El predio, que perteneció a los jesuitas y luego a la Fuerza Aérea, es una joya recuperada de la Argentina

Reabre el Observatorio de San Miguel

Especializado en física solar, le dio prestigio científico al país con sus investigaciones del espacio. En sus instalaciones llegaron a trabajar 500 personas, incluidos algunos hombres de la NASA y Europa.

Luego de varios años de abandono y vandalismo, el Observatorio Astronómico de San Miguel reabrió sus puertas para comenzar una etapa de reparación de las instalaciones, entre las que se incluyen el complejo edilicio, las cúpulas, los telescopios y el ecosistema.

Una vez culminadas las refacciones, "la principal función será recibir a las escuelas y fomentar la ciencia y la tecnología a nivel distrital, provincial e internacional, pero empezamos por el municipio para que vengan los chicos y puedan ver no sólo lo astronómico sino también las plantas nativas. Este es el comienzo de su refundación'', señaló a La Prensa Santiago Maiese, profesor de física y presidente de Bella Vista al cosmos, asociación que está a cargo de la reparación.

Creado por iniciativa del monseñor Fortunato Devoto, el centro había sido inaugurado por el presidente Agustín P. Justo el 12 de diciembre de 1935, quien había llegado hasta esta ciudad bonaerense acompañado de una nutrida comitiva de funcionarios y hombres de ciencia, entre ellos el embajador de España, Alfonso Danvila, el nuncio apostólico Felipe Cortesi, más otras autoridades militares y de la aristocracia porteña.

En ese entonces, las expectativas eran muchas. Se oficializaba la primera investigación de la actividad del Sol en nuestro país, en particular por su influencia sobre el clima y los movimientos sísmicos, una especialización que situaba al observatorio como el más importante de Sudamérica en su rubro y el quinto del mundo.

La Prensa reflejó en 1935 la inauguración del observatorio por el presidente de la Nación Agustín P. Justo, en compañía del embajador de España y numerosos funcionarios nacionales.

El financiamiento para su construcción no había sido sencillo, pero se logró gracias a las gestiones de Devoto ante la Compañía Hispano-Argentina de Electricidad y del adinerado astrónomo José Naveira, quien para su diseño tomó como referencia al Observatorio del Ebro, en España, ``por la perfección de sus métodos y excelencia de su instrumental'', quedando establecidas las tres áreas de estudio: astrofísica, meteorología y geofísica.

PRESTIGIO

Justamente fue el vicedirector de esta entidad, el eminente sacerdote español Ignacio Puig, quien quedó a la cabeza de la nueva sede. Y sin ocultar alegría por el avance de otra nación, expresó en el acto inaugural: ``Persuadido de que la ciencia no tiene patria ni religión, y que es obligación de los poderes públicos aprovechar las competencias, el Consejo entrega hoy en manos de la Compañía de Jesús su Observatorio de Física Cósmica, seguro de hacer con eso obra de gobierno y asegurar para nuestra patria un título de nuevos y mayores prestigios''. 

Sus declaraciones fueron un presagio de la calidad humana y tecnológica del establecimiento, donde llegaron a trabajar cerca de 500 personas, entre las que se cuentan premios Nobel, hombres de la NASA y de los mayores planetarios de Europa.

Puig se mantuvo hasta 1944, cuando decidió regresar a Barcelona. Lo reemplazó el padre Juan A. Bussolini, en cuya administración se construyeron varios espectro-heliógrafos y el primer radio-heliógrafo para el estudio de los eclipses, al que luego se sumaron dos más que se enviaron a Corrientes bajo la supervisión del padre Jorge Seibold, ingeniero y físico jesuita que aún hoy vive en el Colegio Máximo, contiguo al observatorio.

"Los aparatos destinados a las investigaciones físicocósmicas son variados y algunos de ellos deben ser instalados a cierta distancia para no estorbarse mientras están en funcionamiento. Por tal causa, el observatorio cuenta con diversos pabellones repartidos en una extensión de más de 30 hectáreas", publicaba este diario en 1960.

EPOCAS DE GLORIA

Luego de la muerte de Bussolini en 1966, quedó a cargo otro sacerdote: el doctor Mariano Castex (h), asesor científico de la Casa Rosada durante la presidencia de Juan Carlos Onganía, en cuyo mandato también se produjeron importantes avances astronómicos como el descubrimiento de un cometa y los 300.000 insectos del Pabellón 4 de entomología. 

"Desde que se fundó pasó algún tiempo en armarse todo esto, pero desde 1965 a 1973 para mí fue una época de grandes desarrollos y exploración. Después los avatares del país y la falta de presupuesto lo fueron achicando, hasta que en el 78 los jesuitas lo vendieron al mejor postor. La Fuerza Aérea lo compra, pero con todo: el terreno, los edificios, el instrumental, los proyectos y el personal, con lo cual no nos podía despedir. Eso en parte fue muy bueno, pero algunos proyectos no le interesaban y sólo incentivaron los propios. Luego el observatorio pasó a manos de la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CONIE), y una vez que se dio de baja el proyecto Cóndor, los que trabajaban en satélites pasaron a la CONAE'', señala el geólogo Jorge Rusansky, quien trabajó durante 40 años en el lugar.

