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El miedo

En nuestro tiempo adicto a las grietas y controversias, seguramente hay algo en lo que todos estamos de acuerdo: el año que pasó (increíble 2020) estuvo signado por sentimientos encontrados, confusión y temores. Y no se advierte que 2021 vaya a venir con grandes soluciones. Pero como de toda experiencia se puede aprender, para no tropezar con las mismas piedras ni caer en los mismos vacíos, viene bien reflexionar sobre uno de los sentimientos que tocó las fibras más íntimas de cada persona y de la sociedad como conjunto.

DESAGRADABLE PERO NECESARIO

El miedo es una sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario. Es una emoción básica, grabada en nuestro cerebro, que se origina por la aversión natural al peligro y por lo tanto resulta muy útil porque nos indica cuando cuidarnos. Si no sintiéramos miedo ya hubiéramos desaparecido como especie. "El miedo no es sonso", sirve a la supervivencia y a la defensa.

EL DESAMPARO APRENDIDO

Por miedo se pueden realizar cosas impensables en otras circunstancias. Por miedo las personas cometen actos contra sí mismos y contra los demás o se repliegan débiles ante el mal, se paralizan y pierden la esperanza.
En 1967, el psicólogo estadounidense Martin Seligman de la Universidad de Pensilvania realizó una famosa experiencia sobre lo que dio en llamar el "desamparo aprendido". El experimento realizado con perros, que aportó interesantes conclusiones a la psicología social, consistió en someter a los animales enjaulados a un estímulo muy desagradable. En un primer momento de la investigación los perros eran avisados por medio de una luz que vendría la molestia y vieron que se podían ir hacia otra parte de la jaula para evitarlo. Así aprendieron a hacerlo. Simplemente, ante la luz, saltaban y se escapaban a un lugar tranquilo. En un segundo momento no había forma de escaparse o la salida era muy dificultosa. Los perros dejaron de saltar para evitar el mal. Se quedaban quietos, a lo sumo emitiendo quejidos, pero ya no hacían nada por salir.

EL MIEDO COMO INSTRUMENTO DE PODER

Miedo a perder la vivienda, el trabajo o la familia, miedo a dañar a los seres queridos, miedo a estar solo, miedo a la muerte y la enfermedad, miedo a la exclusión o el destierro. Miedo a volver a tener miedo. La utilización del miedo como instrumento de poder fue, a través de los años, el arma privilegiada de las sectas y los regímenes totalitarios.

El "combo" para el dominio se completa aislando a las personas de sus seres queridos, modificándoles el entorno de trabajo y ocupaciones, haciéndolas sentir culpables de las desgracias que sobrevienen, dándoles información intencionadamente sesgada e impidiendo que accedan a otras fuentes, sumiéndolas en la pobreza debilitando su salud física y creándoles dependencia ciega en un líder que traerá las soluciones mágicas, generalmente sencillas, ante problemas complejos.

Nazismo, Stalinismo, Fascismo, Chavismo... y pueden seguir los nombres. Cambiaron las épocas, los contextos y las formas, pero las técnicas han quedado más o menos inalterables. En todos los casos un porcentaje minúsculo se rebeló, las grandes mayorías no se resistieron. Se adaptaron a lo que les tocaba, tratando de sobrevivir lo mejor posible. Se acostumbraron a poner la vara cada vez más baja y es comprensible.

Decía George Orwell que "no se debe temer a la autoridad impuesta, sino a la concedida. El problema no yace en los poderosos -siempre va a haber un voluntario dispuesto a dirigir despóticamente un país, una ciudad, una comunidad de vecinos o una familia-, sino en la masa que le otorga ese poder", cuando por miedo, la libertad es entregada o vendida a cambio de protección.

EL MEJOR ANTIDOTO

También los animales sienten miedo, pero en los seres humanos la angustia, la ansiedad y la fantasía juegan malas pasadas a la hora de evaluar el peligro real: se sobredimensiona el peligro o se minusvalora la capacidad de enfrentarlo con éxito. De ahí al pánico intenso, descontrolado y sin fundamento real hay unos pocos pasos.

Como reacción instintiva de protección, el miedo impide pensar con claridad, pero ese es justamente el antídoto imprescindible que hay que encontrar: detenerse a reflexionar y confrontar con el sentido común; abrir los ojos y despertar a lo que la realidad habla.

Es probable que 2021 también venga con sus claroscuros en los que el miedo esté presente. El discernimiento detenido y profundo, la confianza en las capacidades personales y colectivas de restauración del entramado social y la lucha tenaz, persistente e incansable por los valores de nuestra patria nos librarán de quedar estáticos como los perros de Seligman.

 

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