EN EL ‘DIARIO DE JUVENTUD’ DE LA POETA URUGUAYA IDEA VILARIÑO

Escritura y pasión

El libro admite varios recorridos -desde el esbozo de una poética, el registro epistolar, la compilación de inéditos y una colección de fotos pero es, sobre todo, el monólogo de quien se busca a sí mismo interpelando a fondo cada vivencia.

Este ‘Diario’ de casi quinientas páginas publicado por la editorial uruguaya Cal yCanto, con estudios preliminares a cargo de dos especialistas en la obra de la poeta: Ana Inés Larre Borges y Alicia Torres, resume una década en la vida de Idea Vilariño (1920-2009), de los dieciséis a los veinticinco años.

Según Larre Borges, la poeta uruguaya: "Dejó diecisiete libretas, entre ellas el Diario que llevó toda su vida. La primera entrada es del 6 de febrero de 1937 y la última del 19 de julio de 2007, un mes antes de cumplir ochenta y siete y dos años antes de su muerte".

El libro condensa el viaje iniciático de una vida, una escritura y un temperamento, con el entorno familiar
como telón de fondo: su madre muerta a los cuarenta y dos años, su padre anarquista (ambos fervorosos lectores) y sus hermanos: Alma, Poema, Azul y Numen.

SIEMPRE EL AMOR

El amor ocupa muchas páginas del ‘Diario’; tras escarceos adolescentes Idea empieza a los veinte años a vivir ‘experiencias trascendentes’: el enamoramiento con uno de sus profesores 27 años mayor y que irá de lo platónico a la relación pasional encubierta (‘su boca poseía la mía’), y un noviazgo de una década, aunque oscilante (‘Estoy de rodillas, adorándote. No lo amo’), con el ensayista Manuel Claps.

La correspondencia con éste último atraviesa el libro en una ligazón de tres -comparte el amor por el argentino Claps con Sylvia Campodónico, una de sus mejores amigas, quien finalmente se casará con
él- en una trama de vacilaciones que en el análisis de Larre Borges, ‘‘Hace a la densidad de lo narrado’’. Vilariño, quien el 29 de diciembre de 1941 anota en su diario: ‘‘Sylvia está enamorada de Claps. Vamos a sufrir mucho’’, continúa una relación dual con su profesor y su novio: ‘‘¿Qué estoy haciendo? Me pregunto, y no puedo dejar de hacerlo’’. 

Sensualidad, devaneos, reparos, vanidad, llenan los días de la joven que cavila sobre su belleza (‘‘no provoco; no soy tan linda como otras, pero estoy bellísima’’) y en la calle siente un río de ojos resbalando sobre su vestido (‘‘me espió’’, ‘‘me mira y finjo no verlo’’, ‘‘todos los hombres me miraban’’) centrándose, más que en el galanteo, en la mirada que acosa pero a la vez halaga.

A ratos su plenitud se siente vulnerada por problemas de salud: unos eczemas en la piel que sólo superó con la aparición de la cortisona: ‘‘Odio mi cuerpo, lo aborrezco, o mejor, odio mi piel. Amo mi carne sufrida, amo aún su dolor. Pero la enfermedad, la piel sangrando, curándose, cicatrizando, no’’.

El ‘Diario’ registra sus múltiples lecturas -Faulkner, Neruda, Rilke, Herrera y Reissig, Joyce, Felisberto Hernández- y da cuenta de aquellas marcas que irán instalándose en su poética: el amor, el vacío, la noche, la nada, el silencio, la muerte. La solvencia de un decir propio, queda de manifiesto en los numerosos inéditos que incluye el ‘Diario’; apenas unos ejemplos: ‘‘Vas derramando oro/ vas alzando ceniza’’.

‘‘La luna tiene un nombre como todas las cosas/ pero es un nombre suave de perra o de mujer’’. ‘‘Y esta tarde tus ojos me quemaban el cuerpo’’.

RATOS DE PLENITUD

En el reverso del ardor se mueve una joven que es en los versos: ‘hoja caída’, ‘estrella fría’, ‘llama helada’; una mujer ‘con los ojos espléndidos quebrados’, aunque ‘callada y vacía como una estatua’.

La extensa compilación de estos inéditos funcionan como adelanto de una obra que comenzará a publicar
hacia el final del ‘Diario’, en 1945 con el libro ‘La suplicante’, al que seguirán ‘Por aire sucio’, ‘Pobre mundo’, ‘No’, y un clásico que desde 1957 cuenta con numerosas ediciones: su festejado ‘Poemas de amor’.

En forma de verso o de prosa, hay una metaforización que atraviesa la mayor parte de las anotaciones de su diario, incluso con líneas que resplandecen con rango de aforismo: ‘‘Mi muerte será una cosa más hecha por mí’’.

COMO SENTENCIAS

No se trata, como se ve, de una mera enumeración de actividades diarias, sino que simultáneamente a ese registro de acciones, inquiere sobre el sentido de todo: ‘‘El sexo es limitado pero inagotable’’. ‘‘Todo el cuerpo hacia qué’’. ‘‘Tenemos una conciencia bárbaramente clara de nuestra brevedad, de lo inútil de nuestros movimientos’’. 

Llama la atención entre otras recurrencias de estos escritos, la apelación a una soledad buscada y rechazada a la vez, y a un silencio que, más allá del sigilo, toma aquí rango de distancia y espesor de refugio; como si esa atmósfera densa que parece tener vida propia (en un poema hace referencia a un ‘silencio quieto’) la centrara y le sirviera de resguardo.

La Idea ocupada en clases de violín, piano, cerámica, que encuaderna libros y es asidua concurrente a
conciertos de música, funciones de cine y exposiciones de pintura, es a la vez en este ‘Diario de Juventud’, la joven que se pregunta a fondo por el amor, la muerte, la maternidad: ‘‘No me detengo nunca a pensar cómo sería un hijo mío’’.

Queda aguardar la publicación de las libretas de Vilariño que guardan el registro de sus posteriores setenta y un años dedicados a la poesía, la política; la traducción -en esta labor se decía ‘la esclava de Shakespeare’- además de sus amores, especialmente la intensa relación vivida con su compatriota, Juan
Carlos Onetti, el narrador que conoció en 1950 en un bar del barrio montevideano de Malvin.