No obstante, "el recuerdo que tengo es extremadamente grato'' continúa el licenciado, porque ``era como entrar en otro mundo: se respiraba ciencia, investigación, confraternidad, a pesar de que en un momento mucha gente se tuvo que ir por cuestiones políticas. Se estudiaba física solar, helio-energética, radioastronomía, fisiología de la reproducción... Hasta había un grupo de entomología y otro de física del estado sólido. Incluso acá trabajó un matemático, Pedro Zadunaisky, que fue colaborador de la NASA en el diseño de la órbita del primer satélite artificial que enviaron al espacio (NdR: el Explorer I). Hubo gente de gran valor''.

Entre esa gente el experto destaca a científicos como Marcos Machado, quien fue director de la CONAE y trabajó para el Centro Marshall de Vuelos Espaciales de Estados Unidos, pero también destaca la influencia del papa Francisco mientras era rector del Máximo: ``A Bergoglio lo vi de paso. Venía siempre, pero tenía sus preocupaciones como director del colegio. El sabía todo lo que pasaba acá y mandaba información'', afirma.

ACTUALIDAD

El observatorio funcionó hasta 2016, cuando cerró sus puertas debido a los problemas económicos, dejando un panorama de ventanas y equipos rotos, pastizales altos y un programa científico en el olvido. Hoy se intenta poner en valor esta joya científica con un plan de renovación encarado principalmente por la Municipalidad de San Miguel, pero también por aficionados de la astronomía de la región, quienes ya hicieron un pedido a la Provincia para declararlo como Patrimonio Histórico, proyecto de la diputada Catalina Buitrago que entró el jueves último a la Cámara.

A tan sólo 2 kilómetros del centro de la ciudad, en Bussolini 1760, el complejo aguarda la llegada de grandes y chicos con ansias de mirar al cielo, quienes de manera limitada y con protocolo ya pueden disfrutar de jornadas planetarias como la del último sábado, con la presencia de la Orquesta Sinfónica Juvenil Jorge Lazbal acompañando a los presentes.

 

Reformas, la NASA y un misil

Santiago Maiese, profesor de física y titular de la asociación Bella Vista al Cosmos, que está a cargo de la reparación del observatorio, recibió a La Prensa como parte de una entrevista en la que anticipó las funcionalidades que tendrá el predio.

Si bien aseguró que la reapertura oficial todavía no tiene fecha ``por todo el trabajo de reparación que tenemos por delante'', cree posible una inauguración en 2022, aunque ``hoy lo primordial es terminar de reparar las oficinas, el baño, los telescopios. Uno quiere recibir a la gente de buena forma, y como el lugar estuvo muy abandonado consideramos como anfitriones que todavía no está en condiciones''.

-¿Cuáles son las reformas que se están haciendo?

-En primer lugar, recuperar las cúpulas y las instalaciones, que en su momento fueron oro para la investigación y la ciencia argentinas. Además, estamos transformando el observatorio en un bioparque astronómico donde la gente pueda ver las plantas nativas que dan alimento a especies como el colibrí, los zorzales o las calandrias. Vamos a crear un ecosistema autóctono propio de la provincia de Buenos Aires. La idea es que puedan conocer cómo era el territorio de hace 600 años.

-¿De los equipos astronómicos todos se pueden recuperar?

-El telescopio Gustav Heiden está casi reparado. Con él se pueden ver las manchas solares, la luna, las estrellas o planetas. Después tenemos otros telescopios con los que se puede ver la parte activa del sol, pero esos funcionan eléctricamente y hace varios años no están conectados. Tienen un filtro solar H-ALFA, que es una longitud de onda de hidrógeno donde podemos ver las fulguraciones solares.

-¿Tuvieron apoyo estatal para abrir el predio?

-Por el momento no, pero estamos en tratativas para que puedan colaborar, ya que la inversión estimada ronda los 60 millones de pesos. Parte de mi equipo es del Conicet. Del Municipio de San Miguel sí hemos recibido colaboración, en su totalidad. 

-¿Qué hizo la NASA aquí? 

-Donó equipamiento para poder extraer información de lo que se estaba estudiando. Cuando sea el momento de la apertura divulgaremos los documentos con los que se trabajó en San Miguel, porque hay muchos que llevan el sello de la NASA. 

-Para usted, ¿cuál fue la época más importante?

-Tal vez la década del '60 con Mariano Castex, que estuvo a cargo del observatorio y tenía 10 departamentos de investigación diferentes. Se hicieron desarrollos de satélites artificiales (algo que solamente habían hecho la URSS y los Estados Unidos), pero fueron prototipos, ninguno llegó al espacio. Además, ya en esa época se trabajaba con los primeros colectores solares que se probaban en el norte argentino, cuando en el mundo casi no se hablaba de energía solar. Después hubo otra etapa importante en la década del '90. Acá se hizo la ojiva del misil Cóndor II, en secreto obviamente.