La Tablada, ¿el último delirio de la izquierda revolucionaria?

Por David San Román *

A las 6.20 del lunes 23 de enero de 1989, un camión robado de Coca-Cola y seis vehículos que lo seguían embistieron el portón principal del Regimiento de Infantería Mecanizada 3 General Belgrano, de La Tablada. Un total de 46 terroristas de izquierda del MTP (Movimiento Todos por la Patria) lograban ingresar a la unidad militar, dando inicio a un combate que se extendería por más de 30 horas. Superada la sorpresa de los primeros minutos, se puso en marcha una férrea y heroica defensa y posterior recuperación del Regimiento por parte de oficiales, suboficiales y soldados del Ejército Argentino y de la Policía bonaerense. El saldo para las fuerzas defensoras fue de 11 caídos en el cumplimento de su deber, mientras que entre los subversivos se contaron 33 bajas.

En estas breves palabras intentamos desandar dos cuestiones para comprender este ataque contra las instituciones democráticas por parte de la izquierda revolucionaria: por un lado ¿cuáles fueron las motivaciones de los atacantes?, ¿qué objetivos pretendían lograr?, y, en segundo lugar, ¿qué significado tienen estas acciones a la luz del presente de nuestro país?
 
Comencemos, entonces, por las motivaciones de los subversivos de aquel fatídico 23 de enero de 1989. El Movimiento Todos por la Patria, fundado en Nicaragua en 1986, fue un rejunte de antiguos militantes del PRT-ERP (Partido Revolucionario de los Trabajadores–Ejército Revolucionario del Pueblo) liderados por Enrique Gorriarán Merlo, con grupos provenientes de otras experiencias de la izquierda y el peronismo revolucionario de los años 70. La facción de Gorriarán Merlo, que había participado en la Revolución Sandinista, se conformaba por experimentados cuadros del ERP, con vasta experiencia en la guerra de guerrillas que habían desplegado en Argentina.

Señalemos sucintamente que la toma del poder de las guerrillas sandinistas en Nicaragua, provino de la combinación de tres tendencias: la guerra popular y prolongada (ejército popular de base campesina siguiendo el modelo vietnamita); la tendencia proletaria (con menor incidencia en la toma del poder); y, finalmente, la tendencia que terminó imponiéndose, la opción insurreccional, liderada por los hermanos Ortega, quienes entendían que si se seguía apostando por las dos primeras opciones, la oportunidad de la revolución se alejaría para siempre, ante el riesgo de la “cooptación burguesa” de la conciencia de los sectores populares. La opción insurreccional, encabezada por una vanguardia preclara del sandinismo, implicaba una aceleración de la revolución por medio de acciones espectaculares, de alto impacto, con una dirigida propaganda política, que generarían la adhesión de las bases populares.

UNA MENTIRA EN DOS ACTOS

Influenciados por ese contexto revolucionario nicaragüense y en pleno desconocimiento de la realidad argentina, los líderes del MTP creyeron posible la aplicación en nuestro país de la insurrección de masas en los años 80, tras el ostensible fracaso de la toma del poder de la guerrilla “popular” (urbana y rural) de los años 70. Para ello, montaron una mentira en dos actos: primero, la fabricación de la escena de un falso levantamiento “carapintada”, y, el segundo acto, la toma de los cuarteles de La Tablada, para frenar el supuesto alzamiento militar. Sobre este ardid, se escondió la trasnochada intención de tomar el poder por el MTP. En su plan demencial, Gorriarán Merlo imaginó a sus efectivos marchando en tanques, una vez superada la resistencia militar, desde La Tablada hacia la Rosada, apoyados por los sentimientos “antigolpistas del pueblo”.


