Hacía ya más de un año que las dos Coreas estaban prácticamente incomunicadas. Sin canales abiertos de comunicación. Y, técnicamente, aún enfrentadas. En
Particularmente cuando se trata de Corea del Norte, un Estado sin par, absolutamente peculiar, que vive aislado del resto del mundo y que está efectivamente en manos de sus altos jefes militares, que lo conducen con un muy curioso Jefe de Estado, a la manera de
Lo acontecido es una consecuencia lógica del esfuerzo internacional por tratar de acercar a ambas partes que comenzara en el 2018 -como resultado del
Los dos mencionados Jefes de Estado, el presidente surcoreano, Moon Jae-in, y su par norcoreano, el patológico jovencito, Kim Jong-un, hicieron simultáneamente los consiguientes anuncios tranquilizadores a la comunidad internacional toda, que los recibió, naturalmente, con una reacción de comprensible beneplácito.
La nueva noticia, sin embargo, nos trae inevitablemente a la memoria
Lo ocurrido ahora debe tenerse como un primer resultado tangible del esfuerzo por recuperar y mantener la normalidad en las relaciones de los dos Estados que hoy cobijan a las dos mitades de una misma nación que han estado por demasiado tiempo separadas por la política y por dos sistemas socioeconómicos diferentes que han generado, en Corea del Sur, una realidad que luce sumamente exitosa y moderna y, en Corea del Norte otra, muy distinta, que quedara empantanada, hasta ahora al menos, muy tozudamente, en el pasado.
La decisión recíproca de restablecer las comunicaciones tras meses de reuniones discretas y reservadas pareciera formar parte de un esfuerzo de acercamiento bien coordinado, bastante más amplio, que se pusiera en marcha,
lentamente, a partir del pasado mes de abril.
Los dos países anuncian ahora, que además, reedificarán una oficina de enlace arrogantemente demolida, casi con furia, por Corea del Norte hace tan sólo unos meses. Ella estaba en su momento emplazada en Panmunjom.
El nuevo esfuerzo de reconciliación parece bastante evidente.
Corea del Norte tiene, cabe recordar, sus fronteras geográficas
herméticamente cerradas para tratar de combatir la expansión del coronavirus. La pandemia de esa manera, parece haber generado una ventana geopolítica de oportunidad en el camino que requiere la construcción de una paz duradera.