DESDE MI PUNTO DE VISTA

Cuando el Conejo Ralph conoció a Overton

“Llega un punto en que la tolerancia deja de ser una virtud” Edmund Burke

Un acontecimiento viral tuvo lugar en estos días. Se trata de la película “Save Ralph” un corto realizado por la ONG Humane Society International que cuenta la historia de un conejo llamado Ralph que se usa para experimentación animal. El corto está protagonizado por actores famosos, con formato documental, magistralmente animado. El muñeco Ralph cuenta su vida como probador de productos y dice que “vale la pena sacrificar su cuerpo para ayudar a los humanos” mientras los conejos compañeros de laboratorio le ruegan al equipo de filmación que los libere de sus pruebas, “Sé que se ve mal, pero del modo que yo lo veo, solo estoy haciendo mi trabajo” concluye el muñeco a cámara, para la campaña que busca la prohibición de la experimentación.

La campaña Save Ralph es infinitamente más sofisticada que la del hato de energúmenos que golpeaban las ventanas de la pizzería porteña Guerrín denunciando el criminal uso de la muzzarella o del berrinche de los que exigían que la muñeca pastorcita de Toy Stoy no tenga bastón de pastoreo porque es símbolo de maltrato a las ovejas. Definitivamente Save Ralph es más elegante y digerible que la propuesta de la asociación Libertad Animal Navarra que se manifestaba para "proteger a las hembras animales que son maltratadas y violadas en mataderos y en granjas lácteas", pero todas estas manifestaciones son parte de lo mismo.

La ventana maldita

El politólogo Joseph Paul Overton dirigía a finales del siglo pasado el Mackinac Center for Public Policy, y allí elaboró una tesis curiosa: en una determinada sociedad existiría un grupo de ideas muy estrecho al que describió como una “ventana”. Esta "ventana" incluye un rango de políticas aceptables de acuerdo al clima social. Overton explicaba que un político no debía salirse de esa “ventana” si quería mantener su cargo público. Pero también decía que existía una manera de ampliar los límites de la tolerancia de esa ventana hasta extremos impensables si se seguían algunos pasos.

Para pasar de lo intolerable, de lo que estaba fuera de la ventana, a una idea aceptada, decía Overton que primero había que fomentar grupos radicales que transmitan sus ideas brutalmente. Se entiende ahora que los energúmenos que militan contra los productos animales, esos que nos parecen “unos pocos” ridículos y violentos, cumplen una función en la cadena overtoniana.

Siguiendo con la teoría de Overton, en segunda instancia había que construir un barniz científico. En los años 70 y 80 era más complicado, pero bañar de cientificismo hoy es lo más fácil que hay porque hasta la matemática es relativa y se consiguen expertos a precio de saldo. Hay que crear referencias históricas o médicas, no importa cuán reales sean. Para que la idea intolerable o absurda comience a discutirse es importante visualizar una víctima para que, en el caso de que alguien se atreva a considerar el asunto como algo impensable, se lo pueda tachar de intolerante y facho. Cuando la idea que era imposible ya es “aceptable”, hay que presionar para regularla, so pena de ser negador del sufrimiento de las víctimas identificadas anteriormente.

Volvamos a Save Ralph: siguiendo con los pasos de Overton, viene creciendo el movimiento animalista cuyo fin es equiparar la vida humana a la del resto de los animales. Así, defender la vida de un conejo equivaldría a hacerlo con la vida de cualquier persona. Todos los animales pasaron a ser seres amenazados por la presencia humana y por el desarrollo que nuestra especie ha hecho en el mundo. Somos, los humanos, victimarios de un ecosistema vulnerable. Todo lo que no es humano es bueno y padece nuestra existencia dominadora. Y para generar empatía se produce un simbolismo paradójico: ¡la representación de los animales se humaniza!

Doctrina animalista

La doctrina animalista viene empujando por su lugarcito dentro de nuestra Ventana de Overton, y sostiene que es inmoral comer animales y usarlos para nuestro beneficio. El trabajo animal, su carne, sus pieles, su crianza como comida y su uso experimental deberían ser, por lo tanto, ilegales. Claro que esto entra pasito a pasito y con matices, se empieza de a poco y al final, como en la ventana no entra todo, lo que va a ser ilegal será comer carne. Ya estamos en el punto de que no se pueden exhibir animales en las veterinarias. Si alguien piensa que estamos lejos, imagine esto dentro de unos años.

Es más: también en estos días la ONG francesa Vegan Society solicitó la prohibición a escala mundial de galletitas con forma de animales porque “promueve un sentimiento de superioridad sobre otros seres vivos”. Sostiene que consumir harina con formita de elefante u osito “genera comportamientos ofensivos con el medio ambiente”. Ya la inefable organización PETA (Personas para el Trato Ético de los Animales), inició una campaña contra un fabricante de galletitas para que eliminaran de su packaging a los dibujos de animales.

Aproximadamente, en el 12000 antes de nuestra era los humanos comenzamos con el concepto de “granja”. Desde mucho antes matamos a otros animales para comerlos y es este suministro de proteínas lo que nos trajo hasta acá. Pero fue la “granja” parte de lo que inició nuestras civilizaciones y son las granjas industriales las que permiten que la humanidad tenga una provisión accesible y continua de carne, leche, huevos y cuero. Respecto de la experimentación animal, ha jugado un papel fundamental en los mayores descubrimientos médicos.

La medicina y la farmacia deben sus avances a la experimentación que denuncia Save Ralph, que no se podría hacer en humanos porque no sería posible usar bebés para intervenirlos y seguir su desarrollo hasta la edad adulta. Es el trabajo en los modelos animales lo que permite salvar vidas y lo que hace que la gente tenga un promedio de vida tan alto. De triunfar el dogma animalista no alcanzaría con ampliar la frontera agrícola (cosa que a los ecologistas tampoco les gustaría) para alimentar a la humanidad. O sea, estaríamos muertos de hambre y enfermos… la buena es que sólo viviríamos un promedio de 25 años.

Las controversias sectarias e identitarias que se plantean en el mundo occidental, pasan por esta agenda de absurdos de mayor o menor aceptación que una afrenta contra el ideario liberal en su búsqueda irrefrenable de colectivos que gerenciar. Esto de ir siempre para atrás contra toda evolución civilizatoria persigue una lógica tribal que divide a la sociedad en clanes antagónicos en función del sexo, la etnia, orientación sexual, la alimentación, la religión. Nada más alejado del principio liberal que tiene a la justicia ciega ante las diferencias, igual para todos.

Los absurdos identitarios que presionan sobre nuestra ventana de Overton están a la orden del día. Por eso comunidades musulmanas tienen legitimada su intolerancia para imponer su visión del mundo reclamando a Evian la compañía de agua que deje de recomendar esta vital bebida. En efecto, recientemente Evian recomendó en Twitter el consumo de agua y de inmediato aparecieron las “víctimas ofendidas de siempre” porque el mensaje coincidía con el inicio del Ramadán que impide a los musulmanes beber agua. El desastre no proviene tanto de los ofendiditos como de la empresa ¡que se disculpó! por recomendar a la gente el consumo de agua…
 
¿Más ejemplos?: un lechero canadiense fue arrestado por referirse a su hija, en tratamiento de cambio de sexo, con el pronombre equivocado, es decir “ella” en lugar de “él”. El tribunal advirtió al padre que sus intentos de frustrar los deseos de su hija equivalen a una forma de violencia...

¿Otro? En el mes de marzo, ecologistas se manifestaron en la Puerta del Sol de Madrid con la demanda de que se reconozca la dignidad y los derechos de las hierbas y plantas. O sea que tampoco la ingesta vegetal es bien vista. Es posible que pretendan que comamos piedras y ojo que alguien seguro va a demandar por los derechos de los pobres minerales. ¿Esto parece loco?: pensemos que hay gente atacando a la música clásica y al arte barroco por su perniciosa violencia civilizatoria. ¡Vimos personas atacando la estatua de Cervantes por acusarlo de esclavista! Nuestra ventana de Overton recibe piedrazos incesantemente.

Por eso, el nuevo avance del animalismo, viralizado en Save Ralph es una nueva etapa en este reseteo de nuestra ventana ideológica. Empiezan con la cuestión cosmética porque resulta frívola y superficial. Luego de esto, si se equipara a los animales con los humanos, ya no se podrán ejercer las otras actividades como comer o experimentar medicinas. Valdrá lo mismo el muñeco Ralph que la vida de un niño con una enfermedad degenerativa. Igualar a los hombres a los animales o a las plantas es igualar sus derechos y dignidad.

Ingresar una idea al grupo de “lo tolerable” no es un trabajo de un día para otro ni es una conspiración. Es un continuo de tensiones, manipulaciones y beneficios que a veces fracasan y otras siguen su camino esperando el momento adecuado para instalarse de lleno en la opinión pública. Actualmente mucha gente cree que los animales son como los humanos, ya es tabú decir que las mascotas se compran y se utiliza más habitualmente el eufemismo de “adopción”. No deja de ser paradójica la involución antropológica, se vuelve a la idolatría animal, una especie de animismo posmoderno en donde convenimos en un contrato social psicótico que los animales tienen redes sociales. Beast, la mascota de Mark Zuckerberg tiene millones de seguidores en Facebook.

Demasiados absurdos

Muchos absurdos son una tendencia mundial, pero la característica particular del animalismo es su transversalidad. Mucho se ha hablado de su “ventaja” respecto de otras militancias ideológicas como la feminista o economicista, porque es mucho más amplio en la adhesión dentro de todo el espectro ideológico. Los animalistas se consideran moralmente superiores y llevan mucho tiempo intentando imponer su visión en la ventana de Overton que, por fuerza, deberá expulsar otros valores si este finalmente triunfa. Primero ingresa en la opinión pública y luego va por la ley. Los pasos son siempre los mismos.

Save Ralph nos presenta a un conejo humanizado con un discurso victimizante con paralelos inquietantes a los sufrimientos humanos relativos a la violencia política o doméstica. Gracias a esto tiene la senda de la empatía garantizada. Sólo queda que el concierto científico burocrático mundial haga lo suyo. Hay tsunamis de fondos públicos para estos fines.

Luego quienes se opongan al consenso cientificista bienpensante global serán los nuevos fachos, insensibles, egoístas, capitalistas, ultras. Si el animalismo es lo bueno y lo moral, lo demás será lo malo e inmoral, se desprende. El paternalismo liberticida deberá imponerse, (como siempre “por nuestro bien”) para salvarnos de nuestra miseria imponiendo prohibiciones para los incapaces de distinguir el bien del mal. Esos que comemos asado, compramos perros y usamos protectores solares probados en pobres animalitos de dios.

Son tiempos de fronteras difusas, de valores líquidos y sobre todo son tiempos absurdos. De algunas cosas nos reímos, pero si pensamos como comenzaron a forjarse las leyes más ridículas, es posible que ya no causen gracia o indiferencia. La imagen viralizada de Save Ralph no se va a detener en la cosmética, fue sólo un simple atajo que le permitió al animalismo radical ingresar a nuestra desvencijada ventana.

Si continuamos validando que los humanos somos iguales al resto de los animales, finalmente vendrá la ley.