financiero tendrá dimensiones históricas.

Esta amenaza es a la que respondió Fernández con su desconcertante reclamo de que el FMI haga autocrítica por el préstamo otorgado a Mauricio Macri. Acorralado por la falta de dólares y por una inflación fuera de control, no tenía margen para exigir nada, pero no le estaba hablando al organismo, sino a la interna del PJ. Alardeó de una posición de fuerza sólo existente en su imaginación. Del FMI le contestaron que “hay mucho por hacer” para alcanzar un entendimiento, aunque él lo necesite con urgencia. La teatralización de una posición de dureza no fue creída ni por el organismo, ni por Cristina Kirchner. Sólo le dio crédito el periodismo oficialista que pretende disfrazar de épica una claudicación inevitable.

Pero en el Fondo no todos son halcones y existen al menos dos posiciones. Una, la de los funcionarios que dicen que cualesquiera sean las condiciones de un eventual acuerdo, Argentina no las va a cumplir y recomiendan una simple postergación de los pagos para evitar el colapso del deudor. Creen que aceptar un trato que no se piensa honrar desprestigiará no sólo al deudor, sino también al acreedor. En resumen, no son partidarios de una mascarada.

La otra postura, más concesiva, hace el juego a la mascarada del gobierno. Aceptaría la firma de un programa convencional y verificaciones trimestrales del cumplimiento de metas. También el plan económico (el famoso “plurianual”) que presentará en algún momento Martín Guzmán, aún a sabiendas de su escasa viabilidad.

En este último caso se espera que cualquier base de entendimiento contendrá medidas tanto ortodoxas como heterodoxas. Martín Guzmán pretende que incluya cuatro años de gracia para pasarle el “muerto” al gobierno que viene. Fernández pretende llegar a 2023 como sea.

Eso ratificaría el único “plan” que aplicó en sus dos años de gestión a cumplirse en menos de una semana: no hacer nada, postergar el abordaje de los problemas y agravarlos con la inacción. Eso le costó perder las elecciones de medio término por paliza, pero la lógica presidencial es impenetrable.

Las demandas del ajuste serán las habituales: devaluar, eliminar cepos y controles, reducir la presión impositiva y no monetizar el déficit, una tasa real negativa y una disminución de la brecha cambiaria. De su aceptación en todo o en parte dependerá el tamaño del carozo que viene con la fruta del diferimiento de los pagos. Una ruptura con el FMI tendría consecuencias aún más ruinosas.

De todas maneras persiste el pesimismo sobre la posibilidad de que Alberto Fernández pueda despejar el horizonte económico acuerde o no con el Fondo. Contribuye a alimentarlo la compleja situación del oficialismo.

Después de las PASO Fernández deambuló un rato aturdido, pero de las generales salió eufórico. Como si nada hubiera pasado sigue castigando a la clase media y repartiendo decenas de millones entre piqueteros, mientras el Banco Central pierde reservas, los depositantes retiran sus dólares de los bancos y la inflación continúa sin freno.

Actúa como si hubiera ganado las elecciones mientras el peronismo comienza a reaccionar en su contra. En la Cámara de Diputados, por ejemplo, no hubo cuestionamientos al presidente del bloque de diputados del Frente de Todos, Máximo Kirchner, pero fue bloqueado su proyecto de ley de envases que suponía una gran transferencia de ingresos para las organizaciones que patrocina.

En el Senado se produjo el primer brote de rebelión en el Frente de Todos contra la vice. Un pequeño grupo de senadores de nula proyección nacional amenaza con hacer rancho aparte, pero habrá que ver hasta dónde llegan. Es el primer alzamiento contra quien hasta la derrota electoral tenía un férreo control de la Cámara y otro indicio de un ciclo que se aproxima a su fin. Con FMI o sin él.