Un párrafo aparte merece el rol del gobierno radical. Algunas interpretaciones contemporáneas a los hechos, ponen al gobierno de Ricardo Alfonsín, más precisamente a la Junta Coordinadora Nacional, como a los supuestos autores intelectuales del intento de copamiento de los cuarteles de La Tablada. Tanto la SIDE como diversos funcionarios radicales, debieron, al menos, conocer los preparativos del MTP, en tanto que el despliegue de la operación que montaron los subversivos ese 23 de enero fue considerable. Algunos sectores del radicalismo, en todo caso, parecen haber sido cómplices de los planes de los atacantes, entendiendo que las acciones del MTP podían debilitar al peronismo y al sector militar, mediante la exposición de una supuesta alianza entre el por entonces candidato a presidente Carlos Menem, el dirigente sindical Lorenzo Miguel y el Coronel Mohamed Alí Seineldín. Esta vinculación entre el MTP y el radicalismo deberá ser estudiada con más profundidad.

En segundo lugar, cabe reflexionar sobre el significado de los sucesos de La Tablada a la luz de la situación actual de la Argentina. Al respecto, dos cuestiones. En primer lugar, desde hace algunos años se viene imponiendo una visión de los hechos que falsea notablemente la verdad de lo sucedido. Estas reinterpretaciones maliciosas, impulsadas por la izquierda y el pseudo progresismo en su batalla cultural, y afianzada por los tribunales judiciales, han puesto a los heroicos defensores de aquella calurosa jornada de enero de 1989 en el banquillo de los acusados. 

En este sentido, Hannah Arendt, en sus estudios sobre verdad, mentira y política, señala que lo opuesto a la verdad fáctica es la mentira deliberada, siendo uno de los recursos de quién miente, el de disfrazar a la mentira de opinión. Siguiendo los razonamientos de Claudia Hilb, mientras se siga profundizando la mentira deliberada, es decir, el falso levantamiento carapintada, el intento de toma de los cuarteles de La Tablada por el MTP, “puede ser discutido en términos de error y acierto, y su evaluación remitida al terreno de la opinión”. Hilb va aún más allá, y señala:

“… no parecen caber dudas de que, en el caso (poco probable) de que la aventura de La Tablada hubiera resultado tal como la imaginaban sus autores, la mentira inaugural (el levantamiento carapintada) habría permanecido impenetrable. El nuevo orden que imaginaban se habría fundado sobre ella. La proclama que llamaría a la adhesión de la población instalaría la "nueva versión oficial", no ya la de la derrota sino la del triunfo de La Tablada. El MTP victorioso habría así no sólo conquistado por la fuerza el poder político, sino conquistado también, a través de la fabricación de la realidad, el poder de dominar a voluntad la interpretación de los hechos.”

IZQUIERDA MESIANICA

La segunda cuestión que nos lleva a reflexionar sobre los sucesos de la Tablada y su vinculación con el presente, es el delirio del pensamiento de la izquierda revolucionaria que ha llevado a la muerte a millones en todo el mundo, pero que, en este hecho, queda plasmado nítidamente: el peligro que encierran, actualmente, las organizaciones de izquierda mesiánicas, que se perciben como las únicas poseedoras del orden ideal del mundo, aisladas de la realidad social, pero arrogándose su representación, vienen manipulando la verdad para lograr la adhesión a sus desvaríos. Tal como expresa Hilb, “en el montaje del asalto al cuartel de La Tablada se da a ver, de manera caricatural y trágica, el destino totalitario del pensamiento revolucionario del siglo XX, el devenir de la ilusión de eliminar toda contingencia de los asuntos humanos y de fabricar una realidad a imagen y semejanza de una idea.”

Por ello, el título de este escrito plantea la pregunta, sin respuesta: La Tablada ¿el último delirio de la izquierda?. Existen sobrados indicios del vigor con el que cuenta el pensamiento revolucionario totalitario de la izquierda en la actualidad. Sin desconocer la presencia de grupos armados en América Latina, la lucha se ha trasladado al campo cultural, presentando una batalla sin cuartel contra los valores occidentales.

Finalmente, nuestro reconocimiento a los soldados y policías que se enfrentaron a la demencia sin fin de la izquierda, en especial a aquellos héroes que dejaron su vida en la defensa y recuperación de los cuarteles de La Tablada. Su abnegación y determinación en el cumplimiento de la misión, permitió salvar nuestra Patria del delirio de unos pocos. Recordarlos es un deber cívico, desagraviarlos, una obligación moral.

* Secretario del Centro de Estudios Salta (CES)