Buena Data en La Prensa

Conformistas, pesimistas y el mal menor

Estamos en un año eleccionario y dentro de poco vamos a ser “bombardeados” por todas las herramientas del marketing político. Este es el momento, para pensar, reflexionar e informarnos.   

En cada elección parece imponerse una suerte de conformismo, de pesimismo o también de una opción por el mal menor. Se suele votar por simpatía o antipatía o por lo que dicen las encuestas para "no tirar el voto", optando por el candidato que figura entre los que tienen mayor intención de voto, aunque no conozcamos casi sus propuestas.

De este modo es muy probable que se termine eligiendo por el oficialismo o por otra agrupación que ya estuvo en el gobierno; salvo que surja alguien que irrumpa con fuerza o que un hecho político genere un "terremoto" o cambio inesperado.

 ¡PASARON 37 AÑOS!

La adhesión que puede generar un político, por lo general está influenciada notoriamente por lo emocional. Esto lo saben los consultores y sus clientes candidatos. Esta realidad tan manejada por lo mediático en sus distintas formas y vías de comunicación, ha convertido a los políticos y a sus agrupaciones en verdaderos productos del marketing.

Es así que en 1983 “nos vendieron” que lo importante era la “vuelta a la democracia” como el valor que le daba sentido a un gobierno. Volver a un gobierno elegido por el voto ciudadano, parece que era lo único importante, y no el fortalecimiento de la familia, de la educación o el mejoramiento económico. La debacle económica fue tan grande, que el presidente tuvo que adelantar las elecciones y entregar el poder cinco meses antes de lo establecido.

Luego vino un gobierno que contrariamente a lo que se imaginaba, puso el acento en la apertura económica. Aprovechando los nuevos vientos que soplaban en el mundo con la caída del muro de Berlín y la desaparición de la URSS, basó su discurso en la libertad de mercado y en lograr una moneda estable con bajos niveles de inflación, pero no desmanteló el poder sindical ni dejó de endeudarse. Este gobierno, si bien no lo podríamos calificar como de centro izquierda como el anterior, no detuvo el avance de la izquierda cultural que comenzó con el gobierno de Alfonsín. Se creó el INADI y los muertos por la subversión siguieron ocultos.

Haberse desprendido de empresas estatales deficitarias fue un avance, pero haber anclado el tipo de cambio sin frenar el endeudamiento fue un cóctel explosivo. Esto hizo eclosión en un gobierno encabezado por un hombre cuya imagen era la de alguien decente, que venía a escuchar los reclamos de la gente y que era un firme defensor de la ley. La ilusión duró dos años. El país volvió a estallar en mil pedazos.

En Diciembre de 2001 con el “que se vayan todos” (no se fue casi nadie), volvimos a ser mundialmente conocidos por tener cinco presidentes en dos semanas. Llegó uno que eliminó la convertibilidad del Peso, devaluó la moneda y aseguró “el que puso dólares recibirá dólares” y no cumplió. La imagen de este presidente no elegido por el pueblo, fue la del que vino a sincerar la economía y darle gobernabilidad a un país que había tenido un presidente débil, y terminó llamando a elecciones anticipadamente por la muerte de dos manifestantes y promocionando a su elegido, un gobernador del extremo sur del país que no era muy conocido por estos lados.

LA IZQUIERDA AVANZA

El electorado que ya no valoraba el “voto cuota” como en el 95, y desaparecida la convertibilidad, no apoyó masivamente la candidatura de Menem que pese a salir primero, renunció al ballotage al ver que las encuestas no le daban ninguna posibilidad de triunfo. Es así que la otra fórmula peronista que venía con una concepción proteccionista y estatista de la economía asumió el poder identificándose de entrada con un discurso de izquierda reabriendo viejas heridas de los setenta, atacando a las FF.AA. e izquierdizando la cultura y las relaciones internacionales.

Pasaron doce años y vino otro que parecía que iba a volver a reestablecer el orden público, estabilizar la economía y quizás combatir el aparato cultural de la izquierda que todos los anteriores fomentaron o dejaron crecer. Nada de eso sucedió. ¡Otra oportunidad perdida!

La dinastía que comenzó con Néstor Kirchner encabezada por su viuda y heredera política, se postula para la vicepresidencia de la Nación y –caso único en el mundo- elige al candidato a presidente.

Muchos volvieron a reaccionar visceralmente y la elección se definió por odio, miedo o rechazo entre unos y otros.

Ambas agrupaciones habían gobernado. A la inmensa mayoría no le pesó el fracaso de esos gobiernos ni las denuncias de corrupción.  

Se le atribuye a Abraham Lincoln haber dicho «Se puede engañar a algunos todo el tiempo y se puede engañar a todos durante algún tiempo. Pero no se puede engañar a todos todo el tiempo». 

Aprovechemos este tiempo para reflexionar y pensar sinceramente que país queremos y quienes podrán liderar el retorno a los valores que colocaron a la Argentina entre los mejores países del mundo a principios del siglo XX.

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