Siete días de política

Ahora la lucha entre la vice y Fernández es por la economía

Los cambios en el Gabinete y la discusión por el déficit fiscal reflejan un nuevo esquema de poder: el de un gobierno con dos alas. En esta nueva etapa oficialista Guzmán refuta a la vice.

La derrota electoral condujo a una reforma parcial del Gabinete que expresa el divorcio político entre el Presidente y la vice. Pero la reorganización no tocó todavía el área económica, foco de la resistencia de Alberto Fernández, como quedó de manifiesto con el contrapunto entre la vicepresidenta y Martín Guzmán en torno del ajuste fiscal.­

La pulseada por ahora es verbal, pero de su resultado dependen tanto la capitulación total del Presidente como un estallido cambiario producto del emisionismo.­

El ministro de Economía representa la última barrera a una devaluación brusca y a un reseteo macroeconómico sin anestesia al estilo 2001. Por eso Alberto Fernández se aferra a él. No quiere convertirse en otro Duhalde.­

En medio de este tironeo el oficialismo intenta recuperar los votos perdidos en una elección a la que concurrió supuestamente en armonía y unidad. Por eso los plazos son acuciantes y los actores se mueven en un escenario de creciente anarquía.­

Cristina Kirchner presionó para colocar a un jefe de gabinete propio y terminó aceptando a Juan Manzur, más parecido a un personaje de "sitcom" que a un gobernador del Norte peronista.­

Las PASO, en resumen, tuvieron dos efectos inmediatos. Por un lado, crear un gobierno con dos sectores enfrentados sin disimulo: el del Presidente y el de la vice. En el primer sector Manzur pasó a encargarse de la gestión y Fernández quedó relegado a hacer declaraciones por los medios.­

Por el otro, puso al frente del gabinete a un dirigente que piensa menos en la elección de noviembre que en la de 2023. Con este objetivo pretende forjarse una imagen de hacedor que contraste con la extraordinaria ineptitud de Santiago Cafiero. Manzur madruga, convoca a los ministros sin el Presidente y busca tender puentes con los medios colocando a una persona de confianza en la secretaría respectiva.­

También elude la retórica K. El miércoles fueron pagados sin chistar 1.900 millones de dólares al FMI con los famosos DEG (derechos especiales de giro) que el senador Oscar Parrilli, es decir CFK, proponía destinar a más gasto público.­

Ejecutividad y alineamiento con Fernández son las bases de su estrategia para conseguir un lugar en la carrera presidencial, porque nadie cree que pueda torcer el resultado de las primarias en apenas dos meses por más subsidios o electrodomésticos que reparta el oficialismo.­

En su primera aparición reprodujo, sin embargo, un típico error de la gestión albertista. Consciente de que el voto castigo había tenido un componente alto de enojo por el encierro, mandó un mensaje confuso sobre el uso del tapabocas y el protocolo covid como si la pandemia hubiese terminado. Un paso en falso atribuible al exceso de entusiasmo que resultó contraproducente.­

Pero mientras los medios siguen en forma cotidiana estos pasos de comedia, la lucha de fondo es por la economía. Con impecable lógica populista, Cristina Kirchner le recriminó a Guzmán haber reducido el déficit fiscal, lo que en su criterio fue la causa de la derrota. Pero el ministro le retrucó que había aumentado el gasto público y de manera tácita dejó expuesto su error de interpretación de los datos fiscales.­

La discusión continuó vía Gollan, quien atribuyó el fracaso electoral a la falta de "platita" en el bolsillo de los votantes. Todos los disparos de la vice y sus voceros apuntaron en la misma dirección: la dupla Fernández-Guzmán. Se encontraron, sin embargo, con que desde el gabinete les devolvieron el fuego amigo (ver Visto y Oído). Una señal de que la vice ya no parece infundir el terror sagrado, ni disponer del poder domesticador de otros tiempos. La derrota les pegó a todos.­

Además Guzmán hizo algo más que dedicarse al chicaneo intraoficialista. Entre el martes y el miércoles convocó a consultores y banqueros para aclararles la situación. Los primeros son los que publican informes escalofriantes sobre el desastre macro y los segundos los que le compran las letras y bonos al Gobierno. Papeles pintados que crecen a una velocidad de vértigo. Su mensaje fue claro: no vamos a hacer locuras fiscales. Creció la recaudación por la soja y el impuesto a la riqueza, por eso aumentamos con prudencia el gasto. No nos lleva la vice a los tirones. Tampoco creemos, como Fernanda Vallejos, que el Estado puede emitir infinitamente sin consecuencias.­

La respuesta del cristinismo llegó a través de los voceros de Sergio Massa. El presidente de la Cámara de Diputados y Máximo Kirchner cambiarán el presupuesto 2022 elaborado por el ministro. Pero esa amenaza es vana. Néstor Kirchner convirtió hace más de una década la ley de gastos en papel mojado. Su impacto sobre la economía real es nulo y el Ejecutivo lo cambia a voluntad por DNU, no importa lo que prescriba el Congreso